sábado, 27 de octubre de 2012

María Antonia Vallejo Fernández, “La Caramba”.

    María Antonia Vallejo Fernández, nace en Motril el 9 de marzo de 1750, hija de Bernardo Vallejo natural de Granada y de María Fernández, natural de Motril, según consta en el archivo parroquial de Motril. No se sabe nada de su infancia, solo que muy joven marchó a Cádiz, cantera de artistas de la época, posiblemente huida de Motril con una compañía de cómicos ambulantes.  La vida de María Antonia está llena de leyendas, se dice de ella que después de su llegada a Cádiz, hubo fugas con toreros, raptos a cargo de bandoleros y gitanos, disputas y puñaladas pasionales, todos esos hechos muy de acorde con literatura romántica del siglo XVIII.






    María Antonia, llega a un Madrid en el que está reinando Carlos III  y en el que se está operando una gran transformación urbana y social. La comedia, que había sido denostada y casi suprimida, comienza a resurgir. En este tiempo había en Madrid tres coliseos, de ellos, solo dos fueron permitidos como teatros oficiales. Sobre 1776, ya se tiene constancia de su vida, se sabe que llego a la corte de Madrid sobre dicha fecha y comenzó a trabajar como tonadillera. Hay que tener en cuenta que en el teatro, era como trabajar de funcionario, ya que eran contratados los cómicos directamente por las autoridades, asignándole teatro, puesto y sueldo. El personal femenino de cada compañía lo integraban: la primera dama, la segunda, la tercera y así hasta la séptima u octava. A las terceras damas se les llamaba “graciosa” por ser la encargada de los papeles cómicos. El cargo inmediatamente inferior a las damas era el de “sobresalienta” de primeras damas, otras de segunda y otras de música. Tenían la misión de suplir, en caso de enfermedad o ausencia a sus respectiva cómica.
   
    Desde el principio, María Antonia, fue bien acogida por el público, lo cual era muy importante ya que de su agrado o descontento, dependían, las temidas “gritas” o “bullas” con las que aprobaban o desaprobaban las actuaciones. El primer contrato que firmó María Antonia Fernández, la Caramba, en Madrid, fue como sobresalienta de música o de cantado. Las condiciones a que se sometió nuestra tonadillera fueron: “Sobresaliente de música con obligación de alternar en las tonadillas con las demás partes  y también cantar en el sainete dos días a la semana”. Los biógrafos de María Antonia repiten que el nombre artístico de la Caramba nació a los pocos meses de estar actuando en Madrid. Para su presentación en el teatro, se había escrito una coplilla que en su estribillo repetía varias veces la palabra “Caramba”. Esta interpretación fue muy bien acogida y el estribillo “usted quiere… ¡Caramba! ¡Caramba!” muy pronto corrió por el Madrid de entonces. De la noche a la mañana la Caramba fue una copla, una bandera, la novia de la Corte. Su cálida voz, sus arranques de hembra andaluza, sus “jondos” y bien sentidos jipíos flamencos levantaron un impresionante oleaje de entusiasmo y su popularidad creció vertiginosamente.



    El centro de la vida social de Madrid se encontraba en el Paseo del Prado, paseo que iba desde el Prado de Atocha, Prado de San Jerónimo y Prado de Recoletos ornamentado con las fuentes de Cibeles y  Neptuno. El Paseo del Prado se convirtió en el gran escaparate de la sociedad y la moda. Allí se podían admiras, a duquesas, a cómicas, a usías y a la alegre y bulliciosa soldadesca de casacas de colores. Era normal, pues, que la fama de la Caramba hubiera saltado del teatro al paseo del Prado. Sus extravagantes atuendos a la última moda, la gracia y donaire con que los lucia, le granjearon muy pronto la admiración de las mujeres. El traje de maja era muy vistoso y parecía creado para mujeres bien “plantas” como María Antonia.

    El paseo de María Antonia por el Prado era siempre un espectáculo. Su presencia la esperaban los hombres y la acechaban las mujeres. En cierta ocasión, las cortesanas quedaron intrigadas por un nuevo tocado que la Caramba llevaba en la cabeza ya que no lo habían visto en ningún otro sitio. El tocado, que tanto escándalo iba a generar consistía en una gran moña de brillantes colores que se ponía sobre la cofia. Era muy vistoso, alegre y le favorecía mucho. Las mujeres empezaron a copiar hasta la profusión aquel adorno personal de la tonadillera, bautizándolo con el sobrenombre de “caramba”. El adorno alcanzó tal grado de popularidad que llegó a ser de uso general. El mismo Goya inmortalizó el tocado de la tonadillera en sus cuadros, pintándolo en la cabeza de sus majas.

    Relacionando a la Caramba con las cómicas de su tiempo, de ella se llegó a decir: “Mayor ruido que todas estas promovía entonces en la Corte la “tercera de música” María Antonia Fernández, sobrenombrada la Caramba, célebre por su belleza, su canto desgarrado y gitanesco donde acumulaba toda la voluptuosidad andaluza”. Pero el arte de la Caramba no se limitaba solamente a la interpretación de las difíciles piezas populares, donde contaba mucho el desplante y la majeza de la cantante. Ponía también en juego dotes naturales de primer orden. También la Caramba cantaba dificilísimas arias italianas, llenas de gorgoritos en cavatinas, en zarzuelas y en óperas. María Antonia adquiere toda su plenitud artística en la temporada 1778-1779, cuando su popularidad  hace posible su ascenso a “graciosa de música”. Tenemos que tener en cuenta que cono graciosa de música, solo existían dos en cada compañía, una cantando y otra para papeles cómicos, con parte de música.



    Dentro de las vicisitudes por las que pasó la tonadillera, se encuentra la denuncia que sufrió María Antonia por parte de la duquesa de Alba y la duquesa de Benavente. Ambas se sintieron aludidas en unas de sus canciones compuesta por su maestro de música, Pablo Esteve, en la letra se  hacía alusión a los devaneos aristocráticos y en la representación, ella salía ataviada a la moda francesa, imitando a las damas de la aristocracia madrileña. Este hecho, debido a la popularidad de las damas a las que se refería, se difundió profusamente, traspasando los linderos de la villa y a María Antonia le supuso mayor reconocimiento. Este escándalo dilató su fama de hembra de tronío. De este suceso salió airosa ya que en su defensa alegó que ella solo era cómica y cantaban lo que le componían.

    Era por aquel entonces María Antonia Fernández, una mujer de veintiocho años, bella, prodiga, jovial y segura de sí en aquellos escenarios de su apoteosis. En 1780, María Antonia, se retira del teatro. Por esta época, estaba más interesada en promesas de matrimonio que en asuntos artísticos. El pretendiente de la tonadillera no tenía nada que ver con el teatro. Tampoco era un hombre arrogante ni atrevido. Se trataba de un joven de finos modales, tímido, con pretensiones intelectuales. Madrileño, de origen francés, se llamaba Agustín de Sauminque y Bedó, se había convertido en un asiduo y ferviente admirador de las actuaciones de su ninfa, era ceremonioso e insulso, de carácter apocado.  Esta situación era la antítesis de lo conocido por María Antonia anteriormente. Para ella tenía el encanto de lo desconocido, quizá por ello se atrevió a dar el paso. Agustín pertenecía a una familia acomodada que, evidentemente, se negó a este enlace. La madre no quería por nuera a la primera tonadillera de los teatros de la Corte, a quien se le atribuían toda clase de aventuras. Por ello Agustín y María Antonia decidieron casarse en secreto. Para evitar los largos trámites burocráticos de la época, María Antonia falsificó los documentos exigidos por la vicaria. Mientras el novio soñaba, ella calculaba la invasión de sus bienes y exigía recibo de su dote. El día 10 de Marzo firmaron las escrituras dotales, se casaron en Madrid en la parroquia de los cómicos. El 15 de Abril, María Antonia reapareció en el teatro, más bella y mas suntuosa que nunca. Su matrimonio había durado escasamente un mes. Nadie sabe quien abandonó a quien ni el motivo que originó tan repentina separación, pero para María Antonia el matrimonio no podía ser una cadena perpetua. Agustín Sauminque no podía encontrar en María Antonia la esposa sumisa, austera y tradicional que necesitaba un hombre como él.



    En 1785, María Antonia, La Caramba, tenía treinta y cuatro años. En aquella época a esa edad ya no se era muy joven. Pero los muchos años que la tonadillera gozaba del favor del público le habían concedido suficiente prestigio para seguir siendo la reina de la tonadilla. Su fuerte atractivo, su extraña ligereza, su gracia y pasión la mantenían en el pedestal que justamente conquistara a su llegada a la Corte. Días más tarde de haber finalizado la temporada teatral de 1785 va a dar su habitual paseo por el Prado. Sale de su casa y de repente, descargan un furioso aguacero. Los peatones se dispersan y corren a guarecerse. La Caramba se cobija en el convento de capuchinos de San Francisco, del Prado. La Caramba entró en la iglesia del convento. En el púlpito, un religioso preparaba a sus feligreses para la semana de Pasión. Algunas beatas la miraban con insolencia. Se veía que le molestaba su presencia. ¡Qué escándalo entrar en un santo lugar con aquellas provocativas ropas! El sermón terminó y los rezos se fueron extinguiendo. María Antonia tardó en salir. El temporal había pasado. La atmósfera era fresca y olorosa. En el cielo aparecían jirones azules. Ella misma era otra. Con paso resuelto se dirigió a su casa.

    María Antonia vivía con su madre, María Manuela Fernández, esta,  cuando oyó decir a su hija “nunca más volveré al teatro”, temió por su salud. ¿Qué había ocurrido? Aquel día murió la Caramba, la tonadillera más hermosa de la corte, la novia de todos, la mujer que compartía su vida con el teatro, los toros y el Prado. Y nació la beata María Antonia, como muy pronto la llamó todo Madrid. La gran metamorfosis psicológica de la tonadillera fue asombrosa. Durante algún tiempo es la comidilla de Madrid, nadie cree en esta conversión. Algunos van a las iglesias buscando el rostro de la Caramba, pero no la hayan ya que su rostro está irreconocible. Su bien dibujada figura está amorfa bajo un disfraz de negro y burdo sayal. Pasan los meses y María Antonia vive entregada a la más increíble austeridad. Sale de una iglesia para entra en otra. La mujer intenta huir de sí misma, convirtiéndose en su propio fantasma. Se ha desprendido de todos sus lujos y comodidades. Comienza a odiar su propia carne, tanto como a su pasado. Algunos apasionados de la tonadillera esperan una ruidosa vuelta a la escena, pero no vuelve. Y, poco a poco, la Caramba se va convirtiendo en sombra. Las frecuentes mortificaciones a que María Antonia se somete debilitan su cuerpo hasta el desfallecimiento. Muy pronto su salud empieza a debilitarse y cae gravemente enferma. En mayo de 1787, hace testamento. Declara su matrimonio con Agustín Saumique y nombra como albacea y testamentaria a su madre.

    El 10 de junio de 1787, muere María Antonia Vallejo Fernández. Tenía treinta y seis años. A esta temprana edad, era una mujer decrépita, acabada. Fue enterrada según su deseo en la iglesia de San Sebastián, de donde era feligresa. Muchos años después se la recordaba en tonadillas, romances y canciones de ciegos, los denominados pliegos de cordel. El eco popular de la Caramba resonó durante varias generaciones vivamente.

 Fuentes: coralarmiz.com

martes, 23 de octubre de 2012

Cristóbal Balenciaga.


    Hubert de Givenchy, presidente de patronato de la Fundación Balenciaga, dijo de él: "Balenciaga fue el creador del arte de la alta costura. Elegante en su vida y en su obra, su pasión por la vida le llevó a convertirla en arte. Cada una de sus creaciones tuvo siempre algo de escultura, de música y de pintura, expresadas en trajes de impecable y serena armonía".



    Cristóbal Balenciaga Eizaguirre (Guetaria, Guipúzcoa, 21 de enero de 1895 - Jávea, Alicante, 23 de marzo de 1972), más conocido simplemente como Balenciaga, fue un prestigioso diseñador de moda español. Maestro entre maestros, es considerado uno de los creadores más importantes de la alta costura, que desempeñó su trabajo principalmente en la ciudad de París durante más de tres décadas. Anteriormente tuvo una formación de sastre y diversas marcas propias en España. Contemporáneo de Coco Chanel y Christian Dior, es el modisto de alta costura español más importante de la historia.

    Cristóbal Balenciaga Eizaguirre nació en Getaria el 21 de enero de 1895, en un humilde domicilio situado en el número diez de la calle Zacayo, hoy llamada Aldamar. Hijo de José Balenciaga Basurto y Martina Eizaguirre Embil, su padre era marinero y su madre costurera, y ambos trabajaban con ahínco para sacar adelante a su joven familia. Tras la muerte de José en 1906, Martina hubo de intensificar su trabajo y, a los encargos que realizaba para algunas familias importantes de la zona, entre las que destacaba la de los marqueses de Casa Torres, se sumaron las clases de costura que impartía a las jóvenes de la localidad en su propio domicilio. El joven Cristóbal daría sus primeras puntadas de mano de su madre, antes de establecerse en San Sebastián como aprendiz en una de las mejores sastrerías de la capital guipuzcoana.



    Lo que a primera vista se presenta como un entorno poco favorable para la formación de un niño y su introducción en el sofisticado mundo de la alta costura, se revela mucho más complejo e interesante una vez se profundiza en el ambiente que rodeó a Cristóbal Balenciaga en su Getaria natal. Lo cierto es que Cristóbal vivió unas excepcionales circunstancias desde su infancia de la mano de sus padres y de las relaciones que se derivaban de sus respectivos trabajos, teniendo un natural y temprano acceso al refinamiento y a los gustos propios de las clases privilegiadas que marcarían de manera determinante su personalidad y genio creativo.




    Ya de pequeño soñaba con ser modisto, y pasaba las horas muertas dibujando los diseños de las grandes agujas de la época. Se inicia en la costura de la mano de su madre Martina Eizaguirre que trabaja como costurera para importantes familias de la zona entre las que destaca la de los marqueses de Casa Torres. Gracias a su madre se introdujo en la vida de los marqueses de Casa Torres, una aristocrática familia que veraneaba en su palacete de Getaria llamado “Vista Ona” y que le abrió los ojos a un mundo totalmente distinto del que compartía con sus amigos y familiares. En Vista Ona se le presentó la oportunidad de admirar su forma de vida, sus gustos artísticos e intelectuales, y lo que era más importante para él, su exclusivo guardarropa. Junto a Martina, tuvo acceso a lo más representativo y exquisito de la moda de fines del siglo XIX y principios del XX, y conoció los cortes, los tejidos y los diseños de los mejores sastres ingleses y modistos parisinos de la época, lo que sin duda constituyó una excelente y temprana introducción al mundo de la moda. Todo ello ocurría en un momento en el que San Sebastián orientaba gran parte de su actividad económica hacia el fomento de un veraneo de élite, que no solo afectaba a la capital, sino también a otras localidades costeras del territorio, entre las que destacaba la villa de Zarautz, a apenas 5 kilómetros de Getaria, y donde se reunían algunas de las familias nobiliarias más destacadas del país. En este proceso desempeñó un papel determinante el llamado veraneo regio, promocionado por la reina regente María Cristina e imitado por la Corte. De sus modos, modas y de los actos en los que participaban tuvo también noticia Cristóbal Balenciaga a través de su padre. Como patrón de la escampavía Guipuzcoana, una pequeña embarcación que realizaba funciones auxiliares para la familia real durante el verano, José Balenciaga trasladaba a los miembros de la familia real y la Corte en sus excursiones y salidas de recreo por el territorio, así como en sus desplazamientos por la bahía de La Concha. Desde su modesta posición, conoció a la reina, y a sus hijas y damas, y pudo trasladar estas experiencias a su hijo más joven. Cristóbal tuvo la oportunidad de verlo con sus propios ojos y de admirar los rígidos, aunque magníficos, atuendos de la reina y de sus damas. 



    Cuenta la leyenda que, siendo un chaval de 13 años, Cristóbal Balenciaga quedó extasiado ante la elegancia de la marquesa de Casa Torres, vecina de Getaria, y que ésta, conmovida ante la ilusión del muchacho por aprender el noble oficio de la aguja, le envió a casa un pedazo de tela y uno de sus más exclusivos trajes para que lo copiara y pudiera así demostrar sus dotes. Ni que decir tiene que el joven salió airoso de la prueba y que la marquesa, madre de la que sería futura reina Fabiola de Bélgica, desde entonces se convirtió en su mecenas. El exquisito gusto de la marquesa y su espléndido guardarropa, adquirido en los mejores establecimientos de París y Londres, introducen al joven Cristóbal en un mundo de refinamiento propio de las élites culturales europeas.



    Podríamos decir que la infancia y los primeros años de adolescencia de Cristóbal Balenciaga en Getaria fueron determinantes para la formación personal y orientación profesional del futuro modisto. Hoy se le rinde homenaje allí donde  Balenciaga decidió dedicarse al oficio de la costura durante el resto de su vida.

    En 1907 se traslada a San Sebastián e inicia su período de aprendizaje como sastre en algunos de los mejores establecimientos del momento, como Casa Gómez y New England. En 1911 comienza a trabajar en los Grandes Almacenes Au Louvre de San Sebastián, y en solo dos años es nombrado jefe de taller de confecciones para señora. Su trabajo en Au Louvre le proporciona la oportunidad de conocer París y las grandes casas de costura de la capital internacional de la moda. En 1914 se traslada a Burdeos donde trabaja en una conocida casa de modas propiedad de unos amigos. 



    Tras un decisivo viaje a París (estancia financiada por la marquesa de Casa Torres), Balenciaga comenzó su carrera en serio, en el mundo de la moda. Tres años más tarde, en 1917, establece su propia casa denominada C. Balenciaga en el número 2 de la calle Vergara de San Sebastián. En 1918 se asocia con las comerciantes donostiarras Benita y Daniela Lizaso, inyectando así nuevo capital en la empresa, y en 1919 constituye formalmente, junto a las hermanas Lizaso, la sociedad Balenciaga y Compañía por un período de seis años (iniciado en enero de 1918). La nueva empresa permanece en la calle Vergara. Posteriormente en 1924, disuelta la sociedad Balenciaga y Compañía, se establece en solitario con el nombre Cristóbal Balenciaga en el número 2 de la avenida de la Libertad. La reina María Cristina y la infanta Isabel Alfonsa se hacen clientas de Cristóbal Balenciaga, siguiéndoles otras damas de la familia real y la Corte.



    En 1927 funda una nueva empresa dedicada a la alta modistería tradicional con el nombre de Eisa Costura, sita en el número 10 de la calle Oquendo de San Sebastián. El nuevo establecimiento coexiste con el salón de alta costura de la Avenida.  La proclamación de la Segunda República en 1931, provoca el exilio de la clientela más distinguida de Cristóbal Balenciaga, que verá drásticamente mermada su actividad de alta costura. El modisto se ve obligado a replantear su negocio. En 1932 abre un nuevo establecimiento de modistería llamado B. E. Costura en la capital guipuzcoana, en la calle Santa Catalina. En 1933, al cese de la actividad de Eisa Costura y B. E. Costura, Balenciaga funda un nuevo establecimiento bajo el nombre de EISA B. E. Costura, en el primer piso del número 2 de la avenida de la Libertad. La firma Cristóbal Balenciaga se traslada al segundo piso del mismo edificio. Abre una sucursal en Madrid, en la calle Caballero de Gracia, 42, a la que en 1935 seguirá una tercera en Barcelona situada en el número 10 de la calle Santa Teresa. Pero los ojos de Balenciaga estaban puestos en París, donde abrió otro atelier en 1937 y, desde donde sus volúmenes y el corte casi arquitectónico de sus prendas que le habían hecho famoso en España, se asomaron al mundo para deslumbrarlo.



    Con el estallido de la Guerra Civil, abandona el país y se establece en París. Cesa temporalmente la actividad normal de sus tres casas de San Sebastián, Madrid y Barcelona. En julio de 1937 constituye la sociedad BALENCIAGA junto a Nicolás Bizcarrondo y Wladzio d´Attainville. El 5 de agosto presenta, con gran éxito, su primera colección de alta costura en el 10 de la Avenue George V de París. En 1938 cambia la denominación de su establecimiento de San Sebastián, que pasa a llamarse Eisa Costura. Las casas de Madrid y Barcelona adoptarán el nuevo nombre tras el fin de la Guerra Civil, en 1941 y 1942 respectivamente. Balenciaga presenta una colección de profunda influencia historicista con claras reminiscencias de la moda del siglo XVII y el Segundo Imperio francés. El éxito de sus vestidos «Infanta» es arrollador. En la década de los 40 las creaciones de Balenciaga presentarán además reminiscencias de la indumentaria tradicional e histórica española, sobre todo, a través de su soberbio empleo de ricos bordados y pasamanería en espectaculares modelos de noche. Si en 1939 presentaba una línea de hombros caídos, de cintura pinzada y caderas redondas (un estilo que anticipaba el new look de Dior de 1947) años después se permitió el lujo de reinventar la silueta femenina con sus vanguardistas vestidos saco, las mangas tres cuartos, las faldas balón, el talle alto, las caídas en forma de túnica, y la manga murciélago, formas todas ellas sostenidas gracias a su magistral tijera y adornadas con grandes botones.



    Finalizada la Segunda Guerra Mundial, Balenciaga participa en el «Théâtre de la Mode», una exposición itinerante de muñecas-maniquíes vestidas de alta costura por los mejores creadores de París que recorrerá Europa y América. Fue un esfuerzo colectivo dirigido a reivindicar el papel de la capital francesa como centro internacional de la moda.

    En 1947 nace el primer perfume de la Casa Balenciaga con el nombre Le Dix y Balenciaga presenta la línea denominada tonneau o barrol, iniciando una interesante etapa de experimentación del volumen en torno al talle y en la espalda. En 1951 Balenciaga opta de nuevo por la fluidez y huye de las encorsetadas figuras imperantes desde 1947. Siguiendo los principios que guiaron la línea barril, introduce el traje semientallado, caracterizado por su volumen en la espalda que contrasta con el talle ajustado en el frente.



    Es a partir de los años 50 cuando empieza a ser reconocido y despliega toda su creatividad. En 1955 nace Quadrille, el tercer perfume de la Casa y Balenciaga presenta la túnica, un vestido en dos piezas de líneas rectas y depuradas que envuelve el cuerpo sin oprimirlo. A la túnica le sigue en 1957 el vestido saco, un paso más en la evolución que comenzó con la línea barril en 1947. Sus creaciones de líneas puras y fluidas continúan revolucionando la moda del momento. Será en 1958 cuando presente el vestido baby doll, caracterizado por la sencillez de su silueta trapezoidal que elimina el talle, y los vestidos de cola de pavo real, más largos por detrás que por delante. Abraham crea para el modisto el gazar, un tejido de propiedades escultóricas apto para sus creaciones cada vez más conceptuales. El Gobierno francés le otorga el título de Chevalier de la Légion d’honneur por sus servicios a la industria de la moda. La prensa internacional lo consagra como «el Maestro» y el «Rey de la alta costura».



    Sin embargo Balenciaga tuvo problemas durante su apogeo. En un principio se negó a unirse a la Chambre Syndicale de la Haute Couture debido a que rechazaba sus exigencias, pero al poco se unió al sindicato. En 1956, decidió separarse del calendario oficial de desfiles acordado por la Chambre Syndicale de la Haute Couture y comenzó a presentar sus colecciones a la prensa justo antes de enviarlas a sus clientes para evitar copias y ganar en visibilidad, por lo que es expulsado de la cámara. Desde entonces sus diseños a pesar de ser alta costura no lo fueron en el sentido legal, así que para la Chambre Syndicale de la Haute Couture, Balenciaga nunca creó Alta Costura.

    Balenciaga definió la profesión de modisto como sigue:

Un buen modisto debe ser: arquitecto para los patrones, escultor para la forma, pintor para los dibujos, músico para la armonía y filósofo para la medida.




lunes, 15 de octubre de 2012

La seda en el siglo XVIII.


    La seda en España.

    Hubo una importante producción de seda en la zona mediterránea española (Valencia y Murcia) a partir del siglo XV. Continuó siendo una industria importante durante la Edad Moderna, con un auge en el siglo XVIII, y en la Contemporánea, modernizándose el proceso de producción a mediados del siglo XIX, intruduciéndose sederos franceses (Boix Jacquet en Gandía, 1865, luego comprado por Lombard). La crisis de muchos sectores industriales que no pudieron competir con el mercado internacional produjo su decadencia a partir del último cuarto del siglo XX.
   
    La historia de la seda vista por los enciclopedistas de las Luces.

    En el siglo XVIII, mientras la cría del gusano de seda y la fabricación del tejido de seda se extendían con rapidez en Francia, los enciclopedistas del Siglo de las Luces escriben un exhaustivo artículo acerca de la seda. El artículo "seda" de la Enciclopedia de Diderot y d'Alembert se inicia con una breve historia de la seda, antes de pasar a describir todas las prácticas y técnicas. Centrado fundamentalmente sobre la difusión del tejido en Europa, este texto nos informa acerca de conocimientos de la época, algunos de ellos falsos.

    "Los antiguos no eran conocedores de los usos de la seda, ni del modo de trabajarla: la veían como obra de una especie de araña o caracol, que la extraía de sus entrañas, y la enlazaba alrededor de las ramitas de los árboles. Llamaban a ese insecto ser de Seres, nombre de un pueblo de Escitia que lo criaba: Por esa razón la propia seda se llamaba sericum. Sin embargo, el ser se parece muy poco a nuestro bombyx o gusano de seda; el primero vive cinco años, mientras el último muere cada año, tras envolverse de una corteza o bola amarillenta, que, compuesta de hilitos extendidos en redondo, forma lo que llamamos seda.

    El arte de trabajar la seda se inventó en primer lugar en la isla de Cos [información falsa e incoherente con el resto del artículo], y el honor se atribuye a Pánfila, hija de Platis. Este descubrimiento no permaneció ignorado por los romanos durante demasiado tiempo. La seda les llegaba de Sérica [de China] que era el lugar en el que se hallaban los gusanos que la producen. Pero estaban tan lejanos de sacar ventaja de este descubrimiento que ni siquiera se les pudo hacer creer que tan bello hilo fuera obra de un gusano, y establecieron al respecto mil conjeturas quiméricas.

    Esta obstinación ocasionó que la seda fuera una mercancía muy escasa para ellos durante varios siglos. Se compraba incluso a precio de oro; de manera que Vopisco nos dice que el emperador Aureliano negó a su esposa la emperatriz un vestido de seda que ella le pedía insistentemente, debido a que resultaba demasiado cara. Posteriormente, dos monjes que llegaban de las Indias a Constantinopla en 555, trajeron con ellos una gran cantidad de gusanos de seda, con las instrucciones necesarias para que los huevos eclosionaran, criar y alimentar a los gusanos, para extraer la seda, hilarla y trabajarla: después de esto se establecieron para ello manufacturas en Atenas, Tebas y Corinto.

    Hacia el año 1130 Roger I de Sicilia estableció una manufactura de seda en Palermo y otra en Calabria, que fueron dirigidas por obreros procedentes del botín traído de Atenas, Corinto y otras ciudades, que este príncipe había conquistado en su expedición a Tierra Santa. De modo natural, añade Mézeray, el resto de Italia y España aprendieron de los Sicilianos y de los Calabreses el modo de criar los gusanos de seda y de trabajar la seda: y a la larga, los franceses por el hecho de ser vecinos, empezaron a imitarlos poco antes del reinado de Francisco I.

    Las grandes ventajas que procedían de esas nuevas manufacturas avivaron el deseo de Jacob I, rey de Inglaterra de introducirlas en su reino: recomendó varias veces desde lo alto de su trono, y comprometió a sus súbditos, en términos muy presionantes, para que plantaran moreras, y  criaran gusanos de seda: pero por desgracia no tuvo éxito. Sin embargo parece por muchas experiencias que encontramos en las Transacciones filosóficas y otros lugares, que el gusano de seda aprovecha y trabaja tan bien se mire como se mire en Inglaterra, como en cualquier otro lugar de Europa."Seda", Encyclopédie ou dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers.

Fuentes: Wikipedia.

domingo, 14 de octubre de 2012

El origen de la seda.


    Según la tradición china, la historia de la seda empieza en el siglo XXVII a. C. Prosigue durante tres milenios de exclusividad durante los que China exporta este tejido precioso sin revelar jamás el secreto de su fabricación. El arte de fabricar seda se transmitió después a otras civilizaciones gracias a mercaderes, ladrones y espías de todo tipo, como monjes o diplomáticos. Una vez llega a Europa occidental a finales de la Edad Media, la producción de seda alcanza la fase de la industrialización a partir del siglo XIX. Luego sufrirá una importante decadencia, relacionada con el rápido desarrollo de la fabricación de este tejido en ciertos países de Asia y con las epidemias que afectaron a los gusanos de seda en Francia. Se ha vuelto a convertir finalmente en una producción esencialmente asiática.

    Mitos y leyendas acerca de sus orígenes.

    La seda ha permanecido durante tanto tiempo como un misterio que las numerosas civilizaciones que la descubrieron, en especial gracias a las rutas de la seda que recorren Eurasia, inventaron numerosas leyendas al respecto. Por ejemplo, las leyendas persas dan cuenta de la aparición de la primera pareja de gusanos de seda, surgidos del cuerpo de Job.

    Por otra parte, los escritos de Confucio y la tradición china cuentan que en el siglo XVII a. C. un capullo de gusano de seda cayó en la taza de té de la emperatriz Leizu. Al intentar sacarlo de su taza, la joven de catorce años empezó a devanar el hilo del capullo. Tuvo entonces la idea de tejerlo. Tras observar la vida del gusano de seda a instancias de su marido, el Emperador Amarillo Huang Di, empezó a enseñar a su corte el modo de criarlos, la sericicultura. Desde ese momento, la joven permanecerá en la mitología china como diosa de la seda.

    Sobre el origen del gusano de seda, otra leyenda de la China nos cuenta que una muchacha había prometido que se casaría con quién le trajera de vuelta a su padre, que estaba en la guerra, al escuchar esta promesa el caballo de la familia salió en busca del padre y a partir de entonces el animal miraba a la chica con intenciones de que ésta cumpliera su ofrecimiento, ante tanto “atrevimiento” se dio muerte al caballo y se lo despellejó. Un día, la muchacha, al ver la piel del caballo puesta al sol, empezó a pisotearla diciendo: “¡Y aún querías casarte conmigo!”. Entonces de repente la piel envolvió a la chica y desaparecieron juntos. Tiempo después aparecieron sobre un árbol, donde formaban una pareja de gusanos de seda. Siempre siguiendo las leyendas, la seda salió de China en dirección a la India en los cabellos de una princesa prometida a un príncipe de Khotan. Esta princesa, negándose a quedarse con su amada tela, desafió la prohibición imperial de exportar gusanos de seda.

    A pesar de que la seda fue exportada muy pronto a países extranjeros, la sericicultura fue siempre un secreto cuidadosamente guardado por los chinos. Los otros pueblos tuvieron que inventar diversos orígenes para este maravilloso tejido. Así, los Romanos, grandes admiradores del tejido, estaban convencidos de que los chinos obtenían el hilo de las hojas de los árboles. El conocimiento que en el Imperio romano tenían de la seda china, resaltaba sobre todo lo imaginario, el secretismo y lo exótico. En un principio, los romanos se imaginaban que la seda era el producto de una especie de árbol de lana y que estos “seres (de Sericum) bebedores de agua”, vivían hasta los 200 o los 300 años. Eso es por ejemplo lo que afirmaba Plinio el Viejo en su Historia natural o Virgilio en las Geórgicas.

    Historia.

    Los tejidos de seda fueron elaborados por primera vez en la antigua China, y algunos indicios apuntan a que se fabricaron ya alrededor del año 3000 a. C., aunque hay evidencias más firmes de que la seda se usaba más ampliamente hacia el año 1300 a. C. La leyenda dice que ya por entonces la Emperatriz de China Xi Ling-Shi (Hsi-Ling-Shih, Lei-tzu) usaba vestidos de seda. Al principio la seda era un tejido reservado exclusivamente a los miembros de la familia imperial china, tanto para su propio uso como para ser regalado. Pero con el tiempo, dado su cada vez mayor uso a través de la cultura china acabó extendiéndose su producción, tanto geográfica como socialmente, hasta otras zonas de Asia. La seda se convirtió rápidamente en un producto de lujo muy apreciado por los comerciantes, debido a su textura y brillo, además de ser un producto muy accesible y cómodo de transportar. Es por ello que este producto llegó a tener una fuerte demanda, convirtiéndose en un elemento básico del comercio internacional pre-industrial. En el año 2007 unos arqueólogos descubrieron en una tumba en la provincia de Jiangxi los restos de un vestido, cuyas fibras de seda estaban estrechamente tejidas y teñidas, fechada alrededor de la época de la dinastía Zhou del Este, con una antigüedad de unos 2500 años. Aunque los historiadores sospechan que la formación de la industria textil china relacionada con la seda fue un proceso largo, se sabe de la búsqueda de la manera de poder emplear los tejidos de seda mediante "técnicas complicadas" con las que se trataba el tejido y se teñía. Tales pruebas concretas y directas se encontraron antes de que se descubriera la excavación de Mawangdui y otras sedas que datan de la época de la dinastía Han (202 a. C.-220 d. C.).

    La primera prueba del comercio internacional de la seda fue el hallazgo de una fibra de seda en el pelo de una momia egipcia de la 21ª dinastía, alrededor del año 1070 a. C. En última instancia, el comercio de la seda alcanzó lugares tan lejanos como el Subcontinente Indio, Oriente Medio, Europa y el norte de África. Este comercio estaba tan extendido que el conjunto de las principales rutas comerciales entre Europa y Asia se le llegó a conocer como la Ruta de la Seda.

    Los emperadores de China se esforzaron por mantener en secreto el conocimiento de la sericicultura para conservar el monopolio de su país. Aun así, la sericicultura llegó a Corea alrededor del año 200 a. C., alrededor del primer siglo después de Cristo ya había llegado a la antigua Khotan y por el año 300 d. C. la producción de seda estaba prácticamente establecido en la India.

Fuentes: Wikipedia.

martes, 9 de octubre de 2012

Obras teatrales de Moratín.


    El viejo y la niña.

    La primera comedia escrita por don Leandro fue estrenada el 22 de mayo de 1790, pero su génesis y redacción se remontan a varios años antes, quizás a 1783. El propósito del autor (condenar una unión que no debía haberse efectuado, no sólo por la desigualdad en la edad de los cónyuges, sino sobre todo por el interés y el engaño con que fue concertada) queda bien manifiesto desde el primer momento.

     La comedia nueva.

    La compañía de Eusebio Ribera estrenó el 7 de febrero de 1792 en el Teatro del Príncipe La comedia nueva, acompañada de un fin de fiesta de Ramón de la Cruz, El muñuelo. La comedia se mantuvo en cartel siete días con una entrada muy aceptable, y se repuso a menudo durante los años siguientes. La comedia estaba terminada en diciembre de 1791.

    Se trata de una obra maestra de la sátira teatral. El asunto es el estreno de una «comedia nueva», El gran cerco de Viena, escrita por el ingenuo e inexperto en la escritura dramática don Eleuterio Crispín de Andorra. El apelativo de «comedia nueva» se daba, como es lógico, a una obra que se publicaba o representaba por primera vez, en oposición a las «antiguas», esto es, las del Siglo de Oro; y las de repertorio, estrenadas en fecha anterior. En el café donde se desarrolla la acción se produce una animada discusión entre partidarios y detractores de la comedia, que representa el tipo de teatro que triunfaba entonces en los escenarios madrileños. Así consigue Moratín, mediante un artificio metateatral, dar idea de los absurdos y despropósitos del teatro de su tiempo.

    Ya en sus comentarios a La comedia nueva se ocupó el mismo Moratín de documentar minuciosamente todas y cada una de las particularidades de la comedia heroica de don Eleuterio, desde el mismo título, remedo de tantas comedias que narraban cercos y tomas de ciudades, hasta las escenas de falsos diálogos en forma de soliloquios simultáneos, pasando por las descripciones de hambres pavorosas, de las que cita significativos ejemplos de La destrucción de Sagunto (1787), de Gaspar Zavala y Zamora, y El sitio de Calé (1790) de Luciano Francisco Comella.

    El primer elemento que llama la atención es que la obra está escrita en prosa. Era esta una forma de escribir teatro poco común en la década de 1790. Dramas como El delincuente honrado de Jovellanos son prácticamente los únicos en prosa escritos hasta entonces.

    Los cafés eran una de las novedades de la España del siglo XVIII, como lo habían sido en el resto de Europa. Esta moda encontró su reflejo en el teatro: Carlo Goldoni había escrito una comedia titulada La bottega del caffè, conocida sin duda por Moratín, pues en La comedia nueva se utiliza alguna situación de la obra goldoniana, como es el reloj parado del pedante.

    La comedia es de una factura técnica perfecta, un ejemplo de ajuste a las normas neoclásicas. Las unidades se siguen de forma rigurosa. La sala del café es el único espacio donde sucede toda la acción. La unidad de tiempo es tan perfecta que es una de las pocas obras en donde se cumple el ideal de que la representación dure exactamente lo mismo que la acción dramática.

    El barón.

    En 1787 Moratín había recibido un encargo que no podía menos que cumplir. La condesa de Benavente, doña Faustina, le encargó escribir una zarzuela. Haciendo de tripas corazón, escribió El barón, zarzuela en dos actos que envió a la condesa. Con gran alegría de Moratín, no se llegó a representar nunca, pero corrió manuscrita y durante el viaje a Italia se hizo una adaptación sin permiso del autor que, con música de José Lidón, llegó a los escenarios. Moratín recuperó la obra y decidió convertirla en comedia. Así lo hizo. La obra se estrenó, allá por el año 1803 en el Teatro de la Cruz.

    La mojigata.
También de esta comedia empezaron a circular copias manuscritas a partir de 1791. Fue enmendada y ensayada por los actores de la compañía de Ribera, y finalmente representada en el Teatro de la Cruz el 19 de mayo de 1804. Con La mojigata Moratín seguía con su análisis personal del problema de la educación femenina en sus repercusiones sociales.

    El sí de las niñas.

    El sí de las niñas es una comedia que trata sobre Doña Paquita, una joven de 16 años obligada por su madre doña Irene a casarse con Don Diego, un sensible y rico caballero de 59 años. Sin embargo este ignora que Doña Paquita está enamorada de un tal «Don Félix», quien en realidad se llama Don Carlos, y es sobrino de Don Diego. Con este triángulo amoroso como argumento se desarrolla la obra, cuyo tema principal es la opresión de las muchachas forzadas a obedecer a su madre y entrar en un matrimonio desigual y en este caso con una gran diferencia de edad entre los contrayentes.

    La clave de la obra se encuentra en la contradicción que caracteriza a Don Diego en el tema de la educación de los jóvenes y la elección de estado: su práctica, su actuación, no concuerda con la teoría. Pide libertad para la elección de estado (una libertad negada entonces a los jóvenes), critica la falsa concepción de la autoridad por parte de los padres: comprende que ese falso autoritarismo es la raíz de muchos males; quiere que Paquita elija con libertad.

    Pero en la práctica, don Diego, que es el protector de su sobrino Carlos, comete con él los mismos errores que critica en teoría. Esta contradicción entre la teoría y la práctica es el hilo que conduce la trama teatral.

    La derrota de los pedantes.

    La obra en prosa más conocida de Moratín es La derrota de los pedantes, artificio alegórico, compuesto a la manera del Viaje del Parnaso cervantino, la República literaria de Saavedra Fajardo, o las Exequias de la lengua castellana de Forner: las Musas, ayudadas por los buenos poetas, arrojan del Parnaso a librazo limpio a los malos escritores. Muchas de sus burlas van contra los tópicos y variedades de los poetas de todo tiempo, pero otras muchas se dirigen contra autores concretos que se citan o que, por los datos aducidos, pueden reconocerse fácilmente. La cultura y el gusto artístico de Moratín hacen de la generalidad de sus juicios certeras definiciones, pero claro está que no puede faltar alguna estrecha interpretación propia del gusto de la época y de las ideas literarias del autor; así, por ejemplo, entre los libros que se disparan como «malos» se incluyen las comedias de Cervantes, el «Arte» de Gracián y no pocos poetas barrocos, como Jacinto Polo de Medina, Gabriel Bocángel, Villamediana y otros varios.

Fuentes: Wikipedia.

domingo, 7 de octubre de 2012

Leandro Fernández de Moratín.


    Leandro Fernández de Moratín (Madrid, 10 de marzo de 1760 - París, 2 de junio de 1828) fue un dramaturgo y poeta español, el más relevante autor de teatro del siglo XVIII español.



    Biografía.

    Nació en Madrid en 1760, de noble familia asturiana. Su padre era el poeta, dramaturgo y abogado Nicolás Fernández de Moratín y su madre Isidora Cabo Conde. Se crio en un ambiente donde eran frecuentes las discusiones literarias, pues su padre Nicolás fue un hombre dedicado a las letras. A los cuatro años, enfermó de viruela, lo que afectó su carácter, volviéndolo tímido. No cursó estudios universitarios porque su padre estaba en contra, y comenzó a trabajar como oficial en una joyería.

    A los diecinueve años, en 1779, ya había conseguido el accésit de poesía al concurso público convocado por la Academia. En 1782 ganaría el segundo premio con suLección poética. En 1787, y gracias a la amistad de Jovellanos, emprende un viaje a París en calidad de secretario del conde de Cabarrús, entonces encargado de una misión a París. La experiencia fue muy provechosa para el joven escritor. Vuelto a Madrid, obtiene su primer gran éxito con la publicación de la sátira La derrota de los pedantes. El Conde de Floridablanca le hace entonces la merced de un beneficio de trescientos ducados, y Moratín se ordena de primera tonsura, requisito indispensable para poder disfrutar del beneficio. A poco de llegar Godoy al poder logró la protección del favorito, que le ayudó a estrenar sus comedias y aumentó sus ingresos con otras sinecuras eclesiásticas.

    Durante cinco años viajó por Europa, regresando a Madrid en 1797 para ocupar el cargo de secretario de Interpretación de Lenguas, que le permitió vivir sin apuros económicos.

    En 1808, a la caída de Godoy, tomó partido por los franceses y llegó a ser nombrado bibliotecario mayor de la Real Biblioteca por el rey José Bonaparte. A partir de entonces fue tachado de «afrancesado», por lo que hubo de refugiarse en Valencia, Peñíscola y Barcelona al producirse el cambio político.

    Leandro Fernández de Moratín fue un hombre de teatro en el sentido amplio de la palabra. A su condición de autor teatral hay que añadirle otros aspectos menos conocidos, pero que fueron tan importantes para él como éste y le ocuparon a veces más tiempo, esfuerzo y dedicación que sus propias obras. Fue Moratín uno de los fundadores de la historiografía teatral española. Sus Orígenes del teatro español, obra que dejó inédita y que fue publicada en 1830-1831 por la Real Academia de la Historia, es uno de los primeros estudios serios y documentados del teatro español anterior a Lope de Vega. Es también de gran interés el «Prólogo» a la edición parisina de sus obras en 1825, en donde resume, desde una perspectiva clasicista la historia del teatro español del siglo XVIII. Moratín fue también un activo impulsor de la reforma teatral de su tiempo. Relacionado con los círculos del poder que estaban interesados en esta reforma y heredero de las ideas de su padre, no dejó de promover una renovación de toda la estructura teatral vigente en la España de su época. La comedia nueva es uno de los hitos de esta campaña de reforma emprendida por los intelectuales que se movían alrededor del gobierno desde mediados del siglo cuando proponían reformas Ignacio de Luzán, Agustin de Montiano y Luyando, Blas Nasarre y Luis José Velázquez. Murió en París en junio del año 1828.

    Obra dramática.

    Es el más importante autor dramático de la escuela neoclásica española. Sus máximas son: el teatro como deleite e instrucción moral (escuela de buenas costumbres) y una acción que imite de modo verosímil la realidad. De ahí nace el apego a las reglas dramáticas en todas sus facetas, especialmente la regla de las tres unidades: la de unidad de acción, de lugar y tiempo.

    La separación de géneros la realizó con tal precisión, que no llegó a escribir tragedias, pese a ser un género muy en boga en el Neoclasicismo europeo. Su carácter le llevó a la comedia, género que define diciendo: «pinta a los hombres como son, imita las costumbres nacionales existentes, los vicios y errores comunes, los incidentes de la vida doméstica; y de estos acaecimientos, de esos privados intereses, forma una fábula verosímil, instructiva y agradable».

    Teoría de la comedia.
La exposición más extensa y detallada de sus ideas sobre la comedia se encuentra en el «Prólogo» que compuso para acompañar la edición definitiva de sus obras publicada en París en 1825. Hablando de sí mismo en tercera persona, el dramaturgo proporciona, entre otras muchas doctrinas sobre el teatro, su definición del género cómico: «imitación en diálogo (escrito en prosa o en verso) de un suceso ocurrido en un lugar y en pocas horas entre personas particulares, por medio del cual […] resultan puestos en ridículo los vicios y errores comunes en la sociedad, y recomendadas por consiguiente la verdad y la virtud».

    Obra poética.

    El tomo III de las Obras dramáticas y líricas de 1825 está dedicado a la lírica. Su obra abarca casi cincuenta años de dedicación a la poesía, que dieron como fruto poco más de un centenar de poemas: ciento nueve poemas seguros más uno atribuido recoge Pérez Magallón en su edición de las Poesías completas (Barcelona: Sirmio, 1995) de Leandro. Moratín es autor de un centenar de composiciones poéticas: nueve epístolas, doce odas, veintidós sonetos, nueve romances, diecisiete epigramas, «composiciones diversas», consistentes en ocho poemas líricos que se apartan de las modalidades tradicionales, dos traducciones y una elegía, el «romance endecasílabo» o «canto épico» en cuartetos La toma de Granada, y nueve traducciones de Horacio. Miembro de la Arcadia Romana con el nombre de Inarco Celenio, Moratín, en calidad de lírico, no puede ser considerado un poeta de originalidad y fantasía de primera fila. Sin embargo, no cabe duda que merece que se le sitúe cerca de los dos auténticos poetas líricos del siglo XVIII español, Manuel José Quintana y Juan Meléndez Valdés, y no entre los demás poetas de su tiempo, fundamentalmente mediocres. Sus preocupaciones en cuanto a la forma son la corrección, la armonía y el equilibrio expresivos, en una atmósfera neoclásica, como es lógico, pero veteada de una serie de matices de recogimiento y melancolía que se remontan a Horacio por una parte, y, por otra, a ciertos estados de ánimo del momento histórico y poético del autor. Leandro de Moratín no fue un retrasado poeta del XVIII español, ni un anticipo de vagas tonalidades románticas, sino un puro y fiel representante de ese auténtico resurgir del gusto clásico que coincide, en su plenitud, con los albores del romanticismo.

Fuentes: Wikipedia.

lunes, 1 de octubre de 2012

Gaspar de Jovellanos.


    Baltasar Melchor Gaspar María de Jovellanos y Ramírez (Gijón, 5 de enero de 1744 – Puerto de Vega, Navia, 27 de noviembre de 1811) fue un escritor, jurista y político ilustrado español.



    Biografía:

    Primeros años.

    Nació en el seno de una familia noble de Gijón, aunque sin fortuna. Tras cursar sus primeros estudios en Gijón, en 1757 marchó a Oviedo para estudiar Filosofía en su universidad. En 1760, bajo la protección del obispo local, parte hacia Ávila para realizar estudios eclesiásticos. En 1761 se gradúa como bachiller en Cánones (Derecho canónico) en la Universidad de Osma (Soria), obteniendo la licenciatura en la Universidad de Ávila en 1763. En 1764 fue becado en el Colegio Mayor de San Ildefonso de la Universidad de Alcalá, para seguir sus estudios eclesiásticos, graduándose de bachiller en Cánones. Allí conoció a Cadalso y a Campomanes. Después de licenciarse ocupó en 1767 la plaza de magistrado de la Real Audiencia de Sevilla. Allí fue alcalde del crimen y oidor en 1774. En 1775 fue uno de los promotores de la Sociedad Patriótica Sevillana, de la que fue secretario de artes y oficios.


    Madrid.

    En 1778 consiguió el traslado a la Sala de Alcaldes de Casa y Corte en Madrid, en parte gracias a la influencia del duque de Alba, a quien había tratado en Sevilla. En Madrid entró en la tertulia de Campomanes, a la sazón fiscal del Consejo de Castilla, el cual le encomienda distintos trabajos que le satisfacen especialmente, reconociendo en Jovellanos un hombre de amplia formación y reconocida solvencia en el terreno económico. En 1780 accede al Consejo de Órdenes Militares. En 1782 formó parte de la comisión que puso en marcha el Banco de San Carlos. Fue miembro de la junta de comercio de la Sociedad Económica Matritense y, desde diciembre de 1784, su director. Redacta diversos estudios sobre la economía de España, entre los que tiene singular valor el Informe sobre la Ley Agraria en la que aboga por la liberalización del suelo, recogiendo el pensamiento liberal, norma sobre la que el Consejo de Castilla había volcado sus esperanzas para reformar y modernizar el agro peninsular. Plenamente integrado en la vida cultural madrileña, fue miembro de la Real Academia de la Historia (1779), de la Real Academia de San Fernando (1780) y de la Real Academia Española (1781). Sin embargo, el inicio de la Revolución francesa paralizó con Carlos IV las ideas ilustradas y apartó de la vida pública a la mayoría de los pensadores más avanzados.


    Asturias.

    Tras la caída de su amigo Francisco de Cabarrús, Jovellanos se vio obligado a marchar de la Corte, desterrado, estableciéndose en su ciudad natal en 1790, donde redactó un Informe sobre espectáculos que le había encargado la Real Academia de la Historia y viaja por Asturias, Cantabria y el País Vasco para conocer la situación de las minas de carbón y las perspectivas de su consumo. Jovellanos ya se había mostrado favorable al aumento de la producción, para lo cual era preciso liberalizar la explotación de mineral. Tras sus viajes mineros presentó nueve informes con los resultados de su comisión y consiguió que se liberalizase parcialmente la explotación de carbón en 1793.

    Entre 1790 y 1791 viajó varias veces a Salamanca para encargarse de la reforma de los Colegios de las Órdenes Militares. Como subdelegado de caminos en Asturias (1792) intentó acelerar la conclusión de las obras de la carretera a Castilla (que había comenzado en 1771), a fin de terminar con el aislamiento de Gijón, pero la falta de fondos imposibilitaría su final.

    A iniciativa de Jovellanos se creó en 1794 el Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía en Gijón, en el que intentó aplicar las ideas de la Ilustración en la enseñanza.


    Últimos años.

    Tras la alianza con la Francia revolucionaria, Manuel Godoy pretendía realizar ciertas reformas y contar con los más importantes de los ilustrados, por lo que le ofreció a Jovellanos el puesto de embajador en Rusia que este rechazó. Sin embargo, el 10 de noviembre de 1797 aceptó el puesto de ministro de Gracia y Justicia desde el que intentó reformar la justicia y disminuir la influencia de la Inquisición, pero tras nueve meses en el gobierno cesó el 16 de agosto de 1798 y volvió a Gijón. Allí proyectó la creación de una Academia Asturiana que tendría como función el estudio de la historia y de la lengua asturiana, y elaboró 200 fichas de léxico del asturiano.
En diciembre de 1800, tras la destitución de Mariano Luis de Urquijo como ministro de Estado, vuelve Godoy al poder y ordena la detención de Jovellanos el 13 de marzo de 1801 y su destierro a Mallorca, primero al monasterio de la Real Cartuja de Jesús de Nazaret donde fue bien tratado por los monjes —en el actual municipio de Valldemossa— y luego a la prisión del castillo de Bellver. Durante los años de prisión empeoran sus problemas físicos y aumenta su religiosidad. Poco a poco, y gracias a que conservaba el sueldo de ministro, compró muebles lujosos y muchos libros, pese a padecer cataratas. Liberado el 6 de abril de 1808, tras el motín de Aranjuez, rechazó formar parte del gobierno de José Bonaparte y representó a Asturias en la Junta Central y desde allí contribuyó a reformar las Cortes. Tras la instauración de la Regencia dejó Cádiz y llegó a Muros el 6 de marzo de 1810. Allí permaneció varios meses y escribió la justificación política de su actuación en la Junta Central, Memoria en defensa de la Junta Central, que se imprimió en La Coruña. Tras la marcha de los franceses de Gijón, el 27 de julio de 1811 dejó Galicia y volvió a Gijón, aunque un contraataque francés hizo que tuviera que marcharse una vez más. Enfermo de pulmonía muere en Puerto de Vega el 27 de noviembre de 1811.

    Obra.

    Jovellanos cultivó varios géneros literarios (como poesía y teatro) pero sus escritos principales fueron ensayos de economía, política, agricultura, filosofía, costumbres; desde el espíritu reformador del Despotismo ilustrado. Entre ellas destacan el Informe sobre la ley agraria que escribió en una primera versión en 1784 pero que no envió hasta 1787 a la Sociedad Económica Matritense, quien la remitió al Consejo de Castilla y que se publicó en 1795. En ella Jovellanos se muestra partidario de eliminar los obstáculos a la libre iniciativa, que dividía en tres clases: políticos, morales y físicos. Entre ellos estaban los baldíos, la Mesta, la fiscalidad, la falta de conocimientos útiles de los propietarios y labradores, las malas comunicaciones y la falta de regadíos, canales y puertos. Para corregir esta situación Jovellanos propone que los baldíos y montes comunales pasaran a propiedad privada, disolver la Mesta, cercar las fincas, y que los arrendamientos estuvieran basados en el pacto libre entre los colonos y los propietarios, además de la limitación de los mayorazgos y la supresión de la amortización eclesiástica o de la eliminación de las trabas sobre los agricultores, además de la reforma de los impuestos. A esto habría que añadir la reforma de la enseñanza, para hacerla más práctico, dándole más importancia a las materias científicas, y la inversión del Estado en obras públicas. Estas medidas crearían las condiciones para la constitución de un mercado de tierras, un aumento de la producción y la creación de un mercado nacional unificado que posibilitarían que aumentara la población y su nivel de vida, lo que serviría de base para el inicio de la industrialización.

    Durante su estancia en Sevilla fue uno de los participantes en la tertulia de Pablo de Olavide, lo que influyó para que comenzara a escribir poesía amorosa y redactó la primera versión de la tragedia El Pelayo (1769) y la comedia El delincuente honrado (1773). Pelayo o La muerte de Munuza es la única tragedia redactada por Jovellanos. Es obra de juventud, compuesta en Sevilla, en 1769, cuando su creador contaba con veinticinco años de edad, si bien fue corregida entre 1771 y 1772. La obra fue objeto de una reelaboración que dio lugar a una versión nueva, hecha entre 1782 y 1790. Se debió transmitir en manuscrito. Sólo en 1792 apareció una impresión, y ésta de carácter pirata. Su representación no tuvo lugar hasta 1782, trece años después de ser escrita; en aquel año se estrenó en Gijón. A principios de octubre de 1792 tuvo lugar su estreno en Madrid». La contribución de Jovellanos a la comedia se reduce a una sola obra, y ésta en los límites del género: El delincuente honrado, escrita en Sevilla para la tertulia de Olavide, y estrenada en Madrid veinte años más tarde, en 1767. Se trata de una comedia sentimental, derivación española de la «comédie larmoyante», creada en Francia por Nivelle de la Chausée.

    También tradujo el primer libro de El paraíso perdido de Milton. Fue el impulsor de una serie de mejoras en su ciudad natal, como la carretera Gijón–León, que aunque no vio terminada, significó el traslado del comercio marítimo asturiano desde el puerto de Avilés al de Gijón. Además, impulsó todo tipo de reformas en el ámbito nacional, siendo un ilustrado clave de la época.

Fuentes: Wikipedia.