domingo, 26 de mayo de 2013

Homosexualidad en la antigua Roma.


    Las fuentes históricas disponibles sobre la práctica de la homosexualidad en la antigua Roma, sus actitudes y aceptación del hecho son abundantes. Hay obras literarias, poemas, grafitos y comentarios sobre las predilecciones de todo tipo de personajes incluso de emperadores solteros y casados. Sin embargo, las representaciones gráficas son más escasas que en la Grecia clásica.

    Las actitudes hacia la homosexualidad fueron cambiando con los tiempos, según el contexto histórico, oscilando desde la fuerte condena hasta una considerablemente amplia aceptación. De hecho, fue considerada una costumbre cultural en ciertas provincias.

    Tratando estos comportamientos, es fundamental recalcar que el término homosexualidad es problemático e impreciso aplicado al mundo antiguo, ni siquiera había una palabra traducible como tal en latín ni en griego antiguo, con el mismo significado que el moderno concepto de homosexualidad. La bisexualidad parece que era la norma, pero ya autores antiguos reconocen que en la antigua Roma había hombres que mantenían relaciones sexuales exclusivamente con hombres.

República inicial.


    En los comienzos de la república romana las relaciones homosexuales entre hombres libres estaban penadas incluso con la muerte por la ley Scantinia. No se conocen los términos exactos de la ley, aunque es citada varias veces por los legisladores posteriores, pero parece que legislaba contra ciertas formas de contacto sexual, como la pederastia, que era considerada una práctica griega degenerada y como tal y generalmente reprobada, y también contra aquellos casos en los que un ciudadano ejercía un papel pasivo en la práctica del sexo anal. Por lo que en realidad no prohibía todas las prácticas homosexuales, no haciendo ninguna restricción legal al uso sexual de los esclavos varones por parte de su dueño, ni aquellos casos en los que el hombre libre ejerciera el papel activo.

Mediados y finales de la república.


    Las costumbres griegas fueron siendo aceptadas gradualmente por la sociedad romana a finales de la república y principios del imperio. Sin embargo, las relaciones con el mismo sexo surgieron de una forma bastante diferente de cómo era la homosexualidad en la antigua Grecia. Como los hombres ostentaban, en particular el pater familias, completamente la autoridad en la sociedad romana, las relaciones con el mismo sexo a menudo se establecen como interacciones del tipo amo/esclavo. Usar a los esclavos para la satisfacción sexual del amo era considerado legítimo, incluso en contra de los deseos del esclavo. Por lo tanto era aceptable que un ciudadano romano adulto penetrara a su esclavo, ya fuera hombre o mujer, pero no estaba bien visto que fuera él el penetrado. El término catamita, joven sirviente sexual pasivo, era usado comúnmente para insultar o ridiculizar a alguien.

Imperio.


    La pederastia había perdido las restricciones que tenía en su estatus como forma de educación ritual hacía mucho tiempo (el proceso de cambio se había producido ya en los sofisticados y cosmopolitas griegos) y en su lugar se convirtió en una forma de satisfacción del deseo sexual y su práctica se generalizó compitiendo con el deseo por las mujeres, aunque los conservadores la condenaban junto con otras formas de obtención de placer. Tácito atacó las costumbres griegas definiéndolas como "gymnasia et otia et turpes amores" (deporte, holgazanería y amores vergonzosos) En cambio, otros escritores no condenaron la pederastia per se, pero censuraron o alabaron varios de sus aspectos.

    En el siglo I Suetonio y Tácito constatan la generalización de matrimonios entre hombres sin trabas, ya que el matrimonio en la sociedad romana era un contrato privado. El emperador Nerón fue el primer emperador romano que se casó con otro hombre, y lo hizo en tres ocasiones. Edward Gibbon ya en 1776 confirma que de los doce primeros emperadores solo a Claudio le interesaban exclusivamente las mujeres. Todos los demás tuvieron chicos u hombres como amantes. El hecho de que Claudio no tuviera ningún amante masculino fue objeto de crítica por parte de Suetonio en su obra "Las vidas de los doce césares".

    Existen numerosos ejemplos de literatura lírica ensalzando el amor y las relaciones homoeróticas. Los poetas latinos de la época dan por hecho que todos los hombres sienten deseo homosexual en algún que otro momento. Ejemplos de poetas con alguna obra que alaban estas relaciones son Cátulo, Horacio, Virgilio u Ovidio. Petronio en su obra el Satiricón describe la sociedad imperial y sus costumbres y en ella se alude frecuentemente a relaciones homosexuales entre sus personajes. Por su parte, Marcial defiende las relaciones pederastas ensalzando el amor hacia el efebo, no su mero uso sexual. En un pasaje anecdótico menciona que es descubierto por su esposa "dentro de un chico", ella le recrimina con desprecio diciéndole que no le podría dar lo mismo que ella. Él replica con una lista de personajes mitológicos que, a pesar de estar casados, tienen un joven amante masculino y termina diciendo que la diferencia con una mujer es solo que ella tiene dos "vaginas".

    La práctica de la pederastia tiene su cenit durante el reinado del emperador de origen hispano y helenófilo  Adriano, que comparte la pasión por los muchachos con su antecesor Trajano. Es famoso su amor por el joven griego Antínoo. Tras su prematura muerte ahogado, Adriano erigió templos en Bitinia, Mantineia y Atenas en su honor, y hasta le dedicó una ciudad, Antinoópolis.

    Cabe destacar al joven emperador Heliogábalo, conocido por sus numerosos amantes y que a principios del siglo III escandalizó a sus contemporáneos casándose públicamente dos veces vestido de mujer, adoptando así explícitamente el papel pasivo en la relación. Son múltiples las anécdotas sobre su comportamiento lascivo, y los soldados de su guardia personal eran conocidos como los rabos de burro por ser reclutados en las termas entre los mejor dotados. El también emperador del siglo III Filipo el Árabe, a pesar de que se cree que fue el primer emperador cristiano, fue conocido por su afición a los muchachos.

    La aceptación social de las relaciones pederastas y homoeróticas fue decayendo a lo largo de los siglos a medida que se fue implantando el cristianismo.

Preferencias.


    Aunque fue la norma en Grecia y Roma que el erómeno, miembro joven de la pareja, fuera el pasivo y el mayor, o erastés, fuera el activo, existen (especialmente en el periodo romano) evidencias de que había hombres mayores que preferían el papel pasivo. Marcial, por ejemplo, describe el caso de un hombre mayor que adoptaba el papel pasivo y dejaba que su joven esclavo ocupara el de activo. Existían muchos prejuicios contra los hombres que adoptaban el papel de pasivo. Se creía que solo el participante activo obtenía placer del encuentro sexual. En general, el papel pasivo se equiparaba con el papel de la mujer, que en una sociedad patriarcal como la romana era muy bajo. Suetonio dice que el emperador Nerón tomaba el papel pasivo durante las relaciones sexuales con el liberto Doriforo. Además se les acusa de dedicar demasiado tiempo en su apariencia física para atraer y complacer a sus amantes. Así eran usualmente aludidos de forma despectiva con términos como kinaidos o cinaedus (palabras también aplicadas a los eunucos).

    Hay citas sobre el gusto hacia varones que no eran adolescentes. Otra vez Suetonio informa que el emperador Galba se derretía por los hombres fuertes y experimentados. Más de una vez hubo informes de que soldados eran sexualmente acosados por algunos de sus oficiales superiores.

    Además de las repetidamente mencionadas relaciones anales también hay muchas evidencias de que el sexo oral era frecuente. Este grafito de Pompeya es inequívoco: "Segundo es un chupapollas muy habilidoso".

    A diferencia de la antigua Grecia, en Roma un pene grande era considerado un signo de atractivo y masculinidad importante, a imagen del dios de la fertilidad Príapo. Petronio describe con admiración cómo un hombre con un pene enorme en un baño público buscaba encuentros excitado. Muchos emperadores romanos son satirizados por rodearse de hombres con grandes órganos sexuales.

Subcultura.


     Hay unos pocos indicios de que algo parecido a una subcultura homosexual estaba ya empezando a desarrollarse en la antigua Roma, aunque ciertamente no es comparable con la moderna subcultura. En Roma alrededor del 200 d. C. había una calzada donde se reunían los prostitutos masculinos, especializándose en los papeles de activo y pasivo. Había hombres que buscaban marineros en las proximidades del distrito cercano al Tíber. Los baños públicos también son referidos como lugares para encontrar compañeros sexuales. Juvenal señala que allí los hombres se rascaban la cabeza con un dedo para identificarse ante los demás.

    El color verde fue durante siglos un código para los homosexuales. A los hombres afeminados se les llamaba galbinati, precisamente por su supuesta afición por el color verde.

Homosexualidad femenina.


    La sociedad romana era muy machista y rechazaba cualquier actividad de la mujer fuera del papel de esposa y madre, por lo que debió existir en secreto. En el siglo I d. C. hay una gran cantidad de referencias a la posibilidad de la homosexualidad femenina. Ovidio llega a negar la posibilidad de que tal cosa exista. Hay citas posteriores muy hostiles hacia estas prácticas, tanto que mencionan el asesinato de una mujer a manos de su marido. Marcial mismo, que se jacta de practicar relaciones con chicos, tiene una opinión muy negativa del amor lésbico.

    Se ha encontrado una prueba de su existencia durante el imperio, en Egipto, un hechizo de amor en griego redactado claramente por una mujer, llamada Sarapias, con el propósito de ganar el corazón de otra mujer, Herais. Lo que podría suponer que, fuera de Roma, en las provincias con influencia griega no fuera visto tan negativamente.

Moralidad.


    Hubo muchos vaivenes respecto a la consideración social de las prácticas homosexuales en la sociedad romana. En los principios de la república, la pederastia era reprobada y despreciada como un signo de afeminamiento de los griegos. A mediados de la república, los actos homosexuales eran ampliamente aceptados si el activo era un romano y el pasivo un esclavo o un no-romano. Las desviaciones de este patrón eran moralmente censuradas, pero aparentemente tenían pocas consecuencias legales. Marcial y Plauto califican un amplio rango de comportamientos homosexuales, principalmente mofándose de ellos como de otras desviaciones menores del comportamiento normal, pero sin moralizar realmente. Aunque existe alguna condena, como la sentencia del año 108 contra C. Vibius Maximus, un oficial romano en Egipto que tuvo una relación con un joven de la nobleza.

    Juvenal critica algunos aspectos de la homosexualidad masculina, y especialmente censura que romanos de alta cuna presuman de moralidad públicamente pero que en secreto asuman la sexualidad pasiva, que siempre estuvo mal vista. Encuentra digno de lástima que haya hombres que abiertamente desempeñen el papel pasivo pero los considera más honestos. En cambio alaba el amor verdadero de un hombre hacia un chico.

    Aunque los actos homosexuales eran comúnmente aceptados en el ámbito de lo privado, existía cierta hipocresía y la opinión pública generalmente censuraba todas las expresiones públicas de homosexualidad. Cuando el joven conquistador Julio César estaba destinado en Macedonia tuvo una relación con el rey de Bitinia Nicomedes, se dice que asumiendo el papel de pasivo, aunque dañó un poco su reputación (se mofaron de él llamándole la reina de Bitinia) no tuvo ninguna consecuencia legal. La relación de Adriano con el joven Antínoo también fue criticada.

    Con la llegada del cristianismo al poder, aunque quizá un poco antes, cualquier expresión de amor homosexual se convirtió en tabú y se proscribió su práctica. En 390 Teodosio I proclamó una ley prohibiendo definitivamente todas las relaciones sexuales con los del mismo sexo, castigándolas con la pena de muerte. Y la condena se mantendría en la legislación de Justiniano I.

    Las circunstancias que provocaron la masacre de Tesalónica al final del siglo IV dan una prueba de que incluso en la era cristiana la homosexualidad era todavía aceptada por gran parte de la población aunque estuviera oficialmente perseguida. Todo ocurrió cuando un popular auriga fue acusado de acoso sexual a un funcionario del emperador y fue arrestado. La ciudad se sublevó para pedir su liberación, demostrando que la homosexualidad no era vista como un delito en esta parte del imperio.

sábado, 25 de mayo de 2013

La pederastia en la antigua Grecia. III


Relación con el deporte.


     La costumbre de la pederastia estaba vinculada inseparablemente a los deportes organizados. La principal ocasión que hombres y chicos tenían para conocerse y pasar tiempo juntos, además de una ocasión para enseñarles las artes de la guerra y la filosofía, era durante los deportes de gimnasio. Éste era principalmente el campo de entrenamiento para estas disciplinas y lugar de reunión para las relaciones pederastas. En particular la práctica de deportes desnudos era fundamental para el culto al cuerpo y al erotismo que impregnaba las sociedades pederastas. «Con lo que más se relaciona a las ciudades es con los deportes» es la frase que Platón usa para describir los estados donde a los griegos les gustaba prosperar. La palabra deporte usada, gimnasia, no solo se refiere a la disciplina atlética como tal, sino a su raíz griega γυμνός, desnudo, del hecho de que todos los ejercicios realizados por hombres y muchachos se realizaban desnudos. Esto hacía posible la contemplación de la belleza física y sus consecuencias eróticas.

    La belleza y el poder erótico del cuerpo desnudo eran resaltados con el uso de aceites untados sobre él. El abastecimiento de aceites para esta decoración era un gasto muy caro para los gimnasios y se cubría por las arcas públicas y por donaciones privadas. Su uso también fue variando con el tiempo. Al principio se consideraba una falta a la modestia y los muchachos debían evitar ungirse con aceites por debajo de la cintura para no llamar la atención sobre su sexualidad. Esta restricción desapareció presumiblemente en tiempos de Platón.

    La relación entre el entrenador y sus atletas a menudo tenía una dimensión erótica, y el mismo lugar en el que tenían lugar los entrenamientos servía igual para los coqueteos eróticos, como puede verse en muchas escenas de seducción y amatorias en todo tipo de decoraciones artísticas en palestras, y los artilugios encontrados tales como los estrígiles y esponjas.

Aspectos educativos y militares.


     Tanto los escritores antiguos como los modernos historiadores, como Bruce Thornton, coinciden en que el objetivo de la pederastia era pedagógico, encauzar al Eros en la creación de ciudadanos nobles y buenos. Varios temas mitológicos sugieren su utilización tanto en la formación religiosa (véase las historias de Tántalo, Poseidón o Pélope), como en el entrenamiento militar (Hércules e Hilas). El tema de enseñar a conducir un carro aparece varias veces (Poseidón y Pélope, Layo y Crisipus). Se dice que Apolo enseñó a Orfeo, uno de sus amados, a tocar el arpa. Y Zeus lo hizo con su Ganímedes copero, un tema con connotaciones religiosas. De esta forma los amores de los dioses rememoraban y simbolizaban los de los mortales, y sus enseñanzas señalarían el proceso educativo que tenía lugar entre el amante y el amado.

    Tomando como ejemplo el rito cretense, el historiador Éforo nos cuenta que un hombre (conocido como Philetor, el que hace amigos) llevó al chico (conocido como Kleinos, el glorioso) al monte donde pasaron muchos meses cazando y festejando con sus amigos, tan satisfecho quedó el chico del comportamiento de su compañero que se cambió el nombre por parastates, el camarada de lucha en la línea de batalla, y correspondió a Philetor manteniendo con él relaciones íntimas que proclamó públicamente. Los aspectos pedagógicos del relato de Éforo son indiscutibles. Y sin duda es un rito de paso a la edad adulta culminado con el retorno de la pareja de las montañas y el proceso de inculcación de los valores de la sociedad masculina que ha tenido lugar.

    El entrenamiento militar era fundamental en la educación de la sociedad griega, inseparable de las demás materias. La Grecia antigua siempre estuvo envuelta en guerras, tanto internas como externas, por lo que la destreza militar estaba altamente valorada. Pero las ciudades griegas no tenían un ejército regular pagado, como lo entendemos hoy, que entrenara a sus reclutas. Eran los propios ciudadanos los que tenían el deber de formarse militarmente para convertirse en hoplitas. Por lo que una de las funciones principales de la pederastia fue la de cultivar el valor y las habilidades guerreras, así el entrenamiento militar se convirtió en consustancial entre sus tradiciones. Era el erastés el principal encargado de entrenar militarmente a su erómeno, ya que debido a la costumbre griega de matrimonios tardíos, cuando un chico llegara a la edad militar su padre generalmente ya era demasiado viejo para encargarse de esa tarea.

    Por su importancia es de destacar a la tropa sagrada tebana, un batallón de 300 hombres estructurado por parejas de amantes que luchaban juntos, que permaneció imbatible hasta su exterminio en la Batalla de Queronea en el 338 a. C., a pesar de lo cual Filipo II mandó a sus tropas victoriosas rendir homenaje a sus enemigos muertos por haber presentado hasta el final la mayor valentía que jamás había visto en combate.

    En Tebas se rendía culto a Yolao, el erómeno de Heracles. Los amantes hacían un juramento de lealtad en su tumba y se celebraba un festival gimnástico anual, las Yolaia, en su honor.

viernes, 24 de mayo de 2013

La pederastia en la antigua Grecia. II


Aspectos sexuales.


    De acuerdo con las fuentes antiguas el aspecto sexual de las relaciones pederastas varió mucho. En un extremo las relaciones fueron proclamadas como de amor casto, mientras que en el otro lado del espectro leemos acerca de parejas acusadas de mantener sexo anal en todos sus roles.

    Cicerón al describir las costumbres espartanas indica que se esperaba que los intercambios amorosos ocurrieran justo antes de la consumación: «Los lacedemonios permiten todas las cosas a excepción de la atroz hybris en el amor con los jóvenes, ciertamente distinguen lo prohibido de lo permitido con una fina línea de separación y permiten abrazos y tocamientos a los amantes.» Sin embargo los atenienses, enemigos de los espartanos, llamaban a la sodomía «el estilo lacedemonio» que ha llegado hasta hoy con la expresión el vicio lacedemonio. Las fuentes literarias son incluso más subidas de tono, especialmente en la comedia antigua. Por ejemplo Aristófanes en su obra La paz, parodia el rapto de Ganímedes por Zeus convertido en águila, con un personaje cabalgando sobre un escarabajo pelotero hacia el Olimpo, una burla escatológica del sexo anal. Algunos historiadores modernos han concluido que probablemente dependería de cada pareja que las relaciones sexuales fueran completas o no.

    En las pinturas de la cerámica de los siglos VI a. C. y V a. C. que representan cortejos pederastas, el hombre está implorando al joven en una variación del gesto griego de súplica. En éste, normalmente los suplicantes abrazaban las rodillas de la persona a la cual pedían el favor, mientras tocaban su barbilla y le miraban a los ojos. En las cerámicas con imágenes pederastas, el hombre está de pie también mirándole a los ojos y tocando la barbilla del muchacho con una mano, pero con la otra le acariciaba los genitales. Los muchachos son mostrados en un variado grado de rechazo o de aceptación de las atenciones del hombre. Cuando las representaciones muestran las relaciones sexuales es en la forma llamada diamarizein (hacerlo entre las piernas), la pareja está de pie cara a cara, el erastés abraza al joven con su cabeza descansando sobre el hombro del chico mientras que su pene está entre las piernas apretadas del erómeno.

    El sexo anal raramente es mencionado o mostrado, y cuando se hacía se representaba a los amantes sorprendidos por un mirón. Bastantes fuentes mencionan que es visto como vergonzoso. Acerca de esto hay una fábula atribuida a Esopo que dice que la diosa Aeschyne (la modestia o el sentido de la vergüenza), solía entrar en el cuerpo humano por detrás, siempre y cuando Eros no la siguiera por el mismo camino; y que se alejaba volando en cuanto él lo hacía. Fuentes literarias posteriores mencionan que se hizo más corriente al final de la antigüedad. Así mismo algunos grabados epigráficos como el grafiti de Tera se han interpretado como evidencias de que en otros lugares podía haber sido más aceptado.

    K. J. Dover afirmó que no se esperaba que el erómeno sintiera deseo por el erastés, que eso resultaría poco masculino. Pero pruebas más recientes indican que en realidad sí que se producía un deseo recíproco, refutando la teoría anterior. Como señala Thomas Hubbard, en una controversia con David Halperin, que decía que los chicos no se excitarían; algunos vasos cerámicos sí muestran cómo responden sexualmente, y (cf. Aristófanes, Las aves 142) «acariciar el órgano sexual del chico es una de las más comunes representaciones de los gestos de cortejo en las vasijas. ¿Qué sentido podría tener este acto a menos que el amante, de hecho, disfrute sintiendo y viendo como el órgano del chico responde a su estímulo manual?»

    El tema del mutuo deseo también es un tema de debate en los tiempos antiguos. Mientras que el papel pasivo resultaba problemático, que un chico se sintiera atraído por los hombres era considerado un signo de masculinidad, y se pensaba que aquellos chicos que pasaban más tiempo en compañía de hombres era de los cuales se esperaba más éxito, por ser poseedores en mayor medida de los valores masculinos.

Influencia en la literatura y en las artes.


    La pederastia impregnaba la cultura griega en todos sus ámbitos. Famosos políticos, guerreros, escritores y artistas disfrutaron de esta clase de relaciones y está datada su práctica desde al menos el año 600 a. C. hasta el 400.

    Los poetas la idealizaron desde la época arcaica hasta el final del periodo helenístico. Famosos poetas como Alceo, Íbico, Anacreonte, Teognis, Píndaro, Estratón y por supuesto Safo escribieron sobre el amor pederasta. Cinco diálogos filosóficos debaten sobre sus implicaciones éticas. Notables filósofos y eruditos escribieron sobre el tema como Platón, Aristóteles, Jenofonte, Plutarco y Luciano.

    Las tragedias sobre el tema eran muy populares. Los dramaturgos más importantes tenían obras con el tema como trama principal o con personajes que se amaban, como Esquilo, Sófocles y Eurípides. Aristófanes también hizo teatro cómico acerca de las relaciones sexuales entre hombres y jóvenes.

    Numerosas piezas de cerámica, tanto de figuras negras como rojas, portaban decoraciones homoeróticas, con cientos de inscripciones celebrando el amor de los muchachos. La iconografía de los jarrones y vasijas de la época presentan muchas de sus manifestaciones: escenas de cortejo, ofrendas de regalos, muchas de sus funciones educativas como escenas de charlas pedagógicas en el gimnasio y relaciones sexuales de todo tipo. Algunas con textos del tipo inscripción kalos idealizando la belleza y la atracción física del erómeno, que generalmente acompañaban un retrato de un bello amado.

    Incluso el escultor Fidias inmortalizó a su amante Pantarces en mármol inscribiendo su nombre en el dedo de la colosal estatua de Zeus.

    Durante el periodo helenístico historiadores como Plutarco, Ateneo y Claudio Eliano describieron la historia de las relaciones homosexuales en Grecia desde sus orígenes.

jueves, 23 de mayo de 2013

La pederastia en la antigua Grecia. I


    La pederastia griega (del griego παιδεραστία), idealizada por los griegos desde la época arcaica, era una relación entre un joven adolescente (ἐρώμενος, erōmenos, 'amado') y un hombre adulto que no pertenecía a su familia próxima (ἐραστής, erastēs, 'amante'). Surgió como una tradición aristocrática educativa y de formación moral. Los griegos la consideraban por ello un elemento esencial de su cultura ya desde los tiempos de Homero. Es importante señalar que la diferencia de edad entre erōmenos y erastēs es paralela a la que se daba entre los contrayentes del matrimonio en la antigua Grecia: un hombre en la treintena y una jovencita de entre quince y dieciocho años. También cabe remarcar que el erómeno era un adolescente ya entrado en la pubertad y no un niño, como se entiende en el concepto actual de pederastia.

 
    El término deriva de la combinación de dos vocablos griegos: παιδ- (raíz de παῖς, παιδός, 'niño' o 'muchacho') y ἐραστής (erastēs, 'amante'; cf. erotismo). En un sentido más amplio, la palabra se refiere al amor erótico entre adolescentes y hombres adultos. Los griegos consideraban normal que un hombre se sintiese atraído por la belleza de un joven, tanto o más que por la de una mujer. Sólo había controversia sobre la forma en que debía expresarse este deseo.

    La pederastia estaba muy relacionada con la tradición atlética y artística de la desnudez en la gimnasia, con la costumbre de matrimonios tardíos para los varones, con los banquetes y con el hecho de que las mujeres estuvieran recluidas en sus hogares. También era algo fundamental para el entrenamiento militar griego y un factor importante en la formación de sus tropas.

    Los griegos antiguos fueron los primeros en describir, estudiar, sistematizar y establecer la pederastia como una institución. Múltiples teorías intentan explicar el origen de esta tradición. Una escuela de pensamiento, representada por Bernard Sergent, sostiene que el modelo de la pederastia griega evolucionó a partir de los ritos de paso a la edad adulta indoeuropeos, los cuales a su vez tenían sus raíces en las tradiciones chamanísticas neolíticas. Según otra explicación, expuesta por académicos ingleses como William Percy, la pederastia surgió en la antigua Creta alrededor del año 630 a. C. como un medio de controlar la natalidad, retrasando la edad promedio del matrimonio de los hombres hasta la treintena.

    La pederastia no se practicaba del mismo modo en toda la antigua Grecia, pues había una gran diversidad de formas según las regiones y el periodo donde se llevara a cabo. En algunas zonas, como en Beocia, el hombre y el muchacho se unían formalmente y vivían juntos en pareja. En otras, como en Elis y Atenas, se convencía con regalos a los jóvenes para que mantuvieran una relación de noviazgo, y en unas pocas, como Jonia, estas relaciones estaban completamente prohibidas. Por otro lado, a pesar de todo lo dicho sobre los espartanos, parece ser que practicaban la pederastia de una forma casi casta. Un hombre libre podía enamorarse de un joven, proclamarlo públicamente y cortejarlo hasta que éste lo aceptara como compañero.

    Todas las variantes tenían, sin embargo, características comunes: el erastés se convertía siempre en una especie de tutor legal, mentor y amigo del chico. Diferían en los rituales, en la forma de convivencia y el grado de intimidad que alcanzaba la pareja.

    Algunos poetas, como Teognis y Anacreonte, se auto definían como pederastas. Al presentarse de esta manera trataban de encarnar sus propios ideales en la tradición. En el caso de Teognis, la pederastia era política y pedagógica, una forma que la élite masculina tenía de traspasar su sabiduría y valores a sus amados. En cambio, las ideas de Anacreonte son hedonistas, tanto erótica como espiritualmente; pero no por ello resultan menos idealistas que las de Teognis, pues promulgaba como virtud la moderación de los amantes.

    La pederastia griega atravesó una serie de cambios a lo largo del milenio en que existió hasta desaparecer como institución oficial. En el caso de Atenas, parece que estas relaciones devinieron luego de un gran recato en la época arcaica en una práctica más carnal y sin restricciones en la época clásica, seguida de un retorno a una forma más espiritual en sus últimas etapas, que se asemejaba a sus comienzos. Su fin como práctica oficial llegó con un decreto del emperador Justiniano: el mismo que también puso fin a otras instituciones que sustentaban la cultura clásica, como los Juegos Olímpicos y la Academia de Platón.


    La relación erastés-erómeno era fundamental para el sistema social y educativo de la Grecia clásica. Tenía complejas normas de etiqueta sociales tanto a nivel social como sexuales y se consideraba una institución entre las clases superiores. El amante adquiría el estatus de un familiar masculino o mentor del amado. Su tutoría estaba sancionada por el Estado, como evidencian las leyes que regulaban y controlaban esta relación. Así mismo estaban consagradas por el estamento religioso, como se puede ver en multitud de mitos que describen tales relaciones entre un dios y un héroe (Apolo y Jacinto, Zeus y Ganímedes, Heracles e Hilas y Pan y Dafnis; y entre dos héroes: (Aquiles y Patroclo, Orestes y Pílades). Es interesante destacar que los griegos intentaban proyectar apariencia de pederastia, en las maneras, en estas dos parejas, a pesar de que todas las pruebas demuestran que estos dos mitos fueron originalmente creados para simbolizar una relación entre iguales de dos adultos.

    En las fuentes literarias, la pederastia es descrita principalmente como una institución reservada a los ciudadanos libres.

    Los documentos históricos y también mitológicos sugieren que la relación pederasta requería el consentimiento del padre del chico. En Creta se llevaba a cabo un rapto ritual, antes del cual el padre del muchacho tenía que autorizarla y dar el visto bueno al pretendiente valorando su honorabilidad. En Atenas, como afirma Sócrates en el Simposio de Jenofonte: «El amante honrado nada (de lo que incumbe al chico) oculta al padre» Esto concuerda con el importante papel del patriarcado griego que tenía derecho de vida o muerte sobre los hijos. También coincide con la importancia que un hijo suponía para un padre. Además de los lazos afectivos entre ellos, un hijo varón era la única esperanza para la supervivencia de un apellido, de su fortuna y linaje. Para proteger a sus hijos de intentos inapropiados de seducción, los padres les asignaban esclavos llamados pedagogue para vigilarlos. Aunque, de acuerdo con Aechines, los padres atenienses rezaban para que sus hijos fueran guapos y atractivos, sabiendo que esto atraería la atención de los hombres y "se pelearían por ser el objeto de su pasión". El muchacho, para ser objeto de deseo, debía reunir los requisitos para una relación pederasta: tenía que ser kalós (καλός) bello, y agathós (ἀγαθός), bueno, valiente, justo y modesto. Se esperaba del joven que fuera recatado y no se dejara conquistar fácilmente.

    Los chicos empezaban en la pubertad a mantener estas relaciones, aproximadamente a la misma edad en que las chicas eran entregadas en matrimonio, también a maridos bastantes años mayores. Había una diferencia entre ambos tipos de enlaces: los chicos generalmente tenían que ser cortejados y eran libres para elegir a su pareja; las chicas en cambio no tenían elección y sus matrimonios eran concertados entre el padre y el pretendiente. Y frecuentemente eran usadas en acuerdos para obtener beneficio económico o político.

    El patrón general era que el miembro joven mantuviera esta relación hasta que alcanzara la madurez. La pederastia estaba ampliamente aceptada como parte del ritual de paso a la madurez masculina, aunque esta función es todavía debatida.

    La función principal de la relación parece ser que era la introducción del joven en la sociedad adulta y las responsabilidades adultas. Para este fin se esperaba del mentor que enseñara al joven o que velara por su educación, y que diera los regalos ceremoniales oportunos. Por ejemplo, en Creta eran un buey, una armadura y un cáliz. Representaban las áreas de la agricultura, guerra y religión en los que debía desarrollarse. En Beocia, el erómenos recibía un equipamiento militar completo. Además muchos de los regalos estaban vinculados a la función educativa, como instrumentos musicales o de caza. El lazo entre los dos participantes parece que estaba basado en parte por el deseo y amor (generalmente expresado sexualmente) y en parte por los intereses políticos de ambas familias. Un aspecto importante era la amistad entre ambos, expresada por el proverbio de la época: «Un amante es el mejor amigo que un chico tendrá nunca.»

    Estas relaciones eran abiertas y públicas e incluso formaban parte de la biografía de una persona. Así, cuando los historiadores espartanos escribían acerca de un personaje, generalmente lo indicaban como de quien había escuchado o de quien se había inspirado.

    Para el muchacho, y su familia, representaba una gran ventaja tener un mentor mayor e influyente que ampliara su red social. Así, algunos consideraban deseable haber tenido muchos amantes/mentores en sus años jóvenes por dos razones: para demostrar su atractivo físico y para poder forjarse una importante posición social en el futuro. A menudo, después de haber terminado su relación sexual y cuando el joven ya se había casado, se mantenían fuertes lazos de amistad con su erastés de por vida. Los griegos alababan a estos amantes que continuaban su amor después de la madurez de sus amados, diciendo: «Puedes levantar un toro si lo portaste de ternero».

    La pederastia fue la forma idealizada y formal del homo-erotismo con jóvenes, aunque como en otras costumbres sociales, existieron otras variantes menos idílicas, como la prostitución o el uso de chicos esclavos. Sin embargo, otras formas estuvieron prohibidas: como que un esclavo hiciera el amor a un chico (aunque su acceso a las mujeres no estaba impedido) o pagar a los chicos u hombres jóvenes libres a cambio de sexo. Los jóvenes que hubieran vendido sus favores sexuales, eran generalmente ridiculizados y estigmatizados, en su vida futura se les prohibía desempeñar ciertas funciones oficiales. La acusación del político ateniense Esquines, en 346 a. C., en su discurso Contra Timarco es un ejemplo de cómo estas regulaciones eran usadas para obtener ventaja política. En sus discursos contra el mantenimiento de los derechos políticos de Timarco, un experimentado político de mediana edad, argumenta que éste en su adolescencia fue el mantenido de una serie de hombres adinerados. Esquines ganó el caso y Timarco fue condenado a la atimia. Pero Esquines es cuidadoso al reconocer lo que todos sabían en Atenas: sus propios devaneos con jóvenes guapos y los poemas eróticos que les dedicaba, así como los apuros en el que se vio metido por estos, ninguno de los cuales, se apresuró a señalar, fue a cambio de dinero.

    Aunque legal, no era infrecuente que la relación fracasara, y se decía acerca de muchos chicos que «no odiaban a nadie tanto como al hombre que fue su amante». Ver como ejemplo la muerte de Filipo II. Por ello, los cretenses hacían declarar al chico si la relación había sido de su agrado, dándole así una oportunidad de romperla si se había ejercido cualquier violencia contra él.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Dioses domésticos.


    Además de los dioses públicos, que todos los romanos tenían en común, cada familia tenía sus propios dioses, los dioses domésticos. El cabeza de familia o paterfamilias eran el encargado del culto.

Lares.



   Los lares eran deidades romanas hijos de la náyade (ninfa) Lara y el dios Mercurio cuyo origen se encuentra en los cultos etruscos a los dioses familiares.

    La religión de la antigua Roma presentaba dos vertientes: por un lado, los cultos públicos o estatales y, por otro, los cultos privados o domésticos. Dentro de esta segunda vertiente se sitúa la adoración de los llamados dii familiaris o dioses de la familia. Entre estos se encuentran los lares loci, cuya función primordial era velar por el territorio en que se encontraba la casa familiar. Tanto es así, que antes de que la propiedad privada fuese regulada por el derecho, eran los dioses lares los encargados de evitar que los extraños se adentrasen en tierras ajenas mediante, según la creencia popular, la amenaza de enfermedades que podían llegar a ser mortales.

    Las familias romanas sentían una gran veneración por los lares, que representaban en forma de pequeñas estatuas. Éstas se colocaban tanto dentro como fuera de la casa en pequeños altares llamados lararia (sg. lararium), donde se realizaban ofrendas o se les rendía oración. En la casas (sg. domus), el larario solía situarse en el atrio, lo más cerca posible de la puerta principal. En el caso de los apartamentos (pl. insulae), el lararium se colocaba cerca de la cocina, aunque en una misma casa podían existir varios y no era extraño que se encontrasen en los dormitorios. Lo que era importante, sin embargo, es que no estuviesen en lugares poco transitados o escondidos, con el fin de que no fuesen ignorados u olvidados.

    En los primeros tiempos romanos cada casa tenía al menos una estatuilla, más adelante surge cierta confusión entre éstas y las de los manes, almas de los antepasados muertos.

    Si bien el culto a los lares ha desaparecido, todavía pueden observarse algunos vestigios en ciertas costumbres o tradiciones aparentemente cristianas.

    Mientras el cristianismo fue perseguido y hasta castigado con la muerte existió una clara distinción entre éste y el mundo pagano. Con el Edicto de Milán, promulgado por Constantino I el Grande en 313 d. C., se admitió al cristianismo entre las religiones lícitas con una visión tolerante hacia el paganismo y otras formas de elección de conciencia. Pero, a partir de Teodosio I el Grande, comenzó un ataque abierto contra la antigua religión, muy arraigada aún entre el pueblo. Obligados a profesar una única religión oficial, muchas personas continuaron con sus prácticas anteriores, pero dándoles un tinte "cristiano". De esta forma el larario mantuvo su posición cercana a la puerta de entrada, pero conteniendo una imagen de Jesús, de un santo o hasta de la Virgen. Los lares urbanos fueron cambiados por los santos patronos, el lar personal o genio por el ángel de la guarda y así por el estilo. Es un ejemplo interesante de cómo interactúan dos culturas diferentes cuando se relacionan entre sí o una de ellas desplaza a la otra.

Manes.



    Manes, en la mitología romana, era un dios doméstico, junto a lares y penates. Eran espíritus de antepasados, que oficiaban de protectores del hogar. El pater familias o padre cabeza de familia, era su sacerdote y oficiaba sus ceremonias religiosas y ofrendas en las viviendas.

    Los antiguos daban el nombre de manes a las almas de los muertos que suponían errante de un lugar a otro a manera de sombras y a las cuales tributaban en ciertas ocasiones una especie de culto religioso. Los antiguos decían que eran hijos de la diosa Mania y Hesiodo supone que tuvieron por padres a los hombres que vivieron durante el siglo o edad de plata pero Bauier opina que su verdadero origen nació de la idea de que el mundo estaba lleno de genios, unos para los vivos, otros para los muertos: unos buenos y otros malos, etc. Los antiguos no tenían ideas enteramente estables o fijas relativas a los manes: así es que tan pronto los tomaban por las almas separadas de los cuerpos, tan pronto por los dioses infernales o simplemente por los dioses o los genios tutelares de los difuntos.

    De muchos autores antiguos resulta que estos atribuían o suponían a las almas de los difuntos una especie de cuerpos muy sutiles de la misma naturaleza del aire, pero no obstante, organizado y en disposición de ejercer varias funciones de la vida humana como ver, hablar, entender, comunicar, pasar de un lugar a otro, etc.

    Aunque los antiguos no deificaban todos los muertos, no obstante creían que todas las almas de los hombres de bien pasaban a ser una especie de divinidades, por cuya razón solían grabar sobre los sepulcros estas tres letras iniciales D. M. S. Dis manibus sacrum, consagrada a los dioses manes.

    El ciprés era el árbol consagrado a los dioses manes. Se les representaba en los monumentos unas veces sosteniendo un árbol funerario, otras dando hachazos y esforzándose en derribar un ciprés porque este árbol no da renuevos una vez cortado y para indicar que después que la muerte nos ha herido no debemos esperar renacer sino milagrosamente. El número nueve les estaba dedicado como el último término de la progresión numérica por cuya razón era mirado como el emblema del término de la vida. Las habas que según la creencia de los antiguos se parecen a las puertas de los infiernos, les estaban asimismo consagradas.

    El sonido del bronce y del hierro les era inaguantable y les ahuyentaba lo mismo que a las sombras infernales, pero la vista del fuego les era grata. Por esta razón, casi todos los pueblos de Italia solían poner en las urnas o sepulcros una lámpara. Las personas ricas dejaban en su testamento un caudal destinado para la conservación de estas lámparas y manutención de uno o más esclavos para cuidar de ellas. Era un crimen el mayor apagar estas lámparas que castigaban rigurosamente las leyes romanas lo mismo que a los que violaban el sagrado de los sepulcros. Sobre algunos monumentos antiguos los dioses manes son llamados tan pronto Dii sacri, dioses sagrados, tan pronto Dii patrii, dioses protectores de la familia.

Penates.



    Di Penates o en forma abreviada Penates eran, en la mitología romana, originalmente genios protectores del almacén del hogar. Posteriormente, se convierten en dioses de los hogares brindando protección a toda la casa (penates familiares o menores), existiendo también los protectores del estado (penates públicos o mayores). Estaban emparentados con los Lares, Genios y Larvae. Los Penates son mencionados por Propercio (iv.i).

    El nombre se deriva de penus, la despensa o almacén de la casa. Se encargaron, inicialmente, de proteger las despensas, para luego extenderse a toda la casa. Se les ofrendaba una parte de la comida diaria, que debía ser colocada en el corazón de la figura que los representaba.

    Los magistrados de la ciudad prestaban juramento ante los Penates públicos. Algunas veces los Penates eran representados como un par de jóvenes. En la colina Velia en Roma existía un templo dedicado a ellos.

Genio.



    Era el dios personal de cada hombre (el de las mujeres era la diosa Juno). Presidía las bodas y bajo su protección estaban el lecho conyugal y la unión sexual. Se le tributaba culto el día del cumpleaños de cada uno con una ofrenda sencilla: flores, incienso, vino, pasteles. La parte del cuerpo humano que les estaba consagrada de manera particular era la frente, de ahí la costumbre de tocarse la misma cuando oraban o juraban por su Genio. Se le representaba bajo la forma de una serpiente. Como en los casos anteriores, también las ciudades tenían su Genio privado, el de Roma era tan misterioso que ni siquiera se sabía con seguridad su sexo, por lo que se le invocaba siempre con la fórmula siue mas siue femina, "ya seas varón, ya seas hembra".

martes, 21 de mayo de 2013

Mitología Romana.


    La mitología romana, es decir, las creencias mitológicas de los habitantes de la Antigua Roma, puede considerarse formada por partes. La primera, principalmente tardía y literaria, consiste en préstamos procedentes de la mitología griega. La otra, mayoritariamente antigua y culta, funcionaba en formas muy diferentes a las de la equivalente griega.

Naturaleza de los antiguos mitos romanos.


    Los romanos no tenían relatos secuenciales sobre sus dioses comparables a la Titanomaquia o la seducción de Zeus por Hera, hasta que sus poetas comenzaron a adoptar los modelos griegos en el último lapso de tiempo de la república romana. Sin embargo, lo que si tenían, era:

  • Un sistema muy desarrollado de rituales, escuelas sacerdotales y panteones de dioses relacionados.
  • Un rico conjunto de mitos históricos sobre la fundación y auge de su ciudad por parte de actores humanos con ocasionales intervenciones divinas.

Mitología antigua sobre los Dioses.


    El modelo romano incluía una forma muy diferente a la de los griegos de definir y concebir a los dioses. Por ejemplo, en la mitología griega Deméter era caracterizada por una historia muy conocida sobre su dolor por el rapto de su hija Perséfone a manos de Hades. Los antiguos romanos, por el contrario, concebían a su equivalente Ceres como una deidad con un sacerdote oficial llamado Flamen, subalterno de los flamines de Júpiter, Marte y Quirino, pero superior a los de Flora y Pomona. También se le consideraba agrupado en una tríada con otros dos dioses agrícolas, Liber y Libera, y se sabía la relación de dioses menores con funciones especializadas que le asistían: Sarritor (escardado), Messor  (cosecha), Convector (transporte), Conditor  (almacenaje), Insitor  (siembra) y varias docenas más.

    Así pues, la «mitología» romana arcaica, al menos en lo referente a los dioses, no estaba formada por relatos sino más bien el entrelazamiento y las complejas interrelaciones entre dioses y humanos.

    La religión original de los primeros romanos fue modificada por la adición de numerosas y contradictorias creencias en épocas posteriores, y por la asimilación de grandes porciones de la mitología griega. Lo poco que se sabe sobre la religión romana primitiva no es gracias a relatos de la época sino a escritores posteriores que buscaron preservar las viejas tradiciones del olvido en el que estaban cayendo, como el estudioso del siglo I a. C. Marco Terencio Varrón. Otros escritores clásicos, como el poeta Ovidio en sus Fastos (‘calendario’), fueron fuertemente influidos por los modelos helenísticos, y en sus obras se recurre con frecuencia a las creencias griegas para rellenar los huecos de las tradiciones romanas.

Mitología antigua sobre la historia romana.


    En contraste con la escasez del material narrativo sobre los dioses, los romanos tenían una rica panoplia de leyendas sobre la fundación y primera expansión de su propia ciudad. Además de estas tradiciones de origen mayoritariamente local, a este surtido se injertó material procedente de las leyendas heroicas griegas en una época temprana, haciendo por ejemplo a Eneas antepasado de Rómulo y Remo.

    La Eneida y los primeros libros de Livio son las mejores fuentes exhaustivas para esta mitología humana.

Dioses nativos romanos e itálicos.


    Las prácticas rituales romanas de los sacerdotes oficiales distinguían claramente dos clases de dioses: los di indigetes y los di novensides o novensiles. Los indigetes eran los dioses originales del estado romano (véase Di indigetes), y su nombre y naturaleza están indicados por los títulos de los sacerdotes más antiguos y por las fiestas fijas del calendario. Los novensides eran divinidades posteriores cuyos cultos fueron introducidos en la ciudad en el periodo histórico, normalmente en una fecha conocida y como respuesta a una crisis específica o necesidad percibida.

    Las divinidades romanas primitivas incluían, además de los di indigetes, un montón de los llamados dioses especialistas cuyos nombres eran invocados al realizar diversas actividades, como la cosecha. Los fragmentos de los viejos rituales que acompañaban a estos actos como el arado o la siembra revelan que en cada parte del proceso se invocaba a una deidad diferente, estando el nombre de cada una de ellas derivado regularmente del verbo para la operación. Estas divinidades pueden ser agrupadas bajo el término general de dioses asistentes o auxiliares, que eran invocados junto con las deidades mayores. Los antiguos cultos romanos eran más un polidemonismo que un politeísmo: los conceptos que los adoradores tenían de los seres invocados consistían en poco más que sus nombres y funciones, y el numen o ‘poder’ del ser se manifestaba en formas altamente especializadas.

    El carácter de los indigetes y sus fiestas muestran que los antiguos romanos no sólo eran miembros de una comunidad agrícola sino que también estaban orgullosos de luchar y muy involucrados con la guerra. Los dioses representaban distintivamente las necesidades prácticas de la vida diaria, como las sentía la comunidad romana a la que pertenecían. Se entregaban escrupulosamente a los ritos y ofrendas que consideraban apropiados. Así, Jano y Vesta guardaban la puerta y el hogar, los Lares protegían el campo y la casa, Pales los pastos, Saturno la siembra, Ceres el crecimiento del grano, Pomona la fruta, y Consus y Ops la cosecha. Incluso el majestuoso Júpiter, rey de los dioses, era honrado por la ayuda que sus lluvias daban a las granjas y viñedos. En su más amplio carácter era considerado, a través de su arma de rayos, el director de la actividad humana y, por su amplio dominio, el protector de los romanos en sus expediciones militares allende las fronteras de su propio país. Prominentes en la época más antigua fueron los dioses Marte y Quirino, que a menudo se identificaban entre sí. Marte era un dios de la guerra al que se honraba en marzo y octubre. Los investigadores modernos creen que Quirino fue el patrón de la comunidad militar en tiempos de paz.

    A la cabeza del panteón primitivo se encontraba la tríada Júpiter, Marte y Quirino (cuyos tres sacerdotes, o flamines, tenían el mayor rango), y Jano y Vesta. Estos dioses antiguos tenían poca individualidad, y sus historias personales carecían de matrimonios y genealogías. A diferencia de los dioses griegos, no se consideraba que funcionaban de la misma forma que los mortales, y por ello no existen muchos relatos de sus actividades. Este culto primitivo está asociado con Numa Pompilio, el segundo rey de Roma, de quien se creía que tuvo como consorte y consejera a la diosa romana de las fuentes y los partos, Egeria, a quien a menudo se identifica como una ninfa en las fuentes literarias posteriores. Sin embargo, se añadieron nuevos elementos en una época relativamente temprana. A la casa real de los Tarquinios se atribuyó en las leyendas el establecimiento de la gran Tríada Capitolina, Júpiter, Juno y Minerva, que asumió el lugar supremo en la religión romana. Otras adiciones fueron el culto a Diana en el monte Aventino y la introducción de los Libros Sibilinos, profecías de la historia del mundo que, según la leyenda, fueron compradas por Tarquinio a finales del siglo IV a. C. a la Sibila de Cumas.

Dioses extranjeros.


    La absorción de deidades locales vecinas tuvo lugar a medida que el estado romano conquistaba el territorio vecino. Los romanos solían conceder a los dioses locales del territorio conquistado los mismos honores que a los dioses antiguos que habían sido considerados propios del estado romano. En muchos casos las recién adquiridas deidades eran invitadas formalmente a llevar su domicilio a nuevos santuarios en Roma. En 203 a. C., la figura de culto representativa de Cibeles fue retirada de Pesino (Frigia) y acogida ceremoniosamente en Roma. Además, el crecimiento de la ciudad atrajo a extranjeros, a los que se permitía continuar con la adoración a sus propios dioses. De esta forma llegó Mitra a Roma y su popularidad en las legiones extendió su culto hasta tan lejos como Bretaña. Además de Cástor y Pólux, los asentamientos conquistados en Italia parecen haber contribuido al panteón romano con Diana, Minerva, Hércules, Venus y otras deidades de menor rango, algunas de la cuales eran divinidades itálicas, procediendo otras originalmente de la cultura griega de Magna Grecia. Las deidades romanas importantes fueron finalmente identificadas con los más antropomórficos dioses y diosas griegos, y asumieron muchos de sus atributos y mitos.

Los principales dioses del Panteón Romano.

Nombre
Equivalente griego
Función, características
Atributo
Júpiter
Zeus
Padre de dioses y de hombres, soberano de las alturas, el que administra la Justicia, lanza el rayo y amontona las nubes.
El águila, el rayo y el cetro.
Juno
Hera
Reina de los dioses, protectora del matrimonio y de la familia.
El pavo real y la corona.
Neptuno
Poseidón
Dios del mar, de los caballos y de los terremotos.
El tridente y el carro.
Minerva
Atenea
Diosa de la inteligencia y de la guerra justa, protectora de las instituciones políticas, de las ciencias y de las artes, patrona de los artesanos.
El casco, el escudo, la lanza, el olivo y el búho.
Marte
Ares
Dios de la guerra destructiva y de la lucha.
La espada, el escudo y el casco.
Venus
Afrodita
Diosa del amor y la belleza.
La paloma, el espejo y la concha marina.
Apolo
Apolo
Dios de la luz, de la poesía, de la música, de la profecía y de la medicina.
La lira, el arco y la flecha.
Diana
Artemisa
Diosa de la virginidad, de la caza y de la luna.
La luna, el arco de plata, la flecha y el carcaj.
Mercurio
Hermes
Dios del comercio, protector de los caminos y guía del viajero.
El Pétaso, el caduceo, las sandalias aladas y el bolso.
Baco
Dioniso
Dios del vino y de la danza, inspirador del delirio y el éxtasis.
El tirso.
Vulcano
Hefesto
Dios de los volcanes, de los incendios y de la herrería.
El yunque y el martillo.
Plutón
Hades
Dios de la muerte, señor del Inframundo.
La corona de ébano, el trono de ébano y el carro tirado por cuatro caballos negros.

lunes, 20 de mayo de 2013

El matrimonio en la Roma Clásica.

    El matrimonio en la Antigua Roma era una de las principales instituciones de la sociedad y tenía como principal objetivo generar hijos legítimos que heredasen la propiedad y la situación de sus padres. Entre los patricios también servía para sellar alianzas políticas o económicas.


    En la Antigua Roma, el matrimonio se había de cumplir con ciertos requisitos tales como la edad, siendo comunes los catorce años para los hombres y los doce para las mujeres, siendo raro que se casaran pasada la treintena.

    Varios ritos del matrimonio en la Antigua Roma fueron heredados por el mundo occidental contemporáneo, como la existencia de un anillo de compromiso, el consentimiento de los padres, un velo para la novia, la unión de las manos de los contrayentes o el acto del beso con la novia después de que quien dirigía la ceremonia de matrimonio los declarase legalmente casados, lo que demuestra que todos los países poseen la influencia de una de las civilizaciones más poderosas del mundo antiguo.

    En un principio, no era necesario un acto jurídico o religioso para que el matrimonio fuera considerado legal en la Antigua Roma, bastaba la convivencia entre un hombre y una mujer para que éstos fueran considerados casados. La estructura jurídica del matrimonio se desarrolló en la época de la República Romana, pero fue modificada durante el Imperio.

    Hasta el 445 a. C., los únicos que tenían derecho a contraer matrimonio eran los patricios. En ese mismo año, a través de la Ley de Canuleia, el matrimonio les fue permitido a todos los ciudadanos, así como la unión entre los patricios y los plebeyos.

    En la época de César Augusto, primer Emperador romano, la legislación relativa al matrimonio sufrió cambios. En ese momento había en Roma un declive demográfico que sintieron particularmente las clases sociales más destacadas. Por un lado, se debió a que la fecundidad de las parejas había descendido, hecho causado por la presencia de plomo en las tuberías que llevaban el agua potable y porque las mujeres usaban maquillaje, que también contenía dicho elemento químico. Además, las parejas evitaron procrear más de dos hijos para evitarles el perjuicio de la devaluación social que les causaría el reparto de los bienes, dado que la posición social dependía de la riqueza personal. Para fomentar el matrimonio, Augusto promulgó dos leyes, la lex Iulia de maritandis ordinibus (18 a. C.) y la lex Papia Poppaea (9 a. C.). Estas leyes determinaron que todos los hombres con una edad comprendida entre los veinticinco y los sesenta años y todas las mujeres entre los veinte y los cincuenta años pertenecientes al  Senado y a la orden ecuestre (las dos instituciones más importantes del Estado romano) tendrían que casarse obligatoriamente, siendo penalizados de lo contrario. La penalización consistía en impedir que recibiesen legados o herencias de personas ajenas a su familia. También se estableció el ius trium liberorum a través de la cual los padres con tres o más hijos legítimos gozaban de determinados privilegios, como la reducción de la edad mínima para el acceso a los tribunales. Para las mujeres, la concesión del ius trium liberorum permitía la gestión propia de sus bienes (sin la interferencia del marido o del padre), pudiendo legalmente heredar y legar. Las medidas tuvieron poco efecto y el propio ius trium liberorum fue muchas veces atribuido como «recompensa» para los hombres que no querían tener hijos, como ocurrió en los casos de Marco Valerio Marcial, Plinio el Viejo, Plinio el Joven y Suetonio.

    Para que un matrimonio fuera válido en la Antigua Roma (iustae nuptiae), era necesario que se respetaran los siguientes requisitos: la capacidad jurídica matrimonial, la edad y el consentimiento.

    La capacidad jurídica matrimonial recibía el nombre de conubium y de ella gozaban únicamente los ciudadanos romanos. Los extranjeros, los esclavos, los actores y los que se dedicaban a la prostitución tenían prohibido contraer matrimonio, aunque el conubium podía concederse en casos excepcionales.

    No era lícito el conubium entre padre e hija, madre e hijo (incluso si el hijo o hija era adoptado) ni entre hermanos (incluso si eran medio hermanos).Tampoco estaba permitido el matrimonio de un hombre con la hija de su hermano, prohibición que fue modificada por el Senado Romano para permitir el matrimonio del emperador Claudio con su sobrina Agripinila en el año 49 d. C., exponiéndole las razones al estado romano.

    La edad mínima que debían tener las personas para casarse estaba relacionada con la pubertad (pubertas). En el caso de los hombres, la edad fijada eran los catorce años (ser púber) y en las mujeres los doce años (viri potens, "que pudieran soportar varón"). De hecho, era sumamente raro que un hombre se casara pasados los treinta años. En cuanto a las mujeres, esperaban llegar a una edad entre los catorce y los quince años.

    Casarse cuando aún no se había completado el proceso del desarrollo físico implicó para muchas jóvenes romanas la muerte prematura durante el parto así como otras complicaciones asociadas. Las mujeres de las clases menos acomodadas se casaban a una edad más madura ya que para ellas no era tan fácil obtener la dote. Los padres podían realizar una promesa matrimonial para sus hijos cuando éstos ya tenían siete años de edad. El consentimiento requerido para contraer matrimonio era el de los contrayentes y el de los pater familias.

    La celebración del noviazgo de los contrayentes se realizaba en una ceremonia (sponsalia) en la que se reunían ambas las familias. El novio ofrecía regalos a la novia, entre ellos un anillo de hierro (más tarde de oro), el cual era colocado en el dedo anular de la mano izquierda debido a que en la antigüedad se creía que este dedo se comunicaba con el corazón a través de un nervio. También se firmaba el contrato nupcial en el que se establecía el monto de la dote (dos). Realizados estos trámites, se celebraba un banquete. El matrimonio se celebraba en un período comprendido entre algunos meses y dos años después del noviazgo.

    Existían dos formas jurídicas para contraer matrimonio: el cum manu (también llamado in manum) y el sine manu.


  • A través del matrimonio cum manu, la mujer pasaba de la autoridad de su padre a la del marido. Se trataba de una forma patriarcal de matrimonio, dado que la mujer no tenía ningún tipo de derechos sobre sus bienes e incluso sobre su propia vida. La situación era semejante a la de los hijos sujetos a la patria potestas o a la de los esclavos, sujetos a la domenica potestas. El matrimonio cum manu cayó en desuso, incluso antes del final de la República, lo que dio lugar a una nueva forma, el sine manu, bajo lo cual la mujer permanecía bajo la tutela de su padre (sería un tutor en caso de que su padre muriera), disponía de sus bienes y recibía sus herencias; en caso de producirse el divorcio, la dote no sería sólo para el marido. 


    El matrimonio cum manu se manifestaba en tres formas: el confarreatio, el coemptio y el usus.


  • El confarreatio era la más antigua y solemne forma de matrimonio en la Roma Antigua, siendo practicada por los patricios durante esos tiempos. Era práctica obligatoria entre los Rex Sacrorum, los Flamen Dialis, los Flamen Martialis y los Flamen Quirinalis, además sólo podían casarse de esta forma, estos sacerdotes tenían que ser hijos de las parejas casadas en un confarreatio. El confarreatio también era la única forma de matrimonio en el que los sacerdotes podían estar presentes, y eran los Flamen (en representación de Júpiter) y al igual los Pontifeces Maximus. La ceremonia se celebraba en presencia de diez testigos, ya que los novios estaban con la cabeza cubierta uno al lado del otro en bancos cubiertos con piel de oveja ofrecida en un sacrificio. Después continuaba con un acto solemne en el que el novio daba una vuelta a la derecha del altar, tomaba un poco de sal y una bola de espelta, el panis farreus (lo que daba lugar al nombre confarreatio), con lo cual juraba amar a su esposa, quedando ambos elementos depositados en las manos de los contrayentes).


  • El coemptio si fue una restauración simbólica de los tiempos remotos en los que los hombres compraban a las mujeres para poder casarse. Requería únicamente cinco testigos, ante los cuales el novio pagaba al padre de la novia una moneda de plata y una de bronce, lo que colocaba al hombre en un equilibrio seguro (el libripens).


  • El matrimonio por usum o usus era una de las tres formas de matrimonio, junto a la confarreatio y al coemptio admitidas en el Derecho Romano para la celebración del matrimonio. Para poder llevar a cabo esta forma de matrimonio la novia debía haber estado un año con su novio. Para disolver el matrimonio era necesario que la novia durmiera durante tres noches seguidas fuera de su casa (trinoctio).
El ritual de la boda.


    Debido a su importancia en la vida de los hombres y las mujeres, el matrimonio debía realizarse en fechas consideradas como favorables. El período considerado como el más adecuado era la segunda mitad del mes de junio, porque estaba relacionado con el solsticio de verano, momento del apogeo del mundo natural. Era desaconsejado casarse entre los días 13 y 21 de febrero (días del festival de Parentalia), entre el 1 y el 15 de marzo, días fijos de cada mes (KalendaeNonae y Idus), y los días en los que se abría la «puerta del mundo» (una fosa del Circo Máximo en el que se creía que se podía comunicar con el mundo de los muertos), es decir, el 24 de agosto, 5 de octubre y el 8 de noviembre. Casarse en el mes de mayo era desaconsejado, ya que era el mes en que se festejaba la Lemuria, la fiesta de los muertos, durante el cual se rezaba por aquellos que habían muerto hacía poco tiempo.

    Aunque no estaba prohibido, no era aconsejable casarse en los días festivos romanos, porque los invitados optarían por participar en estos eventos y no en la ceremonia. Las viudas a menudo elegían casarse en estos días, ya que el acto de su matrimonio no llamaría tanto la atención.

    En vísperas del día de la boda, la novia dedicaba los juguetes de su infancia a Lares, así como su bulla (el collar que le fue colocado en su octavo día de vida para protegerla del mal de ojo). Se abandonó el uso de la toga praetexta, una toga con un borde púrpura, y se decidió por colocarse la túnica recta, la «túnica correcta», que era blanca, tiesa como un pergamino y cubría hasta los pies. En la cintura se colocaba un cingulum, un cinturón atado con un nudo especial para esa ocasión, el nodus herculeus (en alusión a Hércules, que según la leyenda había tenido más de setenta niños), el cual debía ser desatado por el esposo cuando ocurriera el divorcio. Su cabello estaba dividido en seis trenzas (sex crines) en forma de la punta de una lanza, siendo estas trenzas atadas con cinta de lana. La cabeza estaba cubierta con un velo anaranjado, el flammeum. El simbolismo de este acto era el más importante de la ceremonia, y se le denominaba nubere, literalmente, «colocar el velo». Encima del velo se colocaba una corona de mejorana y de verbena (en la época imperial pasó a ser una corona de hojas de naranjo). Los zapatos de la novia eran del mismo color que el del velo.

    Al día siguiente, la casa de la novia era decorada (prestando especial atención a las puertas y a las ventanas) con ramas de árboles provistas de hojas y flores.

    La novia era asesorada por la pronuba, una matrona casada una única vez y que aún seguía viviendo con su marido, con lo que se simbolizaba a «la esposa ideal». Ella juntaba las manos de los novios (dextrarum iunctio), acto seguido por una declaración por parte de la novia: ubi tu Gaius, ego Gaia (ciertos autores argumentan que esta frase era expresada cuando la mujer llegaba a su nuevo hogar). Cumplidos estos ritos, se celebraba la cena nuptialis en la casa de la novia. En el banquete participaban los familiares y las amistades, prolongándose el evento hasta el atardecer. Luego se producía el deductio, una simulación del secuestro de la novia por parte del novio: esta se refugiaba en los brazos de su madre, mientras el novio fingía que se la quitaba, acompañando el acto con lamentos y lágrimas fingidas. El deductio hacía alusión al rapto de las sabinas, en el que Rómulo y sus compañeros tomaron a sus esposas, recurriendo a la fuerza bruta.

    Luego se daba inicio al cortejo, en el cual se encendían unas antorchas que trazaban el recorrido que conducía a la esposa a la residencia de su marido. La joven era acompañada por tres niños, que tenían a sus padres aún con vida (patrimi e matrimi). Dos niños iban tomados de la mano al lado de la novia, mientras que el tercero iba delante con una antorcha de espino, que había sido encendida anteriormente en la casa de la esposa. Se consideraba que los restos de esta antorcha tenían la capacidad de otorgar longevidad, por eso eran distribuidos entre los participantes. Los niños o la novia cargaban una rueca y un huso, símbolos de la vida doméstica (la principal actividad esperada de una mujer casada era encargarse de la ropa de su familia, principalmente tejiéndola).

    Las personas que venían acompañando al cortejo, gritaban «Thalasse», nombre de una deidad protectora del matrimonio, y recitaban versos, algunos de carácter «picante». También arrojaban nueces a los niños que las recogían y se las comían.

    El novio, que se había adelantado durante el desfile para llegar a su casa, recibía a su novia, a quien le ofrecía fuego y agua. Con aceite de oliva y la grasa animal se realizaba un ritual que consistía en untarlo en las puertas de la casa. Luego la novia era conducida dentro de la habitación por los compañeros o por su marido, para que nadie tropezara al entrar a la nueva casa, lo que era interpretado como un signo negativo. La pronuba la conducía a la cama de matrimonio, donde se daba por terminada la unión. El novio podía entrar, aunque fuera por continuar con el cortejo. Antes de realizar el pronuba se realizaba un sacrificio.

   Al día siguiente, la esposa, se vestía con la stola de las matronas (una especie de vestido-capa), se realizaba una ofrenda a Lares y a Penates. Ese mismo día se celebraba un nuevo banquete (spotia) reservado para los familiares de los recién casados.

Adulterio.



    El adulterio (adulterium) ocurría cuando un hombre, casado o soltero, mantenía relaciones sexuales con una mujer casada. Si el hombre tenía relaciones con prostitutas o esclavas, estas relaciones no eran consideradas como adulterio.

    El adulterio fue también una de las preocupaciones del emperador Augusto, que en el año17 a. C., a través de la Ley Julia de adulteriis coercendis, procuró sancionar severamente a quienes realizaran esto. El adulterio pasó a ser un crimen público, que hasta entonces se resolvía en familia. El marido era obligado a pedir el divorcio (de lo contrario sería acusado de violación, Proxenetismo), disponiendo de 60 días para presentar una queja en contra de la esposa adúltera. Cualquier ciudadano podía presentar pruebas del adulterio dentro de un período de cuatro meses. En caso de que ninguna persona denunciara algo durante ese período, la mujer no podría ser juzgada.

    En términos de ley, el marido podía matar al amante de la esposa en caso de sorprenderlos en «flagrante delito» y si era miembro de sociedad baja, esta acción era considerada decente (o sea, si era un esclavo, un gladiador, un actor, un bailarín o un prostituto). El marido podría ser arrestado durante veinte horas, con el objetivo de poder llamar a testigos. El padre de la adúltera podía matar a la hija y al amante en caso de que lo encontrara haciendo el «acto» en su casa o en la casa de su yerno, ya que se consideraba que era de mala educación el que el amante entrara en una de estas casas. Sin embargo, si mataba al amante, podía ser acusado de homicidio.

    Las sanciones para una mujer culpable de adulterio eran la confiscación de la mitad de su dote y de la tercera parte de sus bienes y el exilio en alguna isla desierta, como a la isla de Pandataria (actual Ventotene). También era obligada a usar un vestido y no podía volver a casarse, asumiendo la condición de Probosa (infame), y se le colocaba en el mismo estatus que las prostitutas. En el caso del hombre, se le confiscaba la mitad de sus bienes y el exilio en alguna isla (obviamente que no sería la misma isla hacia donde había sido enviada la mujer que había practicado el adulterio); podía ser condenado a trabajos forzados en las minas.

    Augusto aplicó las disposiciones de ésta ley sobre su propia familia, particularmente sobre su hija y su nieta, ambas llamadas Julia. Denunció a los muchos amantes de la primera a través de una carta que dirigió al Senado Romano (lo cual generó un escándalo en todo el Imperio) y mandó a matar a uno de ellos, Julio Antonio, hijo de Marco Antonio, haciendo que su hija fuera desterrada a la Isla de Pandataria. En cuanto a su nieta, también fue enviada a una isla inhóspita por la práctica de adulterio.

El divorcio.



    Inicialmente, sólo el hombre podía solicitar el divorcio y únicamente en casos muy específicos como el adulterio o la infertilidad de su esposa. La tradición romana considera que el primer divorcio que se produjo fue en el 230 a. C. cuando Spurius Carvilius Ruga se divorció de su esposa, motivado porque era estéril. Las mujeres sólo obtuvieron el derecho para pedir el divorcio a finales de la República. En la Época imperial el divorcio se volvió una práctica común. La religión romana no se opuso nunca al divorcio.

    Para que el divorcio fuera efectivo bastaba con que uno de los cónyuges declarara ante testigos las palabras tuas res tibi habeto («consigue lo que es tuyo») o i foras («vete de mi casa»). Estas palabras también podrían ser escritas en una carta que podía ser entregada al cónyuge por una persona soltera. Los hijos de la unión se quedaban con el padre y con la familia de éste.

    A los viudos les era permitido casarse de inmediato mientras que las mujeres tenían que esperar diez meses, alargándose este período en la época de Augusto a doce meses.

    El concubinatus era la unión entre dos personas libres a quienes les era impedido casarse, como por ejemplo, el gobernador de una provincia y una mujer de otra región (la imposibilidad de casarse en este caso, suponía el hecho de que el matrimonio en la Roma Antigua no estaba permitido entre extranjeros). Los requisitos eran la edad legal y el consentimiento, y no era necesaria una dote. Los hijos de estas uniones no estaban sujetos a la autoridad del padre y se quedaban con la nomenclatura de la madre.

    Era también común entre los soldados ya que hasta el año 197 d. C. no podían casarse antes de los veinticinco años de servicio por los cuales recibirían, quienes no la tenían, como recompensa la ciudadanía romana.

    El contubernium era la unión (sin ningún tipo de reconocimiento legal) entre dos personas con la condición de esclavos o entre un esclavo y una persona libre que vivían juntos como marido y mujer (contubernales). El consentimiento para la unión tenía que ser concedido por un amo, que en cualquier momento podría disolver.

Fuentes: Wikipedia.