LA CARTUJA DE SEVILLA nace
en 1841 de la mano del Marqués
Charles Pickman (Londres, 4 de marzo de 1808 – † Sevilla,
4 de junio de 1883), que llega a la ciudad con la idea de
establecer una nueva fábrica de loza fina de la mayor calidad, para competir
con el dominio de las marcas inglesas.
William Pickman se estableció en Cádiz en
1810 y luego se trasladaría a Sevilla, donde tendría una tienda en la calle
Gallegos, desde donde vendía a toda España loza y cristalería extranjera. Al morir
William, su hermano Charles llegó a
Sevilla procedente de Liverpool en 1822. Ante la enorme importación de cerámica
inglesa el diplomático y político español Cea Bermúdez decidió
prohibir la importación del producto por los puertos del Mediterráneo al tiempo
que permitía la llegada de las materias primas para fabricarlo para fomentar la
industria cerámica local. Esta medida proteccionista del gobierno español hizo
que Pickman tomara la decisión de crear una fábrica en Sevilla.
En el siglo XIX tuvieron lugar dos
procesos de desamortización, por los cuales muchos bienes eclesiásticos
pasaron a disposición de las autoridades del Estado para ser subastados. En la
ciudad de Sevilla fueron producto de desamortización muchos conventos, que
pasarían luego a otros usos. En 1836 el Ministro de Hacienda Juan Álvarez
Mendizábal efectuó una primera desamortización. Charles Pickman pensó, en un
primer momento, hacerse con el Convento de San Agustín, que se encontraba
extramuros de la ciudad de Sevilla y en la ruta hacia Madrid. Sin embargo el
lugar estaba ya destinado a servir como presidio, por lo que solicitó el monasterio
cartujo de Santa María de las Cuevas de Sevilla donde encuentra las
condiciones idóneas para su propósito.
La Real Orden del 4 de abril 1839
concedió el edificio a Charles Pickman, que pronto comenzó a construir en él la
fábrica de loza. El 1 de enero de 1841 se puso en marcha el primer horno. Desde
ese momento, los nombres de PICKMAN y
de LA CARTUJA DE SEVILLA quedan
unidos inseparablemente, designando la que muy pronto se convirtió en una de
las producciones de loza más extensas y prestigiosas del mundo. Al igual que en
otras fábricas de cerámica españolas del siglo XIX, como la de Sargadelos (en Galicia)
o la de La Amistad en Cartagena (Murcia), llegaron maestros ingleses
que eran conocedores de la producción de cerámica de forma industrial. A la
fábrica de Sevilla llegaron 56 maestros británicos pero al cabo de diez años
prácticamente todos se habían marchado porque los sevillanos habían aprendido
rápido a realizar el trabajo. Es también importante señalar que en Sevilla
existía abundante mano de obra especializada en la alfarería desde tiempo
inmemorial. De hecho, las patronas de la alfarería son Santa Justa y
Rufina, mártires de la Sevilla del siglo III d.C.
Desde la fundación de la fábrica
en 1841, Charles Pickman estableció métodos fabriles novedosos como la
importación de materias primas, el empleo de moldes, el uso de maquinaria
especializada como los brazos mecánicos y las prensas, el trabajo de especialistas
ingleses y toda la experiencia ceramista del fundador que supuso el éxito
inicial de la fábrica. El negocio resultó floreciente llegando a convertir la
fábrica de Sevilla en una de las más conocidas de Europa y consiguiendo
comerciar con los países hispanoamericanos. En 1849 la fábrica ya contaba con
22 hornos y unos 500 operarios. Un elemento característico de la fábrica
son los hornos antiguos llamados "de botella", realizados en ladrillo
y que en la Exposición Universal de 1992, celebrada en la Isla de la
Cartuja de Sevilla, servirían de inspiración para el diseño del Pabellón
de Europa, que hoy es la sede administrativa del Centro Tecnológico
Cartuja 93. El propio edificio monacal que sirvió posteriormente de fábrica fue
restaurado y sirvió de Pabellón Real en la muestra de 1992.
Formas, decorados y colores
característicos, comienzan pronto a crear un estilo propio que se convierte en
la principal seña de identidad de la fábrica. Esa fuerte personalidad se
transmite en las piezas decorativas, vajillas y juegos de mesa que se hallan
presentes desde 1841 hasta nuestros días en colecciones públicas o privadas de
cerámica artística, así como en las principales casas reales de Europa. La
fábrica produjo loza estampada, loza blanca de pedernal, loza decorada sobre
barniz de calco, loza pintada y loza china opaca.
La segunda mitad del siglo XIX es de gran esplendor para LA
CARTUJA DE SEVILLA que recibe numerosos premios de primera clase y medallas de
oro en exposiciones internacionales: Paris (1856, 1867 y 1878), Londres (1862),
Oporto (1865), Viena (1872), Sevilla (1858, 1929 y 1949), Barcelona (1888),
Bayona (1864), Filadelfia (1876), etc. Un hito importante en cuanto a
reconocimiento de la calidad de los productos elaborados por la fábrica se
produce en el año 1871 cuando LA
CARTUJA DE SEVILLA es nombrada Proveedora de la Casa Real de España por Amadeo
I de Saboya quien concede posteriormente el título de Marqués de
Pickman al fundador de LA CARTUJA DE SEVILLA, por su destacada aportación a los
procedimientos industriales. Charles Pickman también es distinguido con su
admisión en la Nobilísima Orden de la Jarretera británica, que se usa como
marca en algunos de los modelos de la fábrica.
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