viernes, 27 de julio de 2012

Marqués de la Ensenada. (IV y última parte).


    Destitución y últimos años.

    El marqués llegó a decantarse más por Francia que por Gran Bretaña, aunque los británicos lograron su final destitución en 1754 a causa de una serie de intrigas en palacio. El clima empezó a enfriarse desde 1750-51. La razón fue su actuación al margen del monarca, porque pretendía preparar en La Habana una flota dispuesta a asaltar las posesiones inglesas de Campeche y Belice.

    Era su política francófila la que delataba sus intenciones, así que el Rey, mostrándose partidario de la máxima neutralidad posible, lo destituyó. Había demasiado riesgo ante un nuevo conflicto con Gran Bretaña en el Caribe. Las intrigas inglesas, del embajador Keene, y francesas, del embajador Duras, intentaban forzar una entrada en guerra de España, pues la Guerra de los Siete Años entre Francia y Gran Bretaña no se hacía esperar. Los incidentes diplomáticos de gran calado acabaron por afectar al mismo Ensenada, que sabía que el conflicto internacional no tardaría en estallar y que, sin duda, España debería contar con la flota ya lista para plantarle cara a Inglaterra.

    Intentando forzar una guerra entre España y Gran Bretaña, Francia y sus agentes en Madrid dieron apoyo a la secreta intervención que preparaba el marqués para atacar a los colonos ingleses instalados en Belice y la Costa de los Mosquitos (Nicaragua).

    Fernando VI recomendó a Carvajal hablar con Ensenada, mientras que la reina Bárbara sospechaba cada vez más de él a raíz de la pugna de éste con el embajador portugués, Vilanova de Cerveira, y sus diferencias en el conflicto con los jesuitas de Paraguay. La retirada del último favor de la reina fue decisiva para la caída en desgracia del marqués.

    El duque de Huéscar, amigo del soberano, presionó asimismo a Fernando, siguiendo las orientaciones de Carvajal para mantener una opción neutral a toda costa. Sin embargo, la repentina muerte en abril de 1754 de José de Carvajal y Lancaster propició aún más que los hechos se acelerasen. El embajador británico, Benjamin Keene, buscó pruebas incriminatorias contra Ensenada con la ayuda de Ricardo Wall (con ascendencia irlandesa y sucesor de Carvajal). Finalmente, parece ser que se hallaron las órdenes de guerra firmadas por el marqués sin conocimiento del rey, lo que acabó por llegar a conocimiento de Fernando.

    A las 12 de la noche del 20 de julio de 1754, el marqués de la Ensenada fue arrestado en su casa de Madrid por orden del rey, acusado de alta traición a la Corona por ocultamiento de órdenes de guerra. Si bien no se le condenó al exilio, sí que fue desterrado a provincias, pasando a residir "bajo vigilancia" en Granada y, más tarde, logrando permiso regio, el 21 de diciembre de 1757, para instalarse en El Puerto de Santa María (Cádiz). En ambas localidades continuaría disfrutando, sin embargo, de influyentes amistades y apoyos, lo que le hizo su retiro algo más llevadero. Los objetivos ingleses de apartar a Ensenada del poder se habían cumplido; "no se construirán más buques en España" anotó satisfecho el embajador británico.

    Sustituyeron al ministro el conde de Valparaíso (en Hacienda), Sebastián de Eslava (como Secretario de Guerra), Julián de Arriaga (en Marina) y Ricardo Wall (en Indias).

    Mientras tanto, la mayoría de los ensenadistas de la Corte eran desterrados o apartados de los resortes del poder en que se habían instalado. Ricardo Wall siempre tuvo temores de posibles represalias por la conjura que había organizado junto al embajador británico para lograr la caída en desgracia del ministro, y por ello sembró Madrid de pasquines contra el marqués e inundó de rumores de conspiraciones con la Farnesio todos los círculos políticos. No le fue fácil acabar con el confesor padre Rávago, pero también éste fue apartado por orden del rey. Únicamente Farinelli mantuvo su lugar gracias al firme apoyo de Bárbara de Braganza, aunque nunca más quiso volver a inmiscuirse en política.

    La llegada de Carlos III todavía le supondría un fugaz retorno a la corte española (1760), aunque contra lo que pronosticaron los ensenadistas, Carlos III jamás le hizo demasiado caso al retornado marqués, lo que sentenció definitivamente la etapa política de éste. El político trató de resumirle sus planes económicos en la Instrucción Reservada a la Junta de Estado, y de alguna manera logró que algunas de sus reformas se aplicaran hasta 1766. El estallido del célebre Motín de Esquilache le perjudicó gravemente, dado que fue un cabeza de turco más junto al ministro italiano. De hecho no está del todo clara su participación en la conjura que dio lugar al motín (tal vez obra de agentes británicos en Madrid), aunque Carlos III decidió destituirle también para acallar la protesta popular. Perdió entonces los cargos de consejero de Estado y Hacienda y miembro de la Junta del Catastro.

    Ensenada nunca se casó, pero fueron muchos sus aliados y amigos: desde el padre Isla hasta Torres Villarro el pasando por Farinelli, Nicolás de Francia (marqués de San Nicolás), el arnedano Muro y el conde de Superunda (virrey del Perú). Tuvo fama de católico y jesuita, aunque un pasquín de 1754 decía que “no se le conoció confesor”.

    Exiliado por orden real a Medina del Campo, el marqués de la Ensenada falleció en dicha villa castellana el 2 de diciembre de 1781, sin poder salir jamás de allí y tras 15 años de inactividad política.



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