lunes, 13 de agosto de 2012

El calzado y las medias en el siglo XVIII.

EL calzado.


    Hay complementos que, pese a su nombre, no completan al traje sino que son tan imprescindibles como él, pues sin ellos se está desnudo aunque se lleve un vestido. Al igual que en nuestros días, zapatos, medias, guantes, abanicos y bolsos no podían faltar en el guardarropa del siglo XVIII como cómplices del vestido.

    El periodo de máximo esplendor de la moda española, los siglos XVI y XVII, han pasado casi sin dejarnos testimonio material del calzado y los demás elementos complementarios del vestir, salvo la joyería. Desde el siglo XVIII empieza a ser abundante la presencia de prendas que nos informan de cómo se completaban los conjuntos de indumentaria de este periodo. Además, el calzado suele ser un testigo fiable de la moda del pasado, pues, a diferencia de los vestidos, que en muchas ocasiones han sido retocados o rehechos, los zapatos no pueden ser adaptados o reutilizados y nos llegan tal y como fueron confeccionados, salvo por las huellas de su uso.

    El calzado español de los siglos anteriores destacó por el empleo de los excelentes cueros que se curtían en España. Zapatos, botas, borceguíes y pantuflos, para los hombres, y chapines con decoraciones de cordobán, zapatillas, chinelas, botines o serbillas, para las mujeres, presentaban diversos tipos de decoración y labor en el cuero, pero sin cubrir el material con telas dada su gran calidad. Una de las características de este tipo de calzado de cuero de calidad es que chirriaba al andar, lo que le dio nombre a lo largo de los siglos XVII y XVIII, como zapatos de "cric". 

    En el siglo XVIII los zapatos todavía se fabrican con horma recta; es decir, no se fabrican zapatos para cada pie (izquierdo y derecho); será el uso el que irá amoldándolos a la forma natural del pie, para hacerlos más cómodos. En el calzado se puede ver cómo avanza el siglo en la evolución de los modelos decorativos de las telas, que se iniciarán con los grades temas decorativos de las "furias", irán disminuyendo de tamaño según avanza el siglo y terminará con los pequeños motivos decorativos de influencia oriental. Esto nos facilita las labores de datación.

    El zapato era una prenda de lujo, pues se deterioraba con gran facilidad; era difícil que un par de zapatos durase más de un mes, por tanto su uso estaba restringido a las clases más acomodadas. El resto de la población utilizaba alpargatas, abarcas, o simplemente iban descalzos, especialmente los niños. 

Las medias.


    Las medias deben su nombre a la evolución de una antigua prenda del siglo XIV llamada calzas y que, por primera vez, cubrieron completamente las piernas del hombre. A mediados del siglo XVI esta prenda comenzó a dividirse en dos piezas: por un lado la parte superior, llamada calzas o muslos, y que darían lugar a los calzones, y por otro las partes inferiores o "medias calzas", que perderían la referencia a su prenda de origen llamándose simplemente "medias".

    Las medias comienzan a fabricarse en punto a mediados del siglo XVI, siendo una prenda sólo al alcance de los poderosos, pero en el siglo XVIII ya está mucho más difundida, lo que no quita que, para alargar su vida, se zurcieran o se remendaran con frecuencia en la parte del pie que ocultaba el zapato.

    Confeccionadas en hilo fino de seda o de algodón, son muy elásticas, y se adaptan bastante bien a la silueta de la pierna, aunque para que no se caigan o se arruguen sigue siendo necesario el uso de las ligas. Las medias presentaban todas, unas partes diferenciadas en la zona superior, de un acabado más texturado, a veces confeccionado con materiales más adherentes, para permitir un mayor agarre y por tanto más eficacia en la sujeción de la liga.  Como toda prenda que se ciñe, la media delata las imperfecciones del cuerpo y, para evitarlo, se utilizaban falsos postizos de lana que, atados entorno a la pantorrilla, daban un perfecto torneado a las piernas de cualquier edad y clase.

    Las medias siguen ocupando un lugar destacado en el ropero masculino a lo largo del todo el siglo XVIII; serán consideradas un elemento indispensable y muy cuidado para ir bien vestido. Las blancas son las que están más de moda y por lo tanto las más usadas. Su elegancia se amplía cuando van bordadas en hilo de oro. Junto a éstas de color blanco se confeccionan una gran variedad de seda, lana, pelo de camello, etc, y de variados colores. Las medias se sujetaban con ligas, algunas de ellas muy elaboradas con bordados que, a modo de brazalete, abrazaban la pierna. Las ligas podían ser de seda, hilo de lana o de cordobán muy finas. Debajo de las medias se podían poner las "calcetas". A principios de siglo las medias sobrepasan los bajos de los calzones, ajustándolos y formando un gran pliegue que cubre la rodilla. Esta moda se mantiene durante todo el reinado de Felipe V. Otra modalidad es llevar la media por debajo del calzón, dejando visible la jarretera o la hilera de botones por donde se ajusta a las piernas.

    Para las mujeres, las medias de seda siguen siendo las más deseadas. Imprescindibles como complemento para estar bien vestidas, cubren el pie y la pierna y se sujetan a ésta con las ligas, que se atan debajo o por encima de las rodillas. Había una gran variedad de ligas: desde las más sencillas, que se traducían en una simple cinta, a las más lujosas con ricos bordados en oro y plata. Las medias quedaban ocultas por las faldas pero no por ello perdieron el interés de sus usuarias; las cuidan con esmero y se procura que hicieran juego en cuanto al color con el resto de las prendas. Se confeccionan con seda, algodón o lana, destacando la apreciadísima lana de vicuña. Las calcetas para abrigar la pierna se siguen usando debajo de las medias y generalmente se confeccionan con hilo fino.

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