viernes, 3 de agosto de 2012

La moda masculina española en el siglo XVIII.

    Una de las características principales que observamos en el vestuario masculino del español del siglo XVIII, es que se confeccionó con ricas telas de seda de vivos colores, adornado con bordados y galones de oro y plata. Contrasta mucho esta moda con el tradicional vestido “a la española” de la época de los Austrias, negro y sobrio. En general, y aparte de esta moda peculiar española de los siglos XVI y XVII, en toda la historia de la humanidad y hasta este siglo, los vestidos masculinos habían sido más coloridos y vistosos que los de las mujeres; en estos años se igualaron y los dos sexos usaron sedas de colores, adornos y encajes.



    A lo largo de todo el siglo XVIII, el vestido masculino continuó siendo el mismo en sus piezas pero fue cambiando lenta y continuamente, de manera que la silueta era muy diferente a finales del siglo de la que había sido al principio. Cada vez los vestidos necesitaron menos tela, fueron más estilizados, los delanteros de las casacas, más abiertos y los pliegues de sus faldones, menos profundos, las chupas, más cortas y los calzones, más estrechos y pegados a las piernas. Lo único que se hizo más largo fueron las mangas, aunque lo suplieron siendo cada vez más estrechas. La peluca, o el pelo propio peinado de la misma forma, cambió; a partir de mediados de siglo tenía bucles altos laterales y el cabello se recogía atrás en una coleta que se solía meter dentro de una bolsa de seda negra cerrada con dos cintas negras que colgaban sobre el pecho que parecían una corbata, pero no lo eran.

    Como consecuencia de la falta de pelo sobre los hombros las casacas empezaron a tener un pequeño cuello de tirilla que se hizo más alto según pasaron los años. Las telas siguieron siendo de seda; los colores, muy delicados y los bordados, exquisitos y siempre en los mismos lugares: el cuello de tirilla, el borde de los delanteros de la casaca y de la chupa, las tapas de los bolsillos y sus alrededores, las vueltas de las mangas y la raja posterior de la casaca.



    A partir de 1770 empezó a notarse en la indumentaria masculina la influencia inglesa, como ya había ocurrido en Francia; no en vano Inglaterra se estaba convirtiendo en el país más poderoso de Europa. Los ingleses estaban acostumbrados a vivir más en el campo y al aire libre y usaban trajes más cómodos y prácticos. Los hombres, aunque fueran de clase social alta, empezaron a usar trajes de paño oscuro sin bordados. Una peculiaridad española fue la capa como prenda de abrigo. Todos los españoles la usaban, ricos y pobres.

    Describiendo las prendas que usaban los hombres, de dentro a fuera y de arriba abajo, podemos enumerar toda la ropa que llevaban encima. Sobre el cuerpo, la camisa, con cuello y manga larga. Desde la cintura hasta las rodillas, los calzoncillos. Estas dos prendas eran de tela de lienzo; es decir, hecha de lino, más o menos fina según fuera la categoría social y la riqueza de sus dueños. Sobre las piernas, medias de seda, lana u algodón; las medias eran entonces muy importantes, con el calzón se veían siempre y unas pantorrillas bien formadas contribuían mucho al buen parecer masculino. Sobre la camisa los hombres ricos usaban la camisola, sin cuello, con una abertura sobre el pecho que se decoraba con la chorrera o guirindola, volante de tela fina o de encaje semejante al que adornaba también el final de las mangas largas. Sobre esta ropa interior se ponían las tres piezas del traje.



    La chupa era una chaqueta larga, abierta por delante y cerrada de arriba abajo con botones, los superiores no se abrochaban para dejar ver la guirindola. En un principio tuvo mangas largas de la misma tela, pero pronto éstas se hicieron de tela más fina para que no abultaran tanto debajo de la casaca y después desaparecieron. La espalda tenía costura en el centro y estaba abierta en la parte de abajo, la que correspondía al faldón, muchas veces se empleaba para ella una tela más fina y más barata que la del resto de la prenda, lo que quiere decir que los hombres no se mostraban nunca en chupa en público. Los calzones llegaban desde la cintura hasta debajo de las rodillas. A principios de siglo la media tapaba la parte de debajo de los calzones subiendo por encima de la rodilla, pero ya durante el reinado de Fernando VI empezó a usarse el calzón por encima de la media rematado por una jarretera abrochada con una hebilla.



    Asimismo, a principios de siglo la chupa fue larga, llegaba casi hasta las rodillas y tapaba casi por completo el calzón, que era muy ancho y flojo por arriba, y se abrochaba con una bragueta en el centro de la cinturilla o con una tapa que montaba sobre ésta. La casaca era la pieza exterior y la que más se veía. Era una chaqueta con cuello a la caja que llegaba hasta las rodillas, un poco más larga que la chupa. También se abrochaba de arriba abajo con botones por un lado y con grandes ojales por otro, aunque muchas veces ambos eran puramente decorativos; la mayor parte de ellos no se abrochaban. La espalda de la casaca tenía costura en medio y la parte inferior estaba abierta para permitir montar a caballo con facilidad –hay que recordar que este vestido fue en su origen una prenda para montar a caballo–. Con la misma finalidad de facilitar los movimientos la casaca tenía en los faldones a la altura de las caderas unos pliegues en forma de abanico sujetos en su parte superior por un botón. Toda la casaca estaba entretelada y armada, especialmente los pliegues de los faldones. La manga era ancha y llegaba por debajo del codo; al principio la manga de la chupa se doblaba sobre el final de la manga de la casaca, pero después la chupa ya no se veía y la manga de la casaca terminaba en una gran vuelta. Tanto la casaca como la chupa llevaban bolsillos de tapa a la altura de las caderas que tenían debajo grandes bolsillos ocultos por debajo del forro donde los hombres guardaban sus cosas.

    Con este vestido los hombres a la moda llevaron grandes pelucas de pelo natural o de crin de caballo con bucles que caían sobre los hombros. Durante el reinado de Felipe V la raya era en medio y el pelo se elevaba mucho a los dos lados de ésta. El sombrero que todos usaron fue el tricornio o sombrero de tres picos, un sombrero de ala ancha recogida arriba en tres puntos. A principio de siglo se usó una gran corbata, un trozo de tela fina, generalmente terminada en encajes, que se anudaba flojamente sobre el cuello. Pronto entró en desuso y fue sustituida por el corbatín, una tira de tela fina plegada horizontalmente que se ponía tapando el cuello de la camisa y se abrochaba por detrás con una hebilla.



    Para terminar con el vestido masculino, los hombres llevaron zapatos cerrados, generalmente de piel oscura, con un poco de tacón y cerrados por delante con dos lengüetas abrochadas con una hebilla. Como complemento del vestido todos los caballeros llevaron espadín (en la corte era obligatorio usarlo) que se ponía en el lado derecho y que hacía que se abriese graciosamente uno de los pliegues laterales de la casaca.

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