lunes, 12 de agosto de 2013

El rey de los perfumistas.

    
    Guerlain, un hombre de orígenes humildes, logró convertirse en breve tiempo, gracias a su habilidad y tenacidad, en el perfumista más exclusivo de Francia.



    Pierre-François-Pascal Guerlain era el hijo de un modesto hojalatero que vivía en la ciudad de Abbeville, en la Picardía (Francia). Su sueño era el de convertirse en químico y, allá por el año 1820, logró convencer a su padre para que le dejara ir a cursar estudios en Inglaterra. Sin embargo, una vez hubo llegado a Londres, tuvo que buscarse un trabajo para procurarse el sustento. Al poco tiempo consiguió un modesto empleo como aprendiz en una tienda de Bond Street que vendía aceites aromáticos y jabones perfumados. Aquel trabajo le fascinó desde el primer momento y, favorecido por los estudios de química que estaba siguiendo, logró convertirse sin demasiada dificultad en ayudante del maestro perfumista. De este modo, su vida comenzó a transcurrir entre alambiques y esencias, aprendiendo todos los secretos del que ya era su nuevo oficio. Cuando regresó a Francia, en 1828, abrió una tienda en la parisina rue de Rivoli.



   Al principio sólo vendió productos a los que daba nombres ingleses, que por aquel entonces estaban de moda. Pero al cabo de poco tiempo empezó a recibir pedidos para desarrollar fragancias personalizadas, y de esta manera, naturalmente, los nombres de sus fragancias se afrancesaron.
   En aquellos tiempos, el máximo lujo para una dama de la alta sociedad parisina era, cada vez más, participar en un baile poniéndose un perfume exclusivo que nadie hubiese olido ni llevado nunca.
   Sin embargo, Guerlain contaba también con muchos hombres entre sus clientes (uno de los primeros fue el novelista francés Honoré de Balzac) e incluso algunos periódicos. En efecto, Guerlain perfumó a mano todas las copias de una edición especial del  Journal des Elégances, y desde aquel día toda la buena sociedad parisina tomó la costumbre de dirigirse a su tienda para que le aromatizara los libros y el papel de carta.



   Pero la actividad de Guerlain no se reducía al diseño y venta de perfumes, sino que también encontraba tiempo para preparar dentífricos, vinagres (contra desmayos) y cremas blanqueadoras para el ostro y las manos. No obstante, fueron las eauxolorosas que inventaba continuamente las que le dieron notoriedad.
   La primera de ellas fue una Eau de Judée a la lavanda que se vendía a cinco francos el litro, pero hacia 1834 (es decir, cuando hacía solo seis años que se había establecido en París) ya comercializaba una Eau de la Reine a quince francos el litro y estaba orgulloso de ser considerado el perfumista más caro de toda la ciudad.



   Más que las "eaux" con la fragancia de una sola flor, a Guerlain le gustaba mezclar flores y frutas para obtener aromas a los que daba nombres exóticos como Bouquet Sierra Morena. Pero para su eau más importante creada en principio para uso exclusivo de la emperatriz Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, se vendió con un nombre muy simple, Imperiale.
   A medida que aumentaba su fama, su tienda se amplió, y muchos aspirantes a perfumistas solicitaron estudiar a su lado para, como había hecho él mismo en Londres, aprender todos los secretos de la profesión.



   Los Guerlain han sido una auténtica dinastía de perfumistas: al padre Pierre-François-Pascal le sucedieron su hijo Aimé, su nieto Jacques y sus bisnietos Pierre y Jean-Paul, nacido este último en 1937 y que actualmente se encarga de las nuevas producciones. Cada uno de ellos ha creado perfumes que son obras maestras, pero es Jacques quién firmó los que se han convertido en más famosos, como Mitsouko o Shalimar. Aún hoy, Guerlain conserva una estructura familiar, y en París, únicamente las siete "boutiques" Guerlain venden estas creaciones.


   Los historiadores datan 1889 como el nacimiento de la perfumería moderna: en aquel año, Aimé Guerlain, hijo del fundador de la maison, Pierre-François-Pascal, creó Jicky con la ayuda de su nieto Jacques, quién a la sazón no era más que un muchacho pero que al cabo de unos años se convertiría en el mejor "nariz" de toda la familia. Jicky tomó su nombre del apodo que Aimé había dado a su nieto. Es un perfume de la familia de los fougère, en el que se encuentran notas de hespéridas y de lavanda, y está considerado el primer representante de la perfumería moderna, porque en él se utilizan por primera vez ciertos rasgos "sintéticos" que tendrían un explosivo triunfo con el Nº 5 de Chanel treinta y cuatro años más tarde. Como todas las verdaderas novedades, Jicky no gustó cuando fue presentado por primera vez: las señoras, que se habían acostumbrado a los perfumes de Guerlain realizados a partir de grandes ramos de flores, encontraron que tenía una fragancia demasiado "dura, fría y masculina". Por esta razón, al principio fueron sobre todo los hombres quienes usaron Jicky; las mujeres no comenzaron a apreciarlo hasta unos años más tarde, gracias sobre todo a la pionera Sarah Bernhardt, quien luego lo usó durante toda su vida.




    Después de Jicky, las creaciones de Guerlain son incontables; hay quien ha intentado determinar su número, llegando a la considerable cifra de 323, entre las cuales figuran auténticos hitos en la historia de la perfumería: desde el primer "masculino" verdadero,  Mouchoir de Monsieur de 1904, a Mitsouko de 1919, Shalimar de 1925, Vol de Nuit, de 1933, Chant dÄrômes de 1962, Habit Rouge de 1965, Chamade de 1969, Jardins de Bagatelle de 1983, Derby de 1985, o Samsara de 1989.

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