domingo, 15 de septiembre de 2013

Madeleine Vionnet.

    Madeleine Vionnet  fue una innovadora diseñadora de alta costura francesa muy influyente en la historia de la moda, ya que se le atribuyen importantes aportaciones. Rivalizó en talento con Coco Chanel y para muchos es la gran revolucionaria de la moda de principios de siglo XX.


    Nacida en el seno de una familia modesta, tuvo que dejar la escuela a los 12 años. Aprendió corte y confección y trabajó durante un tiempo en París. Con 16 años se trasladó a Inglaterra, donde con 20 años asumió la dirección del taller de la modista Kate Reilly, quien surtía a la familia real inglesa. En 1900, de vuelta en París, entró a trabajar en la reputada casa de moda de las Soeurs Callot, famosas creadoras de alta costura, reconocidas sobre todo por el refinamiento de sus modelos, donde se convirtió en mano derecha de Marie Callot, la responsable de la faceta artística del negocio: “Gracias a ellas he podido hacer Rolls Royce. Sin ellas hubiese hecho Fords” (Vionnet). En 1906, fue contratada por Jacques Doucet para renovar la imagen de su casa de costura, y Vionnet la revolucionó proponiendo unos vestidos simples que liberaban el cuerpo, concebidos para llevar sin corsét y presentados con las modelos descalzas, que atrajeron especialmente a las actrices del momento, como Eve Lavallière, Réjane y Lantelme.


    Más tarde fundó la Maison Vionnet en 1912 en la que comenzaría a aplicar medidas revolucionarias en la época, asumidas en adelante como conocimientos básicos de costura, perdurando hasta nuestros días, como es el cortes al bies, es decir cortar la tela de forma diagonal en vez de al hilo para que se adhiera y adapte mucho más a la forma del cuerpo. Esta visionaria incluso obtendría la patente de esta forma de cortar para protegerla. Fue considerada una arquitecta entre las modistas, debido a su dedicación y al estudio del corte y la silueta. Madeleine Vionnet se vería obligada a cerrar su casa dos años después con el comienzo de la Primera Guerra Mundial, reabriendo una vez acabada, en 1918.


    Madeleine Vionnet es recordada por su intrépida mente creativa y su impecable sentido de la elegancia, cualidades que le ayudaban a establecer el equilibrio para alcanzar siempre un resultado sofisticado y perfecto. También es considerada como una de las grandes defensoras de la liberación de la silueta femenina, adaptando las telas al cuerpo y dándole un vuelco al corte al bies, creando hermosos drapeados que hasta hoy nadie ha conseguido superar. Su vestido de noche color marfil (1935) se considera una obra maestra, cuya caída perfecta se debe a una única costura, lo que para su creadora constituía el objetivo más elevado. Es posible que la habilidad de Madeleine Vionnet para crear estos cortes a partir de formas simples como cuadrados o triángulos, se debiera a su pasión por la geometría. Además adaptó, a la silueta femenina, las prendas de sastrería masculina. Firme defensora de que los vestidos debían dejar traslucir la personalidad de quien los portara.


    El caracter intemporal y de permanente belleza del trabajo de Vionnet se basa en 4 pilares del Arte: la proporcion; Vionnet se inspiraba en las simetrías de Jay Hambidge (1867-1924, pintor estadounidense, estudiante minucioso del arte clásico); el balance, que tiene que ver con teorías de la antiguedad como la “sección de oro” (número  descubierto en la antigüedad, no como  “unidad” sino como relación o proporción entre partes de un cuerpo o entre cuerpos); el movimiento, que estaba representado con el corte al bies, haciendo énfasis en la idea de que el vestido es una segunda piel en movimiento; y la verdad, una simplicidad arquetípica, inspirada en los griegos (chiton/peplos). Vionnet fue considerada la Euclides de la moda, por su precisión milimétrica; una rigurosa geometría dominaba sus creaciones, concibiendo los vestidos a partir de la repetición de figuras como cuadrados, triángulos, rectángulos o círculos. Bajo una aparente simplicidad, cada modelo conllevaba una estudiada estructura. Nada rompía la línea, ni cierres ni botones, y la mayoría se pasaban por la cabeza, como si de un jersey se tratara.


    Hizo uso de los drapeados y del corte al bies, que hasta entonces solo era utilizado en cuellos. Utilizó tejidos sutiles, como el crespón de seda, la muselina, el terciopelo o el satén. En 1918, su proveedor, creó especialmente para ella un tejido único compuesto por seda y acetato, una de las primeras fibras sintéticas.

    El estilo de Vionnet, (culto a la belleza de un cuerpo libre) se caracterizó por ser de una modernidad nunca vista hasta entonces; basándose en el drapeado del peplos griego -presente en su logo-, que dejaba en libertad al cuerpo y que, al mismo tiempo, realzaba sus curvas naturales: “Me he aplicado a liberar, como para la mujer, el tejido de las trabas que se le imponían. He intentado darle un equilibrio tal que el movimiento no desplazara las líneas, sino que las magnificara” (Vionnet). Un estilo purista que llegaría a su máximo apogeo en los años treinta del siglo XX, cuando las curvas  de la mujer  volvieron a estar presentes en la moda, pasado el momento garconne y rectangular de los años veinte.


    Madeleine Vionnet estudió el cuerpo de la mujer a manera de la Medicina, para de ese modo preservar su belleza natural y obligar al vestido a adaptarse a la silueta: “He intentado siempre ser el médico de la línea, y, en tanto que médico, hubiese querido imponer a mis clientes el respeto por su cuerpo, la práctica de ejercicio y una higiene rigurosa” (Vionnet). Los colores que usaba eran clásicos, siendo su preferido el blanco en todos sus matices. Además, la diseñadora procuró no recargar excesivamente sus creaciones, utilizando como adornos bordados, rosas o nudos estilizados. Enemiga de la moda por ser efímera, Vionnet se dedicó a una búsqueda constante de la coherencia entre el cuerpo y el vestido, lo que le llevó a innovar en las técnicas del corte, y el bies fue su marca de identificación. No lo inventó, pero llegó a dominar la técnica como nadie. Hasta entonces, el bies sólo se había utilizado en cuellos, bajos de mangas o adornos, y ella tuvo la idea de extenderlo a todo el vestido.  Apasionada como era de la técnica y de la inventiva, también investigó otras cualidades del tejido como la caída, el reflejo de la luz y la combinación de las dos caras -mate y brillante-. Preocupada por las copias, registró sus creaciones. Cada vestido salido de sus talleres llevaba su firma, un número de orden especial y su huella digital; e hizo álbumes de copyright, fotografiándolos de frente, perfil y espalda con un número.


    Pero Vionnet no fue sólo una creadora vanguardista, sino también una empresaria vanguardista. Las trabajadoras de Vionnet disfrutaron de unas condiciones que la ley no impondría hasta más tarde. Avanzada a su tiempo en lo que a mejoras sociales se refiere, sus trabajadoras la apodaron la Grande Patronne, se ocupó de su formación, creó una enfermería, implantó las vacaciones pagadas -la única en su época -, propuso estancias al aire libre, fundó una mutual, concedía permisos de maternidad, e incluso quiso que algunas de sus empleadas participaran en la empresa. Además en sus talleres todo estaba previsto para el confort, con luz natural omnipresente en todas las dependencias, y sillas (lo que permitía apoyar la espalda) en vez de los tradicionales taburetes.

    En 1939, coincidiendo con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, se retiró, cerrando sus talleres porque estaba cansada. Más tarde donaría a su amigo, el historiador François Boucher, sus fondos de documentación (modelos conservados, álbumes, biblioteca, libros de cuentas, toiles), con los que en 1986 pudo crearse del Musée de la Mode et du Textile de París.


    Madeleine Vionnet murió en 1975, a los 99 años, pero su legado estaba destinado a influir la moda contemporánea. Sin dibujos preparatorios, creaba sus prendas directamente sobre un maniquí en miniatura que más tarde ampliaba en escala al tamaño real.  Se inspiraba en las formas geométricas del cuadrado, el rectángulo y el círculo, que luego doblaba, fruncía, etc para crear las texturas y formas. Su ideal no tenía costuras, ni botones, ni broches…ni corset. Fue una  suprema escultora que convertía la tela en la forma más pura de arte. Tal vez el discreto segundo plano que esta creadora ocupa entre los grandes nombres de la moda, sea el último signo de la genuina elegancia que atraviesa toda su obra.

    La casa continúa viva gracias a que en 2008, Matteo Marzotto propietario de Valentino, y Gianni Castiglioni, la adquirieron y emprendieron el proyecto de recrear la herencia de Vionnet. Actualmente Rodolfo Plagialunga es su director creativo.


Fuentes: Wikipedia, Marie Claire, Diario de los Andes.

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