Reformas.
La expulsión de los jesuitas se
quiso aprovechar para realizar una reforma de la enseñanza que debía
fundamentarse en las disciplinas científicas y en la investigación. Sometió las
universidades al patronazgo real y creó en Madrid los Estudios de San
Isidro (1770), como centro moderno de enseñanza media destinado a
servir de modelo, y también las Escuelas de Artes y Oficios, que
han perdurado hasta el siglo XX (cuando pasaron a llamarse Escuelas
de Formación Profesional, EFP). Las propiedades de los jesuitas sirvieron para
crear nuevos centros de enseñanza y residencias universitarias. Sus riquezas,
para beneficiar a los sectores más necesitados, se destinaron a la creación de
hospitales y hospicios.
Promovió un nuevo plan de Estudios
Universitarios, que fue duramente contestado por la Universidad de
Salamanca, proponiendo un plan propio, que a la postre fue implantado años
después.
El impulso hacia la reforma de la
agricultura durante el reinado de Carlos III vino de mano de las Sociedades
Económicas de Amigos del País creadas por su ministro José de Gálvez.
Campomanes, influido por la fisiocracia centró su atención en los
problemas de la agricultura. En su Tratado de la Regalía de la
Amortización, defendió la importancia de ésta para conseguir el bienestar
del Estado y de los ciudadanos y la necesidad de una distribución más
equitativa de la tierra.
En 1787, Campomanes elaboró un
proyecto de repoblación de las zonas deshabitadas de las tierras de realengo
de Sierra Morena y del valle medio del Guadalquivir, creando
las Nuevas Poblaciones de Andalucía y Sierra Morena. Para ello, y
supervisado por Pablo de Olavide, intendente real de Andalucía, se
trajeron inmigrantes centroeuropeos. Se trataba principalmente de alemanes y
flamencos católicos, para fomentar la agricultura y la industria en una zona
despoblada y amenazada por el bandolerismo. El proyecto fue financiado por el
Estado. Se fundaron así nuevos asentamientos, como La Carolina, La
Carlota o La Luisiana, en las actuales provincias de Jaén, Córdoba y Sevilla.
Se reorganizó el ejército, al que dotó de
unas Ordenanzas en 1768 destinadas a perdurar hasta el siglo XX,
y se impulsó el comercio colonial formando compañías, como la de Filipinas,
y liberalizando el comercio con América en 1778. También destaca
el Decreto de libre comercio de granos de 1765.
Otras medidas reformistas del reinado
fueron la creación del Banco de San Carlos, en 1782, y la
construcción de obras públicas, como el Canal Imperial de Aragón y un
plan de caminos reales de carácter radial, con origen en Madrid y
destino a Valencia, Andalucía, Cataluña y Galicia.
Hizo un ambicioso plan industrial en el que
destacan como punteras las industrias de bienes de lujo: Porcelana del
Buen Retiro, Cristales de la Granja y traslada la Platería Martínez a
un edificio en el paseo del Prado, pero no faltaron muchas otras para la
producción de bienes de consumo, en toda la geografía española.
Entre los planteamientos teóricos para el
desarrollo de la industria destacó el Discurso sobre el fomento de la industria
popular de Campomanes, para mejorar con ella la economía de las zonas rurales y
hacer posible su autoabastecimiento. Las Sociedades Económicas de Amigos del
País se encargaron de la industria y su teoría en esta época.
Hizo hospitales públicos, servicios de
alumbrado y recogida de basura, uso de adoquines, una buena red de
alcantarillado. En Madrid, un ambicioso plan de ensanche, con grandes avenidas,
monumentos como la Cibeles, Neptuno, la puerta de Alcalá, la fuente de la
Alcachofa…, la construcción del jardín botánico (trasladando al Paseo
del Prado el antiguo de Migas Calientes), el hospital de San Carlos
(hoy Museo Reina Sofía), el edificio del museo del Prado (destinado
originalmente a museo de Historia Natural).
La política religiosa.
Desaparecidos los ministros extranjeros, el
Rey se apoyó en los reformistas españoles, como Pedro Rodríguez de
Campomanes, el conde de Aranda o el conde de Floridablanca.
Campomanes, nombrado fiscal del Consejo de Castilla, trató de demostrar que los
verdaderos inductores del motín de Esquilache habían sido los jesuitas.
Se nombró una comisión de investigación y sus principales acusaciones fueron:
- Sus grandes riquezas.
- El control de los nombramientos y de la política eclesiástica.
- Su apoyo al papa.
- Su lealtad al marqués de la Ensenada.
- Su participación en los asuntos de Paraguay.
- Su intervención en dicho motín.
Sectores de la nobleza y diversas
órdenes religiosas estuvieron claramente en contra. Por todo ello, mediante el
decreto real del 27 de febrero de 1767, se les expulsó de España
y todos sus dominios y posesiones fueron confiscados.
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