El zapato femenino.
Aunque parezca extraño, a principios del siglo XVIII los "chapines" siguen ocupando un lugar de honor en el ropero femenino. Este importante calzado surgió en España a finales del siglo XV, y se mantiene en uso hasta el XVIII. Nos comenta el Diccionario de Autoridades de 1726 que:
(...) oy solo tiene uso en los inviernos, para que levantados los pies del suelo, aseguren los vestidos de la inmundicia de los lodos, y las plantas de la humedad. En lo antiguo era trage ordinario y adorno mugeril, para dar más altura al cuerpo y más gala y aire al vestido.
Los "zapatos" femeninos se caracterizan por su tacón alto, curvado y situado bajo la combadura del pie. Con punta estrecha y cerrado todo el empeine por una lengüeta, se cierra con las orejas mediante lazos o hebillas. Destacan por su gran elegancia y adaptación a la moda del momento. Están realizados en general con ricas telas de seda o lino, pero también se hacen con finas pieles. Como elemento decorativo de estos zapatos destacan las hebillas, que se convierten en el adorno principal. Las encontramos de diferentes tamaños y formas; las hay de metal, para las más poderosas de plata o de oro, grabadas o se les engarzan piedras preciosas, cuidando siempre que armonicen con el vestido. Junto a los zapatos encontramos las "zapatillas", que, calzadas ya en el siglo XVII, se caracterizan por ser un calzado muy ligero y con una suela finísima. También los "botines" aparecen en los documentos; se trata de un calzado cerrado hasta los tobillos. Unas referencias nos indican que son muy adecuados para el frío, pues se podían forrar con pieles y eran perfectos para caminar, pero también encontramos botines realizados de paño.
Un calzado que se pone de plena moda a lo largo del siglo son las "chinelas". Su función inicial era la de ser un calzado cómodo para estar en casa. Eran femeninas, dejaban el talón al descubierto y estaban provistas de un importante tacón, forrado de la misma tela que el resto de la chinela. Estarán en boga prácticamente todo el siglo, aunque a partir de la segunda mitad los tacones pierden un poco de altura.
Con las batas y los vaqueros los zapatos no se veían, pero sí, a partir de los años 70 con las polonesas y los desabillés. Sempere y Guarinos nos dice en 1788:
Siendo entonces (en la época de sus antepasados) las faldas mucho más largas que ahora cubrían enteramente el pie, con lo que no había lugar al extraordinario lujo de medias y zapatos, ni a la provocación, que ocasiona esta indecente moda.
(J. Sempere y Guarinos, Historia del lujo y de las leyes suntuarias, Madrid, 1788).
Los zapatos de los años 70 eran apuntados, con tacón, bastante cerrados y abrochados con hebillas. Es muy frecuente encontrar hebillas de plata para los zapatos, ya sea para hombres o para mujeres. Las hebillas eran uno de los objetos que más se perdían, casi todos los días había algún aviso en el Diario de Madrid. En los años 80 se pusieron de moda los zapatos de seda bordados. Eran escotados y seguían teniendo un poco de tacón. Medias y calcetas siguieron siendo artículos necesarios. De las medias, de seda o algodón, se precisa a veces que tienen cuadrado de color, adorno alargado lateral que sube del pie por el tobillo. Los zapatos son de cabra, de barragán, de tabinete o tafilete, pero la mayoría son de seda y de seda bordada:
Los zapatos deben ser bordados de oro, de plata, o de sedas de mucho gusto, cuidando de no llevarlos dos veces a una función, que sería acreditarse de mujer poco curiosa y ordinaria.
(D. Preciso, Elementos de la Ciencia Contradanzaria, 1796).
Muy pocos años más tarde, con el uso generalizado del traje de talle alto, los zapatos fueron completamente bajos, uno de los distintivos de la nueva moda, y no hay excepciones. Estos zapatos bajos, a imitación de las antiguas griegas y romanas, llevaron más tarde muy a menudo, cintas cruzadas que subían por la pierna.
El calzado masculino.
Cuando en Francia se pusieron de moda los zapatos de tacón, siguiendo las directrices de Versalles, Madrid también se acogió a esta moda. En las dos primeras décadas del siglo el tacón es elevado, pero a partir de 1720-1725 comienza a perder altura. El zapato se cierra generalmente con hebillas que irán ganando protagonismo conforme nos vamos adentrando en el siglo, no sólo porque cada vez se van haciendo más grandes, sino también en algunos casos por la riqueza de los materiales empleados. Los zapatos que lleva la familia real y la nobleza de sangre, sobre todo cuando visten de gala, se caracterizan por el uso del tacón de color rojo, siguiendo una moda establecida por Luis XIV. El uso de las botas es escaso y excepcional para montar a caballo o ir de caza. Sí es habitual el uso de "botines" y de "polainas", que, con forma de bota pero sin zapato, cubren toda la pierna y se abotonan o abrochan con hebillas por la parte de afuera.
Como zapato cómodo y para estar en casa se calzan las "chinelas". Se procura que hicieran juego con la ropa de levantar, o prendas para la intimidad, confeccionándose ambas con las mismas telas. Las medias siguen ocupando un lugar destacado en el ropero masculino a lo largo del todo el siglo XVIII; serán consideradas un elemento indispensable y muy cuidado para ir bien vestido. Las blancas son las que están más de moda y por lo tanto las más usadas. Su elegancia se amplía cuando van bordadas en hilo de oro. Junto a éstas de color blanco se confeccionan una gran variedad de seda, lana, pelo de camello, etc, y de variados colores. Las medias se sujetaban con ligas, algunas de ellas muy elaboradas con bordados que, a modo de brazalete, abrazaban la pierna.
A finales de siglo apareció el pantalón, que al principio consistió en realidad en calzas de punto con pie que se metían debajo de la bota. En España ya lo llevaba el duque de Alba, recién llegado de Inglaterra, en el retrato de Goya de 1795. Era un traje más cómodo y práctico. Los higienistas consideraron más sano el pantalón que el calzón, pues pensaban que no cortaba la circulación de la sangre bajo la rodilla. Estéticamente el pantalón era también mejor para las nuevas ideas; alargaba la pierna más en concordancia con las estatuas clásicas. A principios del siglo XIX se empezó a usar en España el pantalón propiamente dicho, que había de sustituir al calzón, y pierden importancia las medias. En 1812 el gremio de fabricantes de medias de seda de Valencia envió a las Cortes de Cádiz un informe, quejándose de que:
“Este colegio sufre una grave decadencia hace muchos años por el uso de las botas y los pantalones".
(Ruth de la Puerta, Historia del gremio de sastres y modistas de Valencia del siglo XVIII al XX, 1997).
Los zapatos se hacían de cuero, con pala alta y cerrados por delante con hebilla. Son frecuentes las de plata, con charnelas y clavillos de hierro, y las hay adornadas con piedras de Francia o perlitas; a veces se habla de un juego de hebillas, compuestas de cinco; las de los zapatos, las de las charreteras de los calzones y otra para sujetar el corbatín; también se habla de hebilla para el sombrero. Los nobles podían tenerlas de oro con brillantes. Éstas últimas pasaron de moda y los zapatos se hicieron más escotados y se abrocharon preferiblemente con lazos. Lo más característico es que fueron muy apuntados. Pero la gran novedad de la década fue el uso de las botas, altas y flexibles, con vuelta generalmente, encima del pantalón tipo calza, muy ceñido. Fue una moda de indudable influencia militar.
Ya me tiene enganchadísima. Una maravilla de blog. Iré poco a poco también "bicheando".
ResponderEliminarAdemás toca los siglos que yo (por manía... o falta de tiempo) tengo en absoluto abandono.
Saludos
¡Gracias por tu visita!
EliminarEste blog nació para reunir en él información sobre el siglo XVIII en España. Pero luego con el tiempo fui saltando de época en época y hay un poco de todo. Desde la Roma clásica hasta la revolución industrial. Ahora ando tras la huella del Greco por aquello del centenario de su muerte.
¡Un abrazo!