Durante el reinado de Carlos
IV.
Durante el reinado de Carlos IV, se
produjo la Revolución francesa, hecho que significó el ascenso y la
definitiva caída del conde de Aranda.
La revolución francesa y la caída de Aranda.
Tras la muerte de Carlos III, el 14 de
diciembre de 1788, accedió al trono Carlos IV. Éste intentó mantener
intacta la política y los ministros que heredaba.
A partir de los hechos revolucionarios de
Francia en 1789, el mayor esfuerzo de la política de Floridablanca se
centraba en mantener en secreto los sucesos franceses en España con el fin de
que no se extendiera la revolución por el país. Por ello contó con el apoyo del
Santo Oficio y sectores importantes del clero. Aranda atacó esta alianza
con el desprestigiado organismo inquisidor y, apoyado por su partido
aragonés, logró que el rey destituyera a Floridablanca cuyo puesto pasó a
ocupar en febrero de 1792.
Meses después del ascenso Aranda mandó
encarcelar a Floridablanca en la fortaleza de Pamplona, al tiempo que se
buscaban pruebas para poder acusarlo de abuso de poder. Aranda, tan pronto como
tomó el poder, empezó a cambiar, en sentido contrario, el rumbo político de su
predecesor. A petición suya el rey abolió la junta suprema de Estado a la vez
que reaparecía el Consejo de Estado, baluarte de los grandes en tiempos
anteriores.
Aranda suavizó la postura oficial hacia la
revolución y redujo la vigilancia sobre los extranjeros, a la que tanta
importancia había dado Floridablanca. Toleró la distribución de diarios
franceses hasta que el encarcelamiento de la familia real francesa y la
abolición de la monarquía dio pie a órdenes más estrictas en la inspección de
todos los escritos procedentes de Francia. Al mismo tiempo, España se veía
invadida por una ola de refugiados, la mayoría aristócratas y clérigos. A los clérigos
refugiados se les prohibió predicar, así como dedicarse a la enseñanza, a la
vez que se vieron obligados a no hacer mención alguna sobre los acontecimientos
que se desarrollaban en Francia.
En noviembre de 1792,
Aranda, demasiado comprometido con el reformismo y con los enciclopedistas -
cuyas ideas fueron la base ideológica de la revolución - fue sustituido por Manuel
Godoy, un guardia de corps que se había ganado la confianza de la mujer del
rey, María Luisa, al parecer, como amante. Pocos meses después el rey Luis
XVI era guillotinado produciéndose la Guerra de la Convención. Aranda
continuó siendo decano del Consejo de Estado, puesto desde el que agrupó a los
enemigos de Godoy.
El 14 de marzo de 1794, ante
la presencia del rey, Aranda atacó en el Consejo de Estado la decisión de Godoy
de continuar la guerra con Francia. La dureza del ataque de Aranda fue
aprovechada por el favorito Godoy para presionar al rey con la
destitución de Aranda. Así fue, Aranda fue desterrado a Jaén ese mismo día.
Ya no regresaría nunca a Madrid.
Juicio a la leyenda negra.
Es un personaje sobre el que recae una leyenda
negra formada por las naciones extranjeras y sus enemigos nacionales, al
igual que sobre otros personajes relevantes en su tiempo. Es importante conocer
el contexto en el que se llevan estas acusaciones y el por qué de ellas.
El Conde era una persona importante en su
tiempo, sobre el que recaía un gran poder, con el cual hacía y deshacía a su
gusto, sólo corregido o ignorado por el rey. Este poder había sido arrebatado
con astucia y tal vez con mentiras y traiciones a otro gran ilustre, Floridablanca,
a la par caído en desgracia, como él posteriormente. Él polarizaba un sector
amplio de la sociedad, confrontándose con los ideales del ilustrado aragonés.
Así Floridablanca supuso además de un escollo que superar un enemigo al que
acallar en casa y le dejó un regalo envenenado de despedida, como fue el edicto
de expulsión de los jesuitas de España, que él tuvo que efectuar y que le causó
grandes críticas. Si bien en la expulsión intentó que estos tuvieran el menor
riesgo posible y les adecentó lugares donde poder desempeñar funciones, procuró
que no hubiera altercados de la plebe hacia los jesuitas y suplió la falta de
estos en la escuela con maestría, pues los maestros ocuparon sus puestos.
Otro punto a tener en cuenta es que el
Conde con su posición ideó soluciones a los problemas que la Corte tenía que
resolver. Aunque no tuvieron a bien hacerse, despertaron en las naciones
adversas, con informes de embajadores y espías una animadversión grande y un
interés creciente, para deshacerse de este personaje influyente. A esto se
sumaron:
- Sus decisiones de entorpecer el acceso a Gibraltar, sin motivos, para causar una guerra, como era colocar en todos los alrededores de la bahía de la parte española obstáculos subacuáticos que entorpecieran el fondeado y entrada de barcos a la ayuda de los gibraltareños.
- Instrucciones contra el comercio inglés en España tras un conflicto por las Malvinas.
- La correspondencia con Ricardo Wall dentro de la Guerra de los Siete Años entre Inglaterra y Francia, en la que la corona española sopesó la invasión de Inglaterra.
- La visión que tenía sobre las soluciones a las colonias, porque veía con buenos ojos la implicación en los asuntos de la corona y una mayor libertad y decisión de los siervos de ellas, al haber observado su descontento y el nacimiento de insurrecciones. Teniendo una idea de gobierno de bien común, al estilo de la posterior Mancomunidad de Naciones Británica o British Commonwealth of Nations, donde explotar los lazos en común que todas las colonias tenían con la corona. Y así evitar el aumento de los nacionalismos e idealismos surgidos de la Revolución francesa que exportaban las demás naciones; teniendo en cuenta que influyeron en el propio funcionariado de España y las colonias, y que estos alentaban los ideales extranjeros ante la inflexible respuesta de la corona a sus sugerencias.
Además de sus enemigos extranjeros, le tocó
vivir a la sombra del favorito de la Corte, Manuel Godoy, que tardó menos de un
año en suplantarlo.
Muerte y sepultura.
En 1795 el rey Carlos IV le
autorizó a residir en Aragón, y el conde de Aranda decidió entonces
retirarse a vivir en el municipio zaragozano de Épila, donde falleció en 1798.
Su cadáver recibió primeramente sepultura
en el monasterio de San Juan de la Peña, y posteriormente fue trasladado
al Panteón de Hombres Ilustres, situado en la iglesia de San Francisco el
Grande de Madrid.
Finalmente, en 1985, los restos
mortales del conde de Aranda fueron devueltos al monasterio de San Juan de la
Peña, y actualmente descansan en el Panteón de Nobles del citado monasterio
altoaragonés.
Valoración.
El conde de Aranda es considerado como una
de las personalidades más discutidas de la historia de España del siglo
XVIII y puede encuadrarse en el grupo de personajes que representan el
reformismo ilustrado español entre los que estarían José Nicolás de Azara,
Zenón de Somodevilla y Bengoechea, Campomanes, Floridablanca, duque
de Alba o Jovellanos.
El Conde de Aranda ha sido un hombre que
dedicó su vida a la patria y al servicio de los reyes Felipe V, Luis
I, Fernando VI, Carlos III y Carlos IV, planeando su ideología
reformista ilustrada para el gobierno de la nación. Contribuyó en la mejora y
cuantificación de la sociedad española de su tiempo, con su censo de
población, uno de los primeros de Europa y su sociedad económica del
Partido Aragonés, con el que colaboró en obras y desarrollo de Aragón y España.
Amante de las obras de arte, introdujo en España la elaboración de porcelana,
mediante una fábrica propia en Alcora, aprovechando unos hornos de vasijas
y cántaros heredados. En su villa preferida, donde residió y murió (Épila),
dejó como testimonio de su vida, además de su palacio, un convento adjunto a
éste, heredado de la familia. Este convento fue perpetuado por el Conde y ha
sido uno de los mejores archivos sobre el reino de Aragón y España que su
descendiente, la duquesa de Alba, donó en parte al gobierno de Aragón,
bajo beneficios fiscales. Todavía no ha sido alojado correctamente en un
edificio acorde a su importancia y guarda el sueño de los justos, archivado en
las dependencias provisionales. También el sueño frustrado por su muerte y casi
quiebra económica de un teatro de alto rango en la excelentísima villa y la
colección de trajes reales del rey Juan I de Castilla, que nació en esta
villa y custodiaba con cariño el conde, hasta el desalojo y venta por ruina del
palacio al ayuntamiento de la localidad. Los trajes, obras de arte, muebles,
etc. se disgregaron entre los inmuebles de la duquesa de Alba.
Edificaciones, influencias y
empresas del Conde en España.
El Conde de Aranda encargó el diseño del
Salón del Prado a José de Hermosilla, aunque fue finalmente Ventura
Rodríguez quien ejecutaría este proyecto. Contribuyó a la creación de un
convento adjunto a su palacio de Épila y una casona de verano en esta localidad
zaragozana de Aragón. Pero también hizo de mecenas para ayudar en la obra más
influente y fuerte de la acontecidas en su tiempo en Europa, como fue el Canal
Imperial de Aragón de Ramón Pignatelli, que en su origen uniría el
Cantábrico con el Mediterráneo de modo navegable y se explotaría para usos agrícolas,
repartiendo el agua por estos territorios y haciendo realidad un sueño del
Reino de Aragón, para exportar sus materias primas de ganado, peletería, lana y
hortofrutícola; aunque no se desarrolló en su totalidad por lo caro y complejo
de su realización.
En 1765, cuando el urbanismo aún lo
trazaban los ingenieros militares, el Aranda dejó escrito un memorando de siete
pliegos y medio, bajo el epígrafe de «Alicante», para Cartagena. En uno de sus
párrafos se dice: «En la anchurosa calle que resultaría del abatimiento del
muro antiguo, desde el torreón de San Francisco hasta el de San Bartolomé (es
decir, la Rambla, y antes y sucesivamente, paseo del Vall, de Quiroga y de la
Reina), se ha de formar un paseo con árboles y bancos que, sirviendo al propio
tiempo para el tráfico y transporte, proporcione un paraje interior de
concurrencia, para pasear a pie y tratarse las gentes decentes de la ciudad». No
podía ser menos. Pedro Pablo Abarca de Bolea, conde de Aranda, sabía muy bien
la importancia y necesidad que para los ciudadanos tienen los parques, paseos y
zonas verdes. No en balde, creó el Pardo, favoreció el Retiro y
autorizó las fiestas de máscaras. El conde de Aranda envió su escrito, que se
conserva en el Archivo Municipal, al gobernador y corregidor de esta plaza,
Juan José Ladrón de Guevara, con una carta adjunta, en la que le advierte:
«Señor mío: consiguiente a las ideas de ampliación del muelle y otras novedades
útiles a la conveniencia y hermosura de esa ciudad que formé durante mi
permanencia en ella, he formado el concepto y proposición de los puntos que se
han de examinar y sobre que se ha de proyectar lo mejor, que incluye a VE una
copia». Y agrega: «Pasará de un día a otro a esa ciudad, desde Cartagena, el
coronel de ingenieros don Matheo Bodopich, para hacerse cargo de las especies
promovidas y proyectar facultativamente sobre ellas, entendiéndose también con
el comisario de Guerra don Gerónimo Ontizá que correrá a su tiempo con los
intereses de las obras. VE., como gobernador, dará a ambos las luces y auxilios
que necesiten y me dará particular satisfacción, en frecuentarme cuantas
reflexiones le ocurriesen sobre el particular de que se trata». El conde de
Aranda insistió en añadir nuevos espacios «al cuerpo de población, para que
unida con el existente facilite, con sus construcciones, hermosura a ella y
comodidad a sus habitantes».
Fue emprendedor en la modernización de la cerámica
de Alcora que quiso ejercer en la fábrica que heredo de su padre. Esta
hazaña se llevó a la ficción en la serie de rtve " El secreto de la
porcelana" de 1999.
Fuentes: Wikipedia.
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