Clases Sociales.
Patricios.
Los patricios conformaban una clase romana formada
inicialmente por los padres de familia (Pater familias) o bien por hijos de
padres de familia vinculados a la obediencia paterna (los hijos varones no
alcanzaban la condición de padre de familia hasta que el padre
moría y se independizaban, pero se daba por descontado que alcanzarían esta
condición). Se les llamaba también Patres.
Estos Patres y sus descendientes que componen las
personas de las treinta curias primitivas forman la clase de
los patricios, «patricii». Ellos constituyen una nobleza de raza y ellos
solos participan del gobierno del Estado y gozan de todos los privilegios del
ciudadano romano.
Eran los descendientes de las familias más antiguas de la ciudad.
Constituían la clase aristocrática y formaban el verdadero pueblo romano. Eran
considerados superiores al resto de los habitantes, gozaban de todos los
derechos, poseían tierras y eran los llamados a formar el ejército romano, la Legión.
Con el paso del tiempo, el peso social, demográfico y político del
patriciado fue decayendo. Poco a poco se fueron viendo obligados a ceder cada
vez más cuotas de poder a los plebeyos, cuyo número y poder económico y social
crecía constantemente. Así, con el paso de los años, los matrimonios mixtos
entre plebeyos y patricios fueron admitidos. También se permitió el acceso de
los plebeyos a las más altas instituciones, como el consulado (estipulándose
que al menos uno de los dos cónsules debía ser plebeyo). Pese a todo, ser
patricio era el status más alto y ambicionado de la sociedad romana.
Determinados puestos, sobre todo religiosos, estaban reservados únicamente a
ellos. En una sociedad tan orgullosa y elitista como la romana ser patricio,
ser romano de pura cepa era el máximo orgullo.
Los patricios fueron languideciendo poco a poco. Al conformar la élite de
la sociedad romana, cada vez que tenía lugar una guerra civil o una convulsión
por el cambio de un emperador, sus filas eran diezmadas durante o después del
conflicto por el bando vencedor (donde, indudablemente, también había
patricios).
A finales de la República y principios del Principado de Augusto tan solo
las siguientes familias patricias continuaban dando cónsules con regularidad:
Julios, Domicios, Pinarios, Postumios, Claudios, Valerios, Junios, Sergios,
Servilios, Loureiros y Cornelios.
En la época del emperador Constantino, en el Bajo Imperio, tan solo se
tiene constancia de la pervivencia de la Gens Valeria.
Plebeyos.
Según la terminología empleada por los autores de la antigua Roma,
los plebeyos eran: «los que no formaban parte de la gente», en latín «qui
gentem non habent». Es decir, eran plebeyos los que no eran patricios. De todos
modos, el término en sí era de una gran extensión pues entre los plebeyos
existían situaciones muy diferentes a todos los niveles; prácticamente desde la
fundación de la ciudad se detecta la presencia de extranjeros asentados por
diversos motivos; fundamentalmente atraídos por la prosperidad de la ciudad,
gran cantidad de mercaderes y artesanos libres confluyen desde las comarcas
cercanas, desde las ciudades de la Magna Grecia e, incluso, desde las
ciudades-estado metropolitanas de la Hélade. Muchos de ellos eran, sin
duda, ricos mercaderes.
La tradición atribuye a Servio Tulio la inscripción de la plebe
en registros públicos, organizándolos en los colegios profesionales de los
flautistas, tintoreros, zapateros, joyeros, carpinteros, curtidores, alfareros,
etc.; estas reformas de Servio Tulio, basadas en el censo, permitió que
entraran a formar parte del ejército y de los comicios centuriados y,
posteriormente, hasta en el mismo Senado.
Con todo, el hecho de que estas gentes no patricias se vieran marginadas
y carecieran de ciertos derechos civiles (por ejemplo carecían de derecho a
votar), fue consecuencia de múltiples enfrentamientos patricios-plebeyos,
haciendo que fueran tomando conciencia de clase, que ellos mismos se
reconocieran plebeyos, se coaligaran sin tener en cuenta el nivel de riqueza y
se unieran en una lucha reivindicativa de las aspiraciones de todos ellos. Pero
sólo al comienzo de la República es cuando se constituyen como un grupo
organizado en el que todos reconocían un elemento común: su no pertenencia al
patriciado, al margen de su fortuna o su pobreza. A ellos se les une otro
sector social, el de los proletarios (proletarii), el elemento más
marginal o inferior de la población romana.
En resumen, la composición social de la clase plebeya podemos decir que
estuvo constituida por: personajes influyentes y ricos vinculados al ejército;
los plebeyos adsidui, es decir, los que poseían bienes; y los proletarii que
no poseían nada —entre los que se encontraban los libertos, es decir los
esclavos emancipados, bien por decisión testamentaria de sus dueños, por
méritos contraídos durante su período de esclavitud o por haber comprado su
libertad—.
En el siglo IV a. C. se producen las primeras
sublevaciones de la plebe reclamando más derechos civiles, siendo así que,
espoleados por la presión de la plebe, los patricios romanos elaboran un
sofisticado código legal, la ley de las doce tablas, que a grandes rasgos, son
herederas nuestras actuales leyes, con el fin de acallar las protestas del
pueblo. Además, la plebe consigue tener representantes (tribunos de la plebe)
con poderes para garantizar sus derechos frente a la clase dominante.
Esclavos.
La sociedad romana, a lo largo de toda la historia de su dominio
sobre el Mediterráneo, Europa, África y Asia, fue
esencialmente esclavista, y tanto su economía como su estructura social se
basaba en un sistema de clases donde el esclavo constituía el escalón más bajo
de la sociedad.
Los esclavos de ciudad solían tener familia y una gran autonomía. Podían
lograr la manumisión de diferentes formas:
- Con su
propia muerte; entonces se le liberaba para que tuviera un entierro de
hombre libre.
- Con la
muerte de su amo, que en su testamento solían liberar a sus esclavos como
muestra de generosidad. Cuando eran liberados de este modo, se les dejaba
alguna propiedad o dinero.
- Comprando
su libertad, ya que después de haber pasado años de intermediario de su
amo en los negocios, podían ganar un peculio.
- Por
declaración ante un magistrado. Amo y esclavo defendían su libertad ante
un magistrado. Si era aceptada, se le ponía un bastón en la cabeza como
señal de su libertad
Muchos emancipados permanecían en sus casas haciendo las mismas labores,
aunque con mayor dignidad.
Los esclavos eran propiedad absoluta de su dueño. Carecían de
personalidad jurídica, de propiedad y hasta de familia propia, porque su
matrimonio, aún conseguido con el permiso del amo, se consideraba un simple
concubinato, y los hijos eran propiedad del amo. Los esclavos domésticos eran
recibidos con una ceremonia, y se les purificaba echándole agua sobre su
cabeza.
Ayudaban al amo a ponerse la toga, pues era una labor de gran
complicación. Eran los encargados de recibir a los invitados, recogerles la
toga y los zapatos y ofrecerles un baño caliente o un lavado de pies. Los más
guapos y de mejores modales servían la comida vestidos de colores vivos, que
contrastaban con sus cabelleras, con las que a veces sus amos se secaban. Los
más agraciados servían el vino y cortaban los manjares mientras que los que
limpiaban los platos y recogían las mesas iban peor vestidos. A cada invitado
se le adjudicaba un esclavo servus ad pedes que permanecía a
sus pies. Los que nacían como esclavos y eran educados, formaban una clase
privilegiada entre la servidumbre. No se les permitía entrar a representaciones
teatrales. A los esclavos se les adjudicaban las tareas de acuerdo a su nivel
cultural.
A los esclavos se les podía poner un collar con una placa en la que se
leería «Tenemene fucia et revo cameadomnum et viventium in aracallisti»,
traducido como «Detenedme si escapo y devolvedme a mi dueño».
El precio de un esclavo nos llega a través de Catón, y sabemos que era de
promedio unos mil quinientos denarios, precio que subió a lo largo del siglo
II a. C. hasta alcanzar los veinticuatro mil sestercios.
Algunos esclavos tenían la consideración de hombres libres, bien por la
humanidad de sus amos o por el trabajo intelectual que desarrollaban. Esto pasó
con los esclavos procedentes de la Antigua Grecia, que en cierto modo el
amo consideraba de mayor educación que la suya. Estos eran los que servían como
secretarios, administradores o educadores. En el siglo III se redujeron las
masas de esclavos y estos empezaron a valorarse casi como hombre libres. El
emperador Diocleciano era hijo de un esclavo que había comprado su
libertad.
Los libertos fueron a partir del siglo VI según el emperador Justiniano ciudadanos
sin distinción alguna, procedentes de la esclavitud. Si no conservaban los
lazos de fidelidad a sus casas eran llamados libertos ingratos.
Ejercían mayoritariamente la labor de comerciantes o artesanos, y en menor
medida de maestros romanos (ludi magister), gramáticos (encargados
de la enseñanza secundaria), banqueros o médicos, que no tenían la
remuneración.
La economía romana, como su sociedad, dependían del trabajo de
esclavos, que eran fundamentales en los latifundios, minas e industrias. Esta
economía aumentó a partir del siglo II gracias a las victorias de Julio
César, que puso en subasta a aproximadamente un millón de esclavos durante la Guerra
de las Galias (58–51 a. C.) En Delos, llegaron a subastarse
hasta diez mil esclavos en un solo día.
Fuentes: Wikipedia.