Guerlain, un hombre de orígenes
humildes, logró convertirse en breve tiempo, gracias a su habilidad y
tenacidad, en el perfumista más exclusivo de Francia.
Pierre-François-Pascal Guerlain era el hijo de un modesto hojalatero que vivía
en la ciudad de Abbeville, en la Picardía (Francia). Su sueño era el de
convertirse en químico y, allá por el año 1820, logró convencer a su padre para
que le dejara ir a cursar estudios en Inglaterra. Sin embargo, una vez hubo
llegado a Londres, tuvo que buscarse un trabajo para procurarse el sustento. Al
poco tiempo consiguió un modesto empleo como aprendiz en una tienda de Bond
Street que vendía aceites aromáticos y jabones perfumados. Aquel trabajo le fascinó
desde el primer momento y, favorecido por los estudios de química que estaba
siguiendo, logró convertirse sin demasiada dificultad en ayudante del maestro
perfumista. De este modo, su vida comenzó a transcurrir entre alambiques y
esencias, aprendiendo todos los secretos del que ya era su nuevo oficio. Cuando
regresó a Francia, en 1828, abrió una tienda en la parisina rue de
Rivoli.
Al principio sólo
vendió productos a los que daba nombres ingleses, que por aquel entonces
estaban de moda. Pero al cabo de poco tiempo empezó a recibir pedidos para
desarrollar fragancias personalizadas, y de esta manera, naturalmente, los
nombres de sus fragancias se afrancesaron.
En aquellos tiempos,
el máximo lujo para una dama de la alta sociedad parisina era, cada vez más,
participar en un baile poniéndose un perfume exclusivo que nadie hubiese olido
ni llevado nunca.
Sin embargo,
Guerlain contaba también con muchos hombres entre sus clientes (uno de los
primeros fue el novelista francés Honoré de Balzac) e incluso algunos
periódicos. En efecto, Guerlain perfumó a mano todas las copias de una edición
especial del Journal des Elégances, y desde aquel día toda la
buena sociedad parisina tomó la costumbre de dirigirse a su tienda para que le
aromatizara los libros y el papel de carta.
Pero la actividad de
Guerlain no se reducía al diseño y venta de perfumes, sino que también
encontraba tiempo para preparar dentífricos, vinagres (contra desmayos) y
cremas blanqueadoras para el ostro y las manos. No obstante, fueron las eauxolorosas
que inventaba continuamente las que le dieron notoriedad.
La primera de ellas
fue una Eau de Judée a la lavanda que se vendía a cinco
francos el litro, pero hacia 1834 (es decir, cuando hacía solo seis años que se
había establecido en París) ya comercializaba una Eau de la Reine a
quince francos el litro y estaba orgulloso de ser considerado el perfumista más
caro de toda la ciudad.
Más que las "eaux" con
la fragancia de una sola flor, a Guerlain le gustaba mezclar flores y frutas
para obtener aromas a los que daba nombres exóticos como Bouquet Sierra
Morena. Pero para su eau más importante creada en
principio para uso exclusivo de la emperatriz Eugenia de Montijo, esposa de
Napoleón III, se vendió con un nombre muy simple, Imperiale.
A medida que
aumentaba su fama, su tienda se amplió, y muchos aspirantes a perfumistas
solicitaron estudiar a su lado para, como había hecho él mismo en Londres,
aprender todos los secretos de la profesión.
Los Guerlain han
sido una auténtica dinastía de perfumistas: al padre Pierre-François-Pascal le
sucedieron su hijo Aimé, su nieto Jacques y sus bisnietos Pierre y Jean-Paul,
nacido este último en 1937 y que actualmente se encarga de las nuevas producciones.
Cada uno de ellos ha creado perfumes que son obras maestras, pero es Jacques
quién firmó los que se han convertido en más famosos, como Mitsouko o Shalimar. Aún
hoy, Guerlain conserva una estructura familiar, y en París, únicamente las
siete "boutiques" Guerlain venden estas creaciones.
Los historiadores
datan 1889 como el nacimiento de la perfumería moderna: en aquel año, Aimé
Guerlain, hijo del fundador de la maison, Pierre-François-Pascal,
creó Jicky con la ayuda de su nieto Jacques, quién a la sazón
no era más que un muchacho pero que al cabo de unos años se convertiría en el
mejor "nariz" de toda la familia. Jicky tomó
su nombre del apodo que Aimé había dado a su nieto. Es un perfume de la familia
de los fougère, en el que se encuentran notas de hespéridas y
de lavanda, y está considerado el primer representante de la perfumería
moderna, porque en él se utilizan por primera vez ciertos rasgos
"sintéticos" que tendrían un explosivo triunfo con el Nº 5 de
Chanel treinta y cuatro años más tarde. Como todas las verdaderas
novedades, Jicky no gustó cuando fue presentado por primera
vez: las señoras, que se habían acostumbrado a los perfumes de Guerlain
realizados a partir de grandes ramos de flores, encontraron que tenía una
fragancia demasiado "dura, fría y masculina". Por esta razón, al
principio fueron sobre todo los hombres quienes usaron Jicky; las
mujeres no comenzaron a apreciarlo hasta unos años más tarde, gracias sobre
todo a la pionera Sarah Bernhardt, quien luego lo usó durante toda su vida.
Después de Jicky,
las creaciones de Guerlain son incontables; hay quien ha intentado determinar
su número, llegando a la considerable cifra de 323, entre las cuales figuran
auténticos hitos en la historia de la perfumería: desde el primer "masculino"
verdadero, Mouchoir de Monsieur de 1904, a Mitsouko de
1919, Shalimar de 1925, Vol de Nuit, de 1933, Chant
dÄrômes de 1962, Habit Rouge de 1965, Chamade de
1969, Jardins de Bagatelle de 1983, Derby de
1985, o Samsara de 1989.
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