Modisto, decorador, pintor, escritor, conferenciante, fue un artista
total, un amante del color y de la vida. Su influencia en la moda ha sido
incuestionable y, todavía hoy en día, resulta imprescindible acercarse a sus
creaciones para tener una visión completa de la misma. En 2007 el Metropolitan de Nueva York le dedicó
una gran exposición: Paul Poiret. El Rey de la Moda, donde se
podían ver algunas de las grandes piezas de indumentaria creadas por este
genio.
Desde muy joven se interesó por la cultura en sus diferentes expresiones:
gran aficionado al ballet, al teatro, la pintura y la decoración, en
definitiva, una tendencia al artista completo. En una época propicia para ello,
en la que el arte fluía en París de una manera casi natural, las Exposiciones Universales de 1889 y 1900
había servido para poner en contacto propuestas y sensibilidades en muy
diferentes ámbitos. También los Salones
de Pintura de la época (sobre todo los no oficiales) tuvieron una gran
influencia en Poiret, que los visitaba de un modo asiduo y en donde conoció la
pintura impresionista y entró en contacto con artistas como Derain o Vlaminck o ilustradores como Paul
Iribe.
A partir de este momento entró en contacto con diferentes casas de
moda, hasta que en 1896 el Sr. Doucet
le propuso trabajar en exclusiva para él, junto al cual continuó su formación
de diseño y costura, pero aprendió también algo que sería fundamental en su
trayectoria posterior: la importancia de tratar bien a sus clientes. El primer
modelo creado por Poiret para Doucet fue una esclavina con tiras de paño
recortado alrededor del cuello. Se vendió cuatrocientas veces. También realizó
gran número de trajes de chaqueta y falda ceñida a la cintura, que se llevaban
sobre corsés. Su salario llegó a ser de quinientos francos, suma muy elevada
para un joven diseñador. Fue una época de mucho aprendizaje y de contactos. Por
la casa Doucet pasaban vedettes, actrices, cantantes de ópera, etc. Todo iba
bien pero acabó siendo despedido de Doucet por cierta opinión negativa vertida
sobre una revista protagonizada por la actriz Sarah Bernhadt, para la que Poiret había diseñado en 1900 el
vestuario con que aparecía en la obra L'Aiglon (su primer
papel masculino), lo que hizo que Doucet se desprendiera de su joven ayudante.
Poco después, en 1903, se le presentó la ocasión de abrir su propio
negocio. La tienda se situó en el número 5 de la rue Auber. En cuanto
abrió sus puertas toda la sociedad parisina desfiló por allí y una de sus
prendas estrella fue el abrigo “Confucius”, que tanto había horrorizado
a la citada princesa. Su primera cliente fue la entonces admiradísima e
imitadísima actriz Réjane. Tres
años más tarde Poiret era una celebridad conocida allá donde fuera y en cuyas
fiestas se reunía el tout París.
En 1906 Poiret se traslada al número 37 de la rue Pasquier, una
calle más amplia y, por tanto, más apropiada para acoger la afluencia de
público. El local, un antiguo hotel, no contaba ni con escaparates ni rótulo. A
pesar de todo, todas las grandes damas de París acudieron a su tienda, entre
ellas Mrs. Asquith, a la que conoce
en París y la que le introduce posteriormente en Londres. Es en esta época
cuando Poiret introduce sus grandes innovaciones en lo que a la moda se
refiere. Impulsó una cierta liberalización de la figura femenina, pues alargó
el corsé hasta las caderas y redujo considerablemente el número de prendas
interiores; sin embargo, seguían pareciéndole absurdas aquellas mujeres de
curvas prominentes, así que volvió los ojos hacia el siglo anterior y retomó
las líneas del Directorio francés
para crear un modelo sencillo que se entallaba debajo del pecho y caía
libremente hasta los pies. Lo llamó La Vague “la Ola”, pues
parecía rodear el cuerpo en ondas marinas. El modelo estaba concebido para su
esposa Denise Boulet, y que era, con su figura delgada y atractiva, la mejor
modelo de los diseños de su esposo. Posteriormente elimina el uso del corsé a
favor del sostén, liberando el cuerpo de la mujer y terminando de este modo con
la silueta en “S”. Al buscar restaurar la naturalidad de
los atuendos femeninos, Poiret fue responsable en parte de la
obsolescencia del corsé. El
motivo por el que Paul Poiret empezó esta batalla contra el corsé fue que
encontraba ridículas a las mujeres de busto curvo y trasero prominente. La
nueva mujer del diseñador era modesta, joven y de movimientos descaradamente
libres. Bajo sus vestidos se escondía una hermosa figura y no un buen corsé.
Pero la desaparición del corsé no era lo único que hacía parecer a las mujeres
más jóvenes y atractivas, también contribuyeron a ello los colores vivos y
estampados sencillos. Además, los densos tonos pastel propios de la belle
époque dejaron paso a bellos estampados de tipo oriental. Fue uno de
los promotores del estilo japonés, con la creación de unos vestidos tipo
kimono, exóticos y vaporosos, que lucían las bailarinas Isadora Duncan y Mata-Hari. Para rematar el efecto,
Poiret desterró las medias negras y cubrió las piernas con seda de color carne,
que hacían el efecto de llevar las piernas desnudas. Sus creaciones
solían estar adornadas con borlas, capas o chales con plumas de
colores y estolas de zorro, que concedían un aire escénico a sus diseños.
Lamentablemente su estilo pronto
comenzó a degenerar. Cada vez subía más el talle, y en consecuencia, los
pechos. Además, sus escotes eran cada vez más pronunciados y sus faldas más
estrechas.
Hacia 1909, vuelve a cambiarse de local, esta vez a la Avenida d´Antin, una casa con unos
amplios jardines que fueron testigo de numerosas fiestas, entre las más
célebres la de las mil y dos noches, todo un despliegue de creatividad en el
que Poiret disfrutaba con sus amigos y que pone de manifiesto uno de los rasgos
que han definido la personalidad de este artista: la excentricidad. También en
estos momentos se produce una ola de orientalismo y un estallido del color,
acabando con la paleta de tonos empolvados, y así, aparecían las pieles ornando
los vestidos, los pañuelos y los adornos de pedrería para el cabello. El punto
de partida de esta tendencia no sabemos si arranca con Poiret o con el Ballet Ruso. En cualquier caso, ambos
jugaron un papel decisivo. Es la época en la que Leon Bakst diseña el vestuario para Schéhérazade, Poiret
lo plasma en la ropa de calle, y surgen sus grandes creaciones de aire
oriental. Lo oriental era el último grito tras el éxito en 1909 de los Ballets
Rusos de Sergei Diaghilev en París, que influenciaron en las artes, la
moda y en definitiva, el estilo de la década. En esta misma línea exótica
llegaron sus turbantes, caftanes, airones (una especie de tocados formados por
grandes plumas de avestruz), pantalones de odalisca, etc., una serie de
opulentas prendas de seda, brocados fastuosos y lamés de colores vivos, una
pasión por todo lo oriental sin precedentes entre el público.
Pero el creador no fue un visionario, simplemente vivió integrado en su
época, en los años previos a la I Guerra
Mundial. Durante ésta, el diseñador fue movilizado y, al regresar del
frente comprobó con horror que todo había cambiado. Poiret no pudo comprender
que la guerra había hecho más por la independencia de las mujeres que la moda. Decidido
a recuperar su anterior preeminencia, creyó que podría recuperar a su antigua
clientela dando lujosas fiestas y exposiciones que, lejos de volver a auparle,
le llevaron a la ruina. Amargado al ver
como otros triunfaban con sus ideas, y abandonado por su mujer, se retiró a la
Provenza y pasó sus últimos años entregado a la pintura. En 1924-25 se hizo
construir por el arquitecto Robert
Mallet-Stevens una villa llamada "El paquebote", hoy
conocida como Villa Paul Poiret en Mézy-sur-Seine,
que nunca llegó a habitar debido a la quiebra de la costurería en 1929.
Se cuenta que hacia el final de
su carrera Poiret encontró a Coco Chanel,
su rival y enemiga en el gusto de la moda parisina, vestida con sus severos
trajes negros preguntándole: "Perdón
señorita, ¿por quien lleva ese luto?" A lo que ella respondió:
"Por usted señor".
A su muerte en 1944 dejó un libro de memorias que, haciendo alarde de
seguridad en sí mismo, tituló “Yo vestí a mi época”.
Fuentes: Estilo y moda. Entre seda y algodón. MCN
Biografías.
me gusta este hombre, nos libero del corse y además le gustaban los colores como a mi jejejejjej un besazoooooooooooooooooo
ResponderEliminarEstoy seguro de que te habría encantado su ropa, tan colorista y atrevida. Te hubieras convertido en su principal cliente. Ya no se hace ropa como la de antes, ¿verdad?
Eliminar¡Un besote enorme!
No Pedrete, ya no se hace ropa como antes ;) Aunque leyendo esta fabulosa entrada -me estás dando en mi mero gusto con todas las de la ley-, me doy cuenta que monsieur Poiret es le verdadero padre de la moda-espectáculo, tan en boga hoy en día. Lo del corsé, Pilar, era algo de esperarse ya que, dentro del clima revolucionario de la preguerra europea del 14, estaba ya todo dispuesto para realizar ese salto cuántico dentro de la indumentaria femenina -salto que por otro lado se realizó previamente durante los años del imperio napoleónico, aunque obviamente por lo que sucedió después, no se generalizó-. En realidad la joven Coco Chanel tuvo la misma idea que Poiret por el mismo momento -la colección de primavera-verano 1910- pero, sencillamente fue algo que no cuajó hasta que llegó la guerra y con ella las situaciones extremas de vida que hicieron a las mujeres reconsiderar cortarse el pelo, empezar a subir el ruedo de las faldas y desterrar al incómodo corsé de sus armarios para ser sustituido por las primeras fajas de material más o menos elástico que brindaban una figura semejante sin constreñimientos antinaturales ;) Poiret era un hombre tan fantasioso como fantástico y eso fue lo que transmitió en sus diseños en una época en la que todo, absolutamente todo podía suceder. Sus pantalones de odalisca y sus combinaciones de faldas estrechas con sobrefaldas anchas -la famosa "pantalla"-, así como la utilización de ostentosos diseños textiles, fueron su sello dentro de una sociedad extravagante, dilapidadora y muy desigual en cuanto a derechos. Fue la sociedad decadente de la preguerra que se extinguió con el baño de sangre irrefenable que le siguió de 1914 a 1918. El cambio de pensamiento y circunstancias provocado por la inhumanidad de la contienda fue de tal naturaleza, que no pudo evitar el cambio tan radical como dramático que vino después y al que Poiret no pudo adaptarse por completo. El abrió la caja de Pandora en el desarrollo de la moda femenina y dio el primer machetazo para debrozar el camino que aprovecharían personalidades como la propia Madame Chanel. Esa es su aportación y su legado :)
ResponderEliminar¡Hola Carmen!
EliminarTodavía faltaban genios por llegar al mundo de la moda, como por ejemplo Jeanne Lanvin o Madeleine Vionnet. Amén de Christian Dior que daría una atrás buscando el antiguo glamour de la época victoriana. Para mí de todos modos, el verdadero genia de la alta costura sigue siendo Balenciaga, que supo aunar la comodidad de la mujer moderna, con la elegancia de la moda antigua.
¡Un besazo enorme y un millón de gracias por tus aportaciones!
Gracias a tí, Pedrete por estos apuntes de los grandes diseñadores. Sigo opinando que deberías explotar tu sensibilidad hacia el diseño, aunque sea en pequeña escala. Esto es lo tuyo :)
ResponderEliminarEn ello ando, querida Carmen, en ello ando.
Eliminar¡Un besote enorme!