Giulio Alberoni, (1664-1752), fue un cardenal italiano,
principal consejero del rey Felipe V de España. Nació el 21 de
mayo de 1664 cerca de Piacenza, probablemente en Fiorenzuola
d'Arda (Ducado de Parma).
Primeros años.
Giulio Alberoni nació en una familia de
origen humilde. Su padre era jardinero, y su primer empleo en el aparato
eclesiástico fue ser uno de los campaneros de la catedral de Piacenza. A pesar
de tener una posición tan modesta, consiguió ganarse la confianza del obispo de
la ciudad. Influido por él, Alberoni decidió formarse como sacerdote y
posteriormente acompañó al hijo del obispo en su viaje a la ciudad de Roma,
donde se instaló.
Comenzó su carrera política como secretario
de Louis Joseph, duque de Vendôme, el comandante en
jefe de las tropas hispano-francesas en Italia durante la Guerra
de Sucesión española. Como tal le acompañó al frente y visitó París en 1706,
donde se ganó el favor del propio rey Luis XIV de Francia.
Posteriormente, entró al servicio del duque de Parma, desde donde dirigió las
negociaciones entre éste y Felipe V de España que acabaron finalmente con el
matrimonio entre el nuevo monarca español e Isabel de Farnesio, sobrina del
duque, en 1714.
Carrera política en España.
Antes de eso, Alberoni había llegado a
España en 1711 como secretario de Vendôme. La muerte de éste en Vinaroz un
año después le llevó a solicitar el puesto de embajador de Parma ante la corte
de Felipe V, donde aumentó su influencia poco a poco gracias a la ayuda de la
cortesana Marie-Anne de la
Trémoille, más conocida como La
Princesa de los Ursinos. La boda del rey con la Farnesio es un claro
exponente de hasta qué punto había aumentado su influencia sobre el rey. El
favor de la nueva reina (quien le debía en gran medida su acceso al trono) le
permitió en apenas un par de años ascender aún más en su carrera meteórica
obteniendo sucesivamente el título de Grande de España, el cargo de
consejero del rey y el nombramiento como obispo de Málaga. En 1715 la
corte española presionó activamente al Papa Clemente XI para que nombrara a Alberoni cardenal,
cosa que el Pontífice hizo un año después aunque podía haberlo nombrado
directamente el propio Felipe V.
Como miembro del aparato estatal, Alberoni
impulsó una política que combinaba las reformas económicas emprendidas en
Francia por Jean-Baptiste Colbert junto
con medidas sociales marcadamente conservadoras, que daban marcha atrás a
muchas de las que se aprobaron durante la carrera de Jean Orry, predecesor de Alberoni. Creó un servicio regular de correos
con las colonias españolas en América y una nueva escuela de navegación en
la que sólo podían ingresar los nobles, y restauró la Santa Inquisición.
Con el fin de impulsar la reconstrucción económica del país tras la Guerra de
Sucesión, disminuyó ligeramente las competencias de los Grandes de España y
abolió las aduanas internas entre los distintos reinos de la Corona española
(con la excepción de las de Navarra y las Vascongadas). También
estimuló el comercio con América trasladando la Casa de Contratación de
Sevilla a la más avanzada ciudad de Cádiz.
La política de Alberoni no se limitó a las
cuestiones económicas. Su objetivo último era el de devolver su papel como
potencia europea a España, que le había sido arrebatado junto con muchas de sus
posesiones en el Tratado de Utrecht de 1713. Con el fin de que
el país recobrase su antigua preponderancia en el Mediterráneo occidental,
se embarcó en un ambicioso proyecto que pretendía recobrar las antiguas
posesiones españolas en Italia y limitar el avance de los Habsburgo de Austria.
Entre 1717 y 1718 llevó a cabo una activa política para
ganarse el apoyo del papado y Francia en la nueva expansión, que se materializó
en la conquista de Cerdeña y gran parte de Sicilia, hasta que Gran
Bretaña decidió bombardear la armada española en el Cabo Passaro. Con
el fin de quitarse de en medio a su principal oponente, Alberoni concibió un
rocambolesco plan de invasión de Inglaterra en 1719, que nunca
llegó a materializarse por culpa de una tormenta que dañó la flota invasora
española. Fue una segunda edición de la famosa "Armada Invencible".
Analizado el devenir histórico de las colonias europeas, hubiera sido mucho más
acertado intensificar sus esfuerzos para recuperar Gibraltar.
Francia no apoyó a España esta vez, sino
que se unió a Gran Bretaña, Austria y Holanda en la Cuádruple
Alianza, algo que, en definitiva, ponía a España en contra de todo el
continente europeo. Antes de que los acontecimientos fueran a más, Felipe V
decidió sacrificar a Alberoni, ordenándole el 5 de diciembre de 1719 que
abandonase España, algo que no pudieron evitar ni siquiera las protestas de
Isabel de Farnesio.
Regreso a Italia.
Caído en desgracia, Alberoni marchó a
Italia, donde tampoco le faltaban enemigos. Escapó de un intento de arresto en Génova y
se refugió en los montes Apeninos. Allí descubrió que el papa Clemente XI
(probablemente molesto por las presiones a las que España y el propio Alberoni
le habían sometido en años anteriores) también había ordenado su captura.
Consiguió evitarlo hasta la muerte de Clemente en 1721. Dado que seguía
siendo cardenal, acudió como tal al cónclave que eligió como nuevo
papa a Inocencio XIII. Éste le mandó encarcelar tras sufrir presiones de
España, pero una comisión cardenalicia le libró de la prisión y todos los
cargos. En 1724acudió a un nuevo cónclave e incluso cosechó 10 votos en la
ronda en que salió elegido Benedicto XIII. Seis años después participó en
su tercer cónclave, siendo elegido Clemente XII.
El nuevo papa lo nombró legado de Rávena,
donde en 1739 mandó construir la Puerta Alberoni de la
ciudad. Ese año dirigió las tropas pontificias contra la pequeña República
de San Marino, que intentaba zafarse de la autoridad papal. Consiguió su
objetivo, pero el papa no aprobó los métodos usados en la campaña y le
destituyó como legado de Rávena en 1740. Volvió entonces a Piacenza, donde
dirigía el Hospital de San Lázaro destinado al cuidado de leprosos desde
una década antes. Con el descenso de casos de lepra en Italia en los últimos
años, Alberoni solicitó al papa la supresión del hospital y lo convirtió en una
escuela para los niños y adolescentes pobres de la ciudad.
Últimos años.
El gusto de Alberoni por la pintura y la
cocina se fueron acrecentando con los años. Muestra de esto último son algunas
especialidades de la cocina de Piacenza como la Coppa del Cardinale o
el Timballo Alberoni. En sus colecciones de arte de Roma y Piacenza
guardaba todo tipo de tapices y pinturas, incluido el Ecce Homo de Antonello
da Messina. A su muerte en 1752 dejó sus posesiones y lo que le
quedaba de su fortuna española a su sobrino, salvo 600.000 ducados que destinó
al seminario que acababa de fundar.
Se cuestiona la autenticidad del Testamento
Político que se publicó en la ciudad suiza de Lausana bajo
su nombre en 1753.
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