La Porcelana del Buen
Retiro fue una de las manufacturas reales de productos
de lujo que impulsó la política mercantilista de la Ilustración española.
Su calidad era internacionalmente reconocida, y sus técnicas de fabricación se
mantenían como un secreto de estado. Se localizó en los Jardines
del Buen Retiro, cerca de la localización actual de la estatua del Ángel Caído,
y fue destruida durante la Guerra de Independencia Española.
La Real Fábrica del Buen
Retiro (denominada popularmente La China) se fundó
en Madrid en 1760 por iniciativa del propio Carlos III
de España, que ya había impulsado la fábrica similar de Capodimonte cuando
fue rey de Nápoles. De Nápoles llegaron artesanos especializados,
y tres cargamentos con el instrumental necesario y la pasta especial para
producir porcelana.
El destino de muchas de las
piezas fabricadas fue la decoración de Palacio Real de Madrid y
los Reales Sitios, donde siguen conservándose buenas colecciones. La Casita
del Príncipe del Monasterio de El Escorial tiene una sala
totalmente decorada con porcelana del Buen Retiro, con gusto próximo
al estilo Rococó. Asimismo, en el madrileño Palacio Real una sala entera
muestra las paredes recubiertas por este material, procedante de la Real
Fábrica. Sin embargo, la obra cumbre de esta escuela fue la sala de porcelana
del Palacio Real de Aranjuez, diseñada y realizada por el equipo de
Giusseppe Gricci.
Aunque a veces puede leerse que
los autores de su destrucción fueron las tropas de Napoleón (motivadas,
se supone, por la calidad de sus productos, que estaba empezando a hacer daño a
la fábrica francesa de Sèvres), en realidad fueron las tropas británicas,
comandadas por Wellington (cuya nación tenía intereses industriales
incluso mayores). La labor de Joaquín Murat se había limitado a
convertir la fábrica en un objetivo militar, al fortificarla con tres líneas de
defensa, incluyendo un vistoso sistema de bastiones de traza italiana (poco
más o menos, poner la fábrica en el centro de una diana).
La acometida inglesa en la batalla
del Retiro (13 de agosto de 1812) fue tan violenta que aún se
encuentran balas y restos de uniformes en el lugar. El coronel Lefond capituló
rindiendo 2.500 soldados, 289 piezas de artillería, 2.000 fusiles y abundante
munición e intendencia. Lo que quedaba en pie fue destruido por órdenes
del general Hill como parte de los preparativos de evacuación (31 de
octubre), incluyendo la voladura de la fábrica y sus almacenes, sin que las
autoridades españolas aliadas se interesaran lo suficiente como para impedirlo.
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