Buenaventura Rodríguez Tizón, conocido
como Ventura Rodríguez (Ciempozuelos, Madrid, 1717 - Madrid, 1785),
fue un arquitecto español del siglo XVIII. Se le considera,
junto con Juan de Villanueva, el principal arquitecto español de su época
y el último barroco. Su trayectoria se sitúa entre dos grandes corrientes
artísticas: el barroco y el neoclasicismo de la Ilustración europea.
Biografía y obra.
Era hijo de Antonio Rodríguez, profesor de
arquitectura, y Jerónima Tizón, residentes en Ciempozuelos, parte de una
familia de larga tradición en ese pueblo. El historiador Fernando Chueca Goitia (1911 - 2004)
amplió el contexto familiar en el escrito “El padre de don Ventura Rodríguez”,
donde destaca que don Antonio Rodríguez era un maestro alarife notable, lo que se
comprobaría en la Ermita de Nuestra Señora de la Salud en Borox (Toledo),
cuya autoría fue revelada por el historiador Juan María de Cárdenas. Así
mientras ayudaba a su padre dio pruebas de una fuerte y hábil inclinación hacia
el dibujo, de modo que no tardó en hallar ocupación como delineante de
los ingenieros franceses que dirigían las obras (Marchand y Brachelieu).
Con motivo del traslado de la corte a Aranjuez,
el arquitecto Filippo Juvara (encargado del proyecto del Palacio
Real de Madrid) tiene ocasión de ver unos croquis de Ventura Rodríguez, y
solicita al rey que le sea asignado como delineante. El arquitecto
italiano se convirtió entonces en maestro de Rodríguez, de forma que a su
muerte en 1736, su sucesor al frente del proyecto del Palacio Real, Giovanni
Battista Sacchetti lo mantuvo con él. En 1741 ostentaba ya el cargo
de aparejador segundo del Palacio Real.
A pesar de las carencias de una formación
sin viaje a Italia, Ventura Rodríguez pudo adquirir un profundo conocimiento de
la arquitectura de Gian Lorenzo Bernini y Francesco Borromini a
través de las estampas que circulaban entre los arquitectos de la corte y los
estudios y reinterpretaciones de sus maestros. Heredero por tanto de la Escuela
de Roma, fue depurando sus gustos barrocos para seguir una línea más herreriana.
En 1747 fue nombrado académico de mérito de la Academia de San
Lucas de Roma.
En 1749 consiguió un resonante
triunfo al escoger el rey Fernando VI su proyecto para la
construcción de la Capilla del Palacio Real de Madrid, prefiriéndolo al
del propio Gian Battista Sacchetti, de quien Ventura era entonces
ayudante, como se ha indicado. Entre ese mismo año de 1749 y 1753 construyó
la iglesia parroquial de San Marcos en Madrid (Monumento
Nacional desde 1944), con una planta de cinco elipses sucesivas
(sorprendente por la inversión de valores, la articulación disimétrica de los
espacios y la resonancia de sus bóvedas elípticas) y una fachada de orden
gigante flanqueada por antecuerpos curvos que conforman un atrio cóncavo.
En 1752 fue nombrado director de los estudios de arquitectura de
la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
En 1750 recibió el encargo para
la remodelación y terminación de la basílica del Pilar de Zaragoza.
Los anteriores proyectos de Felipe Busiñac, Felipe Sánchez y Francisco
de Herrera el Mozo no lograban satisfacer las tres exigencias del cabildo:
distancia conveniente al río Ebro, orientación apropiada y alineación de
la fábrica del templo en consonancia con la mirada de la Virgen. El hábil
proyecto de Ventura satisfizo tales requisitos y, de esta forma, el arquitecto
se apuntó uno de sus mayores y más populares triunfos. Sugirió la solución del
alojamiento y trazó el diseño arquitectónico de la capilla de la Virgen,
un templete de planta cuadrilobulada a base de sectores circulares y bóveda
elipsoidal. Es precisamente en esta capilla donde se produce la transición del
estilo barroco al neoclásico, manifestándose este último en la decoración del
interior del templo.
El cabildo de la Catedral de Cuenca reclamó
sus servicios para levantar un Transparente (ventana de cristales que
ilumina y adorna el fondo de un altar) que rivalizara con el levantado
por Narciso Tomé en la Catedral de Toledo. Rodríguez lo situó en
un ambulatorio gótico, de forma que resplandeciera gracias a la iluminación
posterior e indirecta, por cuyo medio se consiguen unos espectaculares efectos.
Entre 1755 y 1767 realizó
la exquisita decoración interior de la iglesia del Real Monasterio de la
Encarnación, en Madrid, con claras reminiscencias de los modelos del
barroco romano, su fuente de inspiración predilecta.
En este momento, su éxito parecía no
conocer límite. Sin embargo, Fernando VI encarga al arquitecto
francés Jacques Marquet importantes obras en Aranjuez y,
tras su muerte, el nuevo rey, Carlos III, lo aparta de las Obras Reales
(al igual que a Sacchetti), nombrando, en 1760, como Maestro Mayor de las
Obras Reales al palermitano Francesco Sabatini, quien ya había
trabajado para él durante su etapa como rey de Nápoles y Sicilia (como
Carlos VII), concretamente en la construcción del Palacio Real de Caserta,
obra que dirigió su maestro y suegro Luigi Vanvitelli. No obstante, fue
tal la cantidad de encargos que recibió, sobre todo de particulares, que sus
obras se encuentran repartidas por toda la geografía española.
Un hecho resultó decisivo para ello: su
nombramiento, en 1766, por parte del Consejo de Castilla, como
supervisor de los planos de todos aquellos edificios que necesitaban la licencia
del Consejo para su construcción; es decir, todos los proyectos que tenían que
ser enviados a la Contaduría General de Arbitrios y Propios del Reino (órgano
dependiente del Consejo de Castilla, creado por real decreto de 30 de
julio de 1760, para supervisar y controlar las finanzas municipales de
todos los reinos de España) pasaban por la jurisdicción de Ventura Rodríguez.
El proceso era el siguiente: cuando un ayuntamiento quería reparar o construir
un edificio municipal, encargaba a un maestro local que preparase un proyecto
con los planos, alzados y coste aproximado de la obra, que era enviado al
Contador General de Propios y Arbitrios del Reino, Gaspar Becerra, quien a su
vez lo trasladaba a Ventura Rodríguez para su estudio, quien si lo estimaba
conveniente reformaba algunos aspectos o realizaba un nuevo plan; todos sus
informes volvían al Contador General para presentarlos a la Sala Primera de
Gobierno del Consejo de Castilla, donde se tomaba la decisión final, que era
remitida de nuevo al ayuntamiento.
Hacia 1760 influye mucho en él la
obra de Juan de Herrera y el estilo de placas para la composición de
alzados, aunque la planta y el espacio sigan siendo barrocos. Un ejemplo es
el Convento de los Agustinos Filipinos de Valladolid, el colegio
de Cirugía de Barcelona (1761, sede actual de la academia de Medicina), en
el que sólo la geometría y la tectónica confiere expresividad a sus fachadas,
el ayuntamiento de Haro (La Rioja) (1769) y sus proyectos para la
nueva Biblioteca y la fábrica de Vidrio de La Granja (Segovia). Por
esos mismos años (1767-1769) reformó también el interior de la Colegiata
de San Isidro (Madrid), para la que proyectó un nuevo presbiterio y el
retablo del altar mayor, además de una rica decoración.
Abordó la arquitectura palatina, dejando
diseños en los que se refleja su dependencia del trazado de la residencia
real: Palacio de Liria (1770), que tiene características del barroco
italiano; Palacio de Altamira (1773-1775) -actualmente sede del Istituto
Europeo di Design- (ambos en Madrid); dos palacios para el infante
don Luis, hermano de Carlos III: el Palacio de Boadilla del
Monte (Madrid) (para el que diseñó también los muebles) (1776) y el Palacio
de Arenas de San Pedro (Ávila) (en esta última localidad construyó
igualmente la Capilla Real en el Convento-Santuario de San Pedro de Alcántara).
También levantó el Palacio Municipal de Betanzos (La Coruña) sobre el
anterior renacentista, del que tan sólo conservó el escudo imperial de Carlos
V, el de la ciudad y una parte del antiguo zaguán.
Obtuvo el título de Maestro Mayor del
Ayuntamiento de Madrid en 1764 y sus informes fueron
decisivos para el ordenamiento urbano de la capital. Desarrolló también una
actividad de gran dimensión fuera de la corte diseñando ayuntamientos,
escuelas, puentes, mataderos, etc. Sirvan como ejemplos la plaza Mayor de Ávila,
el Hospital General de Madrid (finalmente realizado por Sabatini,
actual Museo Reina Sofía), la fachada de la Catedral de Toledo, el
Sagrario de la Catedral de Jaén (1761-1764), el retablo mayor de la Catedral
de Zamora, construido entre 1765 y 1776, y que sustituyó a uno anterior
de Joaquín Benito Churriguera, gravemente dañado a consecuencia del terremoto
de Lisboa de 1755, para el que se inspiró en el que había diseñado Sabatini para
la Catedral de Segovia; la ermita de San Nicasio en Leganés (tradicionalmente
fechada entre 1772 y 1785, aunque seguramente sea de la década
de 1760, muy similar al mencionado Sagrario de la Catedral de Jaén),
la Casa de Baños de Las Caldas (Oviedo) (1773), el sanatorio de Trillo (1775),
la cárcel de Brihuega (ambos en la provincia de Guadalajara), la
iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Larrabezúa (Vizcaya) (1777-1784),
el remate octogonal cupulado de la torre de la Catedral de Murcia (1782-1793),
etc.
Sin embargo, nada le pudo compensar de la
pérdida del favor real, a lo que se unió el fracaso de algunos proyectos:
la puerta de Alcalá (construida finalmente por Sabatini en1764)
o la basílica de San Francisco el Grande (también terminada por
Sabatini en 1768). A todo ello se añadió la muerte de su esposa en 1776.
Finalmente, dentro de las obras de su
última etapa, cabe citar el palacio de Almanzora (Almería), encargado por
el Marqués de la Romana, el acueducto de Noáin (Navarra) (1782)
y la imponente fachada de la catedral de Pamplona (1783), con una
portada plenamente clasicista, a base de columnata y frontón, y dos
torres-campanario (vestigio de su etapa barroca) que confieren verticalidad al
conjunto, aunque para ello demolió la fachada original románica (cosa que
los pamplonicas nunca le perdonaron).
También es de su autoría la actual iglesia
del monasterio de Santo Domingo de Silos (Burgos). Dada la escasa
sensibilidad hacia las obras del Medievo de que hicieron gala todos
los artistas de la época, no tuvo reparo en derribar el primitivo templo románico del
que no ha quedado sino una parte del transepto y la Puerta de
las Vírgenes que lo comunicaba con el claustro. El propio claustro
estuvo en trance de desaparecer bajo su piqueta, debiendo su salvación a la
falta de presupuesto.
Ventura Rodríguez recibió del Consejo
de Castilla el encargo de elaborar un informe sobre las condiciones en que
se encontraban los templos de la diócesis de Almería y la archidiócesis
de Granada, y el de inspeccionar los proyectos para nuevas construcciones.
Rodríguez delegó en Manuel Machuca y Vargas la revisión de las iglesias de
Almería. Personalmente intervino en los siguientes proyectos: Vélez de
Benaudalla (1776), Nívar (1778), Algarinejo (1779), Cájar e Iznalloz (ambos
en 1780), Alcútar y Picena (los dos en 1782), Molzívar
y Talará (1783 en los dos últimos casos). La Iglesia de la
Encarnación (1785) en Santa Fe y la Iglesia Colegiata Mayor de Santa
María de la Encarnación de Loja, fueron proyectos acabados por su
alumno Domingo Loys de Monteagudo; todos los citados corresponden a la
actual provincia de Granada. En cuanto a la provincia almeriense, los
templos en los que trabajó se hallan en Alhabia de Taha (1777), Gádor y Olula
del Río (ambos en 1780), y Benahadux (1783).
Murió en Madrid el 26 de agosto
de 1785. Sus restos reposan en la capilla de los arquitectos de la iglesia
de San Sebastián de la ciudad.
Obras desaparecidas.
Un notable edificio suyo que lamentablemente
no se conserva es la iglesia del convento de los Padres Premonstratenses (en España más
conocidos simplemente como Mostenses), dedicado al fundador de la Orden, San
Norberto. Esta iglesia madrileña estaba en ruinas, y él fue el
encargado de reconstruirla, en 1754. Tenía una bella fachada convexa
flanqueada por dos torreones, pero fue víctima del desenfrenado plan de
apertura de plazas del rey intruso José Bonaparte (al que por algo
llamaban Pepe Plazuelas). Primero se derribó el convento, en abril
de 1810, pero en mayo de ese mismo año se dictó orden de demoler también
la iglesia. No obstante, los arquitectos a los que se encargó dirigir esta
operación, tanto Silvestre Pérez (arquitecto real) como Juan Antonio
Cuervo, se negaron, ya que al valor artístico de la obra se unía el hecho de
que ambos habían sido discípulos precisamente de Ventura Rodríguez. Sin
embargo, sus informes negativos no sirvieron de nada y en 1811 una
nueva orden real acabó por echar abajo lo que quedaba del edificio.
Otra de las obras demolidas del arquitecto
es la Puerta de Atocha, derribada en 1851 para construir
la Estación de Atocha. A la nueva terminal de alta velocidad inaugurada
en 1992 se le dio el nombre de Puerta de Atocha en su honor.
Diseño de fuentes monumentales.
A su labor en el campo de la arquitectura
se une el diseño de varias fuentes (aunque la ejecución material fue
encomendada a escultores, ya que no era esa su profesión). Se trata de las tres
del Salón del Prado (Cibeles, Apolo y Neptuno), las
vecinas Cuatro Fuentes y Fuente de la Alcachofa, la Fuente de
las Conchas, en el Campo del Moro (originalmente en los jardines
del Palacio del Infante don Luis, en Boadilla del Monte), la Fuente
de los Delfines, situada en las Escuelas Pías de San Antón y la
llamada precisamente Fuente de Ventura Rodríguez o de los Tres
Caños, en Boadilla del Monte.
Reconocimientos.
En su pueblo natal, Ciempozuelos,
cuenta con una plaza en la que se puede encontrar una estatua y una fuente en
su honor, una calle y da nombre al colegio más importante de la localidad. A su
vez está prevista la creación de un museo etnológico municipal que lleve su
nombre.
En Madrid tiene dedicada una
calle en el barrio de Argüelles y una estación de Metro en
la línea 3, situada a la altura de dicha vía.
En Boadilla del Monte donde
contruyó el Palacio Infante don Luis, da nombre a uno de los institutos de la
localidad.
En Oviedo se le concedió una
calle en 1964, en uno de los laterales del Real Hospicio, hoy Hotel de la
Reconquista, cuya capilla diseñó, al igual que el citado Balneario de Las
Caldas.
En Pamplona tiene dedicada una
calle en el barrio de Buztintxuri.
En Málaga tiene dedicada una
calle en el barrio de la Trinidad.
En Barcelona tiene dedicada una
calle en el barrio del Parc de La Vall d'Hebron.
En Leganés una plaza del casco
antiguo lleva su nombre y en 1998 se le erigió una estatua en la
rotonda que da acceso al barrio de Valdepelayo y al polígono industrial
Polvoranca, obra del artista Fernando Bellver (Premio Nacional de
Arte Gráfico 2008).
Fuentes: Wikipedia.
Fuentes: Wikipedia.
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