El viejo y la niña.
La primera comedia escrita por don Leandro
fue estrenada el 22 de mayo de 1790, pero su génesis y redacción se remontan a
varios años antes, quizás a 1783. El propósito del autor (condenar una
unión que no debía haberse efectuado, no sólo por la desigualdad en la edad de
los cónyuges, sino sobre todo por el interés y el engaño con que fue
concertada) queda bien manifiesto desde el primer momento.
La comedia nueva.
La compañía de Eusebio Ribera estrenó el 7
de febrero de 1792 en el Teatro del Príncipe La comedia nueva,
acompañada de un fin de fiesta de Ramón de la Cruz, El muñuelo.
La comedia se mantuvo en cartel siete días con una entrada muy aceptable, y
se repuso a menudo durante los años siguientes. La comedia estaba terminada en
diciembre de 1791.
Se trata de una obra maestra de la sátira
teatral. El asunto es el estreno de una «comedia nueva», El gran cerco
de Viena, escrita por el ingenuo e inexperto en la escritura dramática don
Eleuterio Crispín de Andorra. El apelativo de «comedia nueva» se daba, como es
lógico, a una obra que se publicaba o representaba por primera vez, en
oposición a las «antiguas», esto es, las del Siglo de Oro; y las de repertorio,
estrenadas en fecha anterior. En el café donde se desarrolla la acción se produce
una animada discusión entre partidarios y detractores de la comedia, que
representa el tipo de teatro que triunfaba entonces en los escenarios
madrileños. Así consigue Moratín, mediante un artificio metateatral, dar idea
de los absurdos y despropósitos del teatro de su tiempo.
Ya en sus comentarios a La comedia
nueva se ocupó el mismo Moratín de documentar minuciosamente todas y
cada una de las particularidades de la comedia heroica de don Eleuterio, desde
el mismo título, remedo de tantas comedias que narraban cercos y tomas de
ciudades, hasta las escenas de falsos diálogos en forma de soliloquios
simultáneos, pasando por las descripciones de hambres pavorosas, de las que
cita significativos ejemplos de La destrucción de Sagunto (1787),
de Gaspar Zavala y Zamora, y El sitio de Calé (1790)
de Luciano Francisco Comella.
El primer elemento que llama la atención es
que la obra está escrita en prosa. Era esta una forma de escribir teatro poco
común en la década de 1790. Dramas como El delincuente honrado de Jovellanos son
prácticamente los únicos en prosa escritos hasta entonces.
Los cafés eran una de las novedades de la
España del siglo XVIII, como lo habían sido en el resto de Europa. Esta moda
encontró su reflejo en el teatro: Carlo Goldoni había escrito una
comedia titulada La bottega del caffè, conocida sin duda por
Moratín, pues en La comedia nueva se utiliza alguna situación
de la obra goldoniana, como es el reloj parado del pedante.
La comedia es de una factura técnica
perfecta, un ejemplo de ajuste a las normas neoclásicas. Las unidades se siguen
de forma rigurosa. La sala del café es el único espacio donde sucede toda la
acción. La unidad de tiempo es tan perfecta que es una de las pocas obras en
donde se cumple el ideal de que la representación dure exactamente lo mismo que
la acción dramática.
El barón.
En 1787 Moratín había recibido un encargo
que no podía menos que cumplir. La condesa de Benavente, doña Faustina, le
encargó escribir una zarzuela. Haciendo de tripas corazón, escribió El
barón, zarzuela en dos actos que envió a la condesa. Con gran alegría de
Moratín, no se llegó a representar nunca, pero corrió manuscrita y durante el
viaje a Italia se hizo una adaptación sin permiso del autor que, con
música de José Lidón, llegó a los escenarios. Moratín recuperó la obra y
decidió convertirla en comedia. Así lo hizo. La obra se estrenó, allá por el
año 1803 en el Teatro de la Cruz.
La mojigata.
También de esta comedia empezaron
a circular copias manuscritas a partir de 1791. Fue enmendada y ensayada por
los actores de la compañía de Ribera, y finalmente representada en el Teatro
de la Cruz el 19 de mayo de 1804. Con La mojigata Moratín
seguía con su análisis personal del problema de la educación femenina en sus
repercusiones sociales.
El sí de las niñas.
El
sí de las niñas es una comedia que trata sobre Doña Paquita, una
joven de 16 años obligada por su madre doña Irene a casarse con Don Diego, un
sensible y rico caballero de 59 años. Sin embargo este ignora que Doña Paquita
está enamorada de un tal «Don Félix», quien en realidad se llama Don Carlos, y
es sobrino de Don Diego. Con este triángulo amoroso como argumento se
desarrolla la obra, cuyo tema principal es la opresión de las muchachas
forzadas a obedecer a su madre y entrar en un matrimonio desigual y en este
caso con una gran diferencia de edad entre los contrayentes.
La clave de la obra se encuentra en la
contradicción que caracteriza a Don Diego en el tema de la educación de los
jóvenes y la elección de estado: su práctica, su actuación, no concuerda con la
teoría. Pide libertad para la elección de estado (una libertad negada entonces
a los jóvenes), critica la falsa concepción de la autoridad por parte de los
padres: comprende que ese falso autoritarismo es la raíz de muchos males;
quiere que Paquita elija con libertad.
Pero en la práctica, don Diego, que es el
protector de su sobrino Carlos, comete con él los mismos errores que critica en
teoría. Esta contradicción entre la teoría y la práctica es el hilo que conduce
la trama teatral.
La derrota de los pedantes.
La obra en prosa más conocida de Moratín
es La derrota de los pedantes, artificio alegórico, compuesto a la
manera del Viaje del Parnaso cervantino, la República
literaria de Saavedra Fajardo, o las Exequias de la
lengua castellana de Forner: las Musas, ayudadas por los buenos
poetas, arrojan del Parnaso a librazo limpio a los malos escritores. Muchas de
sus burlas van contra los tópicos y variedades de los poetas de todo tiempo,
pero otras muchas se dirigen contra autores concretos que se citan o que, por
los datos aducidos, pueden reconocerse fácilmente. La cultura y el gusto
artístico de Moratín hacen de la generalidad de sus juicios certeras
definiciones, pero claro está que no puede faltar alguna estrecha
interpretación propia del gusto de la época y de las ideas literarias del
autor; así, por ejemplo, entre los libros que se disparan como «malos» se
incluyen las comedias de Cervantes, el «Arte» de Gracián y no
pocos poetas barrocos, como Jacinto Polo de Medina, Gabriel Bocángel,
Villamediana y otros varios.
Fuentes: Wikipedia.
Fuentes: Wikipedia.
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