Diversiones.
El pueblo romano en los tiempos
libres presenciaba sangrientas luchas en el circo y disfrutaba de los baños
públicos.
El circo romano.
El Circo romano es una de las
instalaciones lúdicas más importantes de las ciudades romanas. Junto con el teatro y
el anfiteatro forma la trilogía de equipamientos para divertir a los
ciudadanos. Estaba destinado a las carreras y a representaciones que
conmemoraban los acontecimientos del Imperio, algunas de ellas eran batallas
navales para lo cual se llenaba el circo con agua (hay restos de estas
conducciones en el circo romano de Calahorra).
El Circo romano es un recinto
alargado, es la instalación más grande de las destinadas a divertir al pueblo,
con remates circulares en los extremos. La arena, muy alargada, estaba partida
en dos por la spina formando dos calles por donde corrían las cuádrigas y
los caballos. En esta espina se solían colocar columnas y estatuas así como
obeliscos conmemorativos. Los contadores de vueltas solían ser huevos de piedra
o estatuillas de delfines.
Estaba inspirado en los
hipódromos y estadios griegos pero solía ser de medidas mucho mayores que
estos.
Combates de gladiadores.
El origen de los combates de gladiadores hay
que buscarlo en las costumbres funerarias de los etruscos, en cuyos
monumentos aparecen representados y, remontándose algo más, es probable que se
encontrase alguna relación con la costumbre de inmolar los prisioneros en la
tumba del héroe muerto en la guerra, practicada por algunos pueblos primitivos.
Constituían una parte de los
juegos fúnebres de los etruscos y parecen referirse al culto de Saturno,
lo cual indica que en un principio se celebraban durante las Saturnales.
Dichos combates se introdujeron en Roma hacia el siglo III a. C. Como
no siempre había prisioneros que combatieran mientras el cadáver se quemaba en
la pira, pues tal era el momento en que se producía el duelo gladiatorio, en
que la sangre que se vertía era como un holocausto ofrecido al difunto, no
faltaban hombres temerarios que se prestaban libremente a combatir. Tales
fueron los primeros gladiadores.
Como sucedió con otras muchas
costumbres de la antigüedad, los combates de gladiadores, que habían comenzado
por ser un rito de significación religiosa, acabaron por ser un espectáculo
bárbaro y sangriento que llegó a inspirar una pasión desenfrenada. Si se ha de creer a Valerio
Máximo, los hermanos Marco y Décimo Bruto dieron el primer munus
gladiatorium en el año 490 de Roma, 264 a. C., en el foro
Boario con motivo de los funerales de su padre.
Como eran muchos los sistemas
ideados para combatir y variados los lances y suertes de cada combatiente, se
fijaron reglas al arte del gladiador, cuya enseñanza estaba encomendada a los lanistas o
gladiadores viejos. A cargo de éstos, estaban los gladiadores fiscales,
o dependientes del fisco, pues el Estado los mantenía bajo un régimen especial
y les pagaba. Otros lanistas reclutaban y mantenían muchachos para combatir en
la arena, que luego alquilaban para funerales, comidas y otras solemnidades. No
faltaron tampoco particulares opulentos que tenían gladiadores y los césares,
como es lógico, poseían los mejores.
Los autores antiguos,
especialmente Suetonio, dan muchos detalles de los combates de gladiadores
y de la intervención que en tales fiestas tomaron algunas veces los
emperadores. Por ejemplo, Nerón hizo pelear un día en el anfiteatro a
cuatrocientos senadores y doscientos caballeros. Trajano, de vuelta de su
expedición al Danubio, hizo que, en los 123 días de las fiestas
organizadas, combatieran diez mil gladiadores.
Los gladiadores educados
en las escuelas por los lanistas se alquilaban o vendían, de suerte que los
lanistas eran al mismo tiempo sus maestros y sus empresarios. Estas escuelas,
que la gente rica se daba el lujo de sostener en los últimos años de la
República, estaban repartidas en diferentes puntos del territorio romano. El Imperio fundó
muchas otras: Domiciano estableció cuatro en Roma, llamadas ludus
Gallicus, Dacicus, magnus y matutinus.
En Preneste, Rávena y Alejandría, a causa de lo saludable
de su clima, se establecieron de esta clase de instituciones imperiales y la
escuela de Esgrima de Capua conservó mucho tiempo su antigua
reputación.
Las termas romanas.
A finales del siglo
V a. C. las antiguas estancias de baño asociadas a los gimnasios
griegos se perfeccionaron y crecieron en complejidad convirtiéndose en
estancias independientes destinadas solo al baño. Estas estancias ofrecían
baños de vapor y piscinas frías, templadas y calientes.
En Roma, siguiendo el ejemplo
griego, se construyeron estancias similares que pronto fueron del gusto de la
ciudadanía. Ya no solo se realizaban los actos de limpieza y relajación, así
como aquellos medicinales cuando las aguas tenían propiedades curativas, sino
que se añadía un cuidado del cuerpo que incluía prácticas deportivas y un
ritual de masajes con diferentes sustancias como esencias y aceites especiales.
El nombre de termas se aplica por
primera vez a unos baños construidos por Agripa en el año 25 d. C. Nerón construyó
unas termas en el campo de Marte, hoy totalmente desaparecidas. Las primeras
termas de carácter monumental son las que inició Domiciano e inauguró Trajano,
pero fueron ampliamente superadas por las de Caracalla, cuya inauguración
tuvo lugar el año 216.
El uso de las termas se
generalizó en el mundo romano a partir del siglo I a. C., cuando
se descubrió un sistema que permitía calentar y distribuir el aire caliente
gracias al ingeniero Cayo Sergio Orata. Su uso fue difundido por el Imperio
romano a toda Europa.
Las actuales ruinas de las termas romanas de
Caracalla dan idea del monumental tamaño del complejo termario que se extendía
con servicios como biblioteca o tiendas. Estas instalaciones, construidas
alrededor del año 217, tenían un aforo de 1.600 usuarios. Las termas de
Diocleciano, otras de las importantes instalaciones de este tipo de la capital
del Imperio, fueron remodeladas por Miguel Ángel que convirtió su tepidarium en la iglesia de Santa María
de los Ángeles.
Los restos termales romanos más
antiguos de los que hay noticia son las termas de Pompeya, datadas en el
siglo II a. C.
Los baños romanos abrían al
mediodía y cerraban al ponerse el sol. En los lugares destinados al baño había
departamentos separados para hombres y mujeres; si no había espacios separados,
el establecimiento abría unas horas al día para mujeres y otras para hombres.
En algunas ocasiones, durante el Imperio, se permitió el baño conjunto a
hombres y mujeres.
Fuentes: Wikipedia.
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