miércoles, 16 de octubre de 2013

Ideales victorianos.

    ¿Cuáles son los ideales de esta era? El primero, quizás el más perceptible, es el ideal de progreso. Progreso científico (Darwin), progreso económico (Stuart Mill y librecambistas de Manchester), progreso social (a pesar de las lacras de miseria de la nueva sociedad industrial), progreso tecnológico (ferrocarril, industria textil del norte de Inglaterra). Nada tan palpable en la era victoriana como el progreso.


    La segunda característica que se advierte en la literatura de la época victoriana es un cierto espíritu didáctico (la filosofía de Carlyle) y moralista (la novelística de Dickens). Hay tener en cuenta que, junto a la revolución industrial, se ha ido produciendo en Inglaterra una revolución social que hacía que millares de personas, hasta entonces analfabetas, accedieran a la cultura de la letra impresa. El escritor se sentía “educador” de estas masas proletarias y de clase media. Se explica así el auge del melodrama y las novelas por entregas para satisfacer exiguas necesidades culturales de estas clases sociales.

    Otro de los ideales de la era victoriana era, sin duda el espíritu de descubrimiento y aventura. Los viajes de Livingstone y Stanley apasionaban al público inglés, que seguía sus aventuras por el corazón de Africa con entusiasmo.

    También es propio de la era victoriana un cierto espíritu religioso, incluso místico, que trataba de hermanar los grandes descubrimientos científicos y técnicos con una nueva fé en Dios.

    Quizás la característica esencial de la era victoriana sea su sentido práctico —utilitarismo; en cierto modo el capitalismo actual es una vertiente de entonces—, su búsqueda de la realización personal y colectiva, su sentido de lo que los ingleses llaman el fulfilment o el accomplishment.

    He dejado adrede para el final un ideal de la época victoriana que a menudo se olvida y -más a menudo aún- se ignora. Esta nueva sociedad inglesa tan aparentemente abocada al trabajo, a la moral y a las buenas costumbres, inventa el juego, en todos los sentidos y direcciones que este término abarca. Desde el backgammon y los juegos de casino, las charadas y juegos de salón, hasta los deportes de campo, como el rugby, el tenis, el cricket y el fútbol. Sin olvidar el croquet, que es una mezcla de juego de salón y de campo. Naturalmente, algunos de estos juegos eran ya conocidos antes de la era victoriana, pero es sin duda esta sociedad la que los practica y pone de moda, difundiéndolos por todo el orbe terráqueo. Sin temor a la exageración, podíamos hablar de la aparición de un «homo ludens», es decir, de un hombre que, fundamentalmente, se realiza jugando.

Prostitución.


    La doble moral sexual es propia de la era victoriana. La reina mandó alargar los manteles de palacio para que cubrieran las patas de la mesa en su totalidad ya que, decía, podían incitar a los hombres al recordar las piernas de una mujer. Sin embargo, paralelamente a las estrictas costumbres de la época se desarrollaba un mundo sexual subterráneo donde proliferaban el adulterio y la prostitución.

    La prostitución era una actividad muy frecuente en la Inglaterra del siglo XIX. Tan sólo en Londres se calcula que había unas 2.000 prostitutas en los barrios bajos de la ciudad. Generalmente éstas eran mujeres que hacían la calle por unas pocas monedas y que procedían de las más diversas nacionalidades. Londres era una capital terriblemente pujante y era un destino muy popular en los flujos migratorios.

    Las prostitutas poblaban los bares y las calles de Whitechapel, uno de los barrios más pobres del East End. Pero también se encontraban cerca de teatros y establecimientos de ocio masculino, desde burdeles hasta locales donde los hombres bebían y disfrutaban de espectáculos eróticos que muchas veces estaban protagonizados por menores de edad. La prostitución homosexual también existía, aunque lógicamente el secretismo en torno a ella era mayor.

    Las enfermedades sexuales fueron muy corrientes en la época, como lo fue también la tuberculosis.


    La irrupción de Jack el Destripador en el verano de 1888 fue devastadora para las prostitutas de Londres. La histeria se apoderó no sólo de Londres sino del país entero que leía las noticias en los periódicos con estupor e indignación de que ni toda la policía de la ciudad pudiera detener a un solo hombre. El asesinato de prostitutas era algo corriente entonces. Se registraban muchos acuchillamientos y también muchos suicidios de mujeres que rajaban su garganta con un cuchillo (entonces era una forma de suicidio corriente) pero el modus operandi del asesino sorprendió a los más insensibles. El asesino nunca fue encontrado.

7 comentarios:

  1. So often, we think of Victorian times as being somehow more 'innocent' and 'moral.' So I'm glad you mentioned some of the seedier aspects of the era. Let's also not forget there was still slavery in the U.S. and child labor!

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    1. ¡Hola John!

      Pues sí, no todo fue tan idílico como pensamos algunas veces. La era victoriana fue una época todavía un tanto oscura, es por ello que fue el germen de los primeros movimientos sociales, la lucha por los derechos del trabajador o los primeros movimientos feministas. Por otro lado también está aquella doble moralidad que se empeñaba en dar una imagen de puertas para afuera, bien distinta de la realidad. Creo que es bueno saber de donde venimos para entender un poco mejor hacia donde vamos.

      ¡Un abrazo enorme!

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  2. Un buen resumen, claro y conciso. Yo siempre he pensado que si bien en los siglos anteriores se avanzó mucho, lo que tenemos hoy en día se lo debemos casi todo al siglo XIX, sorprende la cantidad de inventos, pensamientos y hábitos que hemos heredado de ese siglo y que erróneamente creemos que aparecieron durante el siglo XX ;) Un abrazo.

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  3. Que buen resumen, Pedrete, claro y conciso. Yo siempre he pensado que lo que somos hoy en día y lo que tenemos se lo debemos sobre todo al siglo XIX; es cierto que en los siglos anteriores se hicieron grandes progresos, pero el XIX es el mayor responsable de lo que somos, tenemos, pensamos, consumimos, soñamos, etc. A menudo creemos que muchos inventos de uso cotidiano, teorías científicas, descubrimientos, corrientes filosóficas y muchas otras cosas se crearon durante el siglo XX, pero no es así, son anteriores y se las debemos a esos "locos victorianos".
    Un abrazo :)

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    1. Cuanta razón tienes, Charo. Es verdad que tras la Revolución Francesa se empezaron a mover un poco las cosas, poco a poco ve iban al menos proclamando en papel los derechos del hombre y otra de entender la sociedad y el mundo. Pero no fue hasta el siglo XIX cuando estas nuevas ideas se fueron poco a poco plasmando en la realidad cotidiana hasta llevarnos al siglo XX. Hoy de nuevo nos vemos metidos de lleno en otra etapa de cambios, ya veremos en qué para todo esto y qué hablarán de nosotros las generaciones venideras.

      ¡Un abrazo enorme!

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  4. Finalmente pude leerla y me encantó, por todos los lados y sus aristas, créeme. Charo tienen razón y es un excelente resumen de un momento crucial en el desarrollo de la historia de Occidente. El concepto "época victoriana" no es más que una etiqueta para denominar a un punto dentro del desarrollo de la cultura en Occidente durante el siglo XIX. Me explico: ni en todos los países se dio de la misma forma, ni se vivió igual. En términos generales, vemos al siglo XIX como un conjunto homogéneo de costumbres y principios en toda la cultura occidental, pero no fue exactamente así ya que, si bien es cierto que había denominadores comunes, no todo fue igual a lo que se vivió en Inglaterra -donde se acuñó el término que pervive hasta nuestros días-. Los años que le corresponden, en estricto sentido, son los que van de la década de 1840 a la primera década del siglo XX. 70 años, aproximadamente, en los que gran parte de Europa y parte de América -especialmente Estados Unidos-, vivieron sumidos en la desgastante lucha generada por un capitalismo salvaje que transformó la existencia del ser humano. La idea del "progreso", cimentada en los principios del positivismo del filósofo francés Comte en donde se asumía que el desarrollo de la humanidad debía de ser continuo y sostenido explotando los recursos naturales que esos momentos se antojaban absolutamente renovables y eternos, así como se daba una explicación, tal vez no muy racional pero aceptable para los contemporáneos de entonces, en el sentido de la necesariedad de las clases sociales en donde una miserable mayoría debía de sostener a una acomodada minoría dueña de los recursos y de los capitales de la sociedad. Ciertamente, como dice Charo, nosotros somos los herederos de esa visión tan caduca como peligrosa de que el progreso material nos va a llevar a un estadio ideal de sociedad compuesta por individuos productivos que van a tener el control absoluto sobre los medios de producción y lo que estos generen en términos económicos.

    El siglo XIX, como heredero a su vez de la utopía revolucionaria francesa que acabó con la idea de la monarquía sagrada sostenida sobre una rígida sociedad estamental, no ha llevado, de la mano de sus conceptos utilitarios, a una sociedad muy desigual basada en el sueño dieciochesco de la razón igualitaria. El siglo XIX fue un siglo ingenuo en muchos aspectos pero también un siglo brillante en cuanto a la explotación de la capacidades intelectuales humanas que llevó a la cultura occidental a una verdadera revolución tecnológica sustentada en la llamada revolución industrial. Fue un siglo de luces y sombras, como no me canso de expresar, ya que, por un lado nos llevó a la carrera de un desarrollo tan imparable como absurdo, en ocasiones, mientras que por otro, ese desarrollo imparable se produjo dentro de una sociedad de valores estrictamente conservadores que no se transformaba al ritmo que lo exigían las circunstancias históricas y sociales. Las contradicciones gestadas al interior del siglo XIX estallaron de manera muy violenta durante el siglo XX y nos han llevado a un callejón sin salida en estos inicios del siglo XXI ya que, al desaparecer el orden estricto de la sociedad estamental, la sociedad progresista del siglo XIX dejó que el hombre explotara al hombre de la manera más salvaje con la finalidad de conseguir un utópico mundo feliz que, hasta el día de hoy, no podemos alcanzar. En fin, que nuestros tatarabuelos son los responsables que hoy estemos al borde de la extinción con muchos miles de millones de seres humanos que viven en condiciones absolutamente miserables mientras un reducido grupo de la población mundial disfruta de los beneficios que otorga esa visión del progreso decimonónico basada en la explotación irracional de los recursos naturales y, por supuesto, la explotación criminal de los recursos humanos.

    Esto es solo una opinión personal, Pedrete, nada más. Te mando un fuerte abrazo y muchos besos

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  5. ¡Enhorabuena!, por este interesante artículo, de una parte de la historia que no conocía. Es un placer leerle.
    Saludos.

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