Primeros años al servicio de Fernando VI.
Ensenada no era un gran
reformista —de hecho, era más que nada un conservador—, pero impulsó con
esfuerzo los cambios que sólo creía necesarios con tal de limar los problemas que
afectaban al sistema político español. En esa tarea invirtió todos sus
esfuerzos y sentó un precedente y favoreció la labor de otros muchos ministros
ilustrados que vendrían tras él. Sin duda, Ensenada puso las bases para la
creación de la potente y orgullosa armada española del siglo XVIII, que se
hundiría décadas más tarde en Trafalgar.
Ministro clave del periodo junto
con José de Carvajal y Lancaster, fue apoyado por el partido de la
reina Bárbara de Braganza y de la familia de los Alba. Hombre
prudente, halagó a los nuevos reyes con el apoyo del confesor padre Rávago y
también gracias a su seductora presencia en la corte. Si bien su protagonismo
fue superior en muchos aspectos al de Carvajal, se ganó bastante
animadversión por parte del partido de la reina madre Isabel de Farnesio,
aunque logró la exoneración de su rival, el marqués de Villarías.
Era hombre —según dicen las
crónicas— de carácter activo, inteligente, enérgico, responsable y muy
autoexigente. Parece ser que mantenía un estricto horario, levantándose muy
temprano y yendo a acostarse bastante tarde, lo que le permitía aprovechar sin
dilaciones su tiempo al máximo. Ministro seductor y galán, se le atribuye una
sentencia que afirma:
“Los príncipes son todos buenos mientras no se les toca en sus antojos:
quien quisiera cortarlos no lo logrará y perderá crédito”.
Estas cualidades y otras muchas
le valieron el interés del nuevo rey Fernando VI —segundo hijo de
Felipe V y de Luisa Gabriela de Saboya— para su promoción. También es
cierto que el marqués fue amigo íntimo de la marquesa de la Torrecilla, dama de
honor de la reina y amiga íntima de ésta, lo que le valió un seguro pase hacia
el poder, y al año siguiente del ascenso de Fernando al trono, el
marqués de la Ensenada fue nombrado secretario de la reina Bárbara de
Braganza (esposa de Fernando) y capitán general. Sucesivamente ocupó
las secretarías de Hacienda, Marina, Guerra y de Indias, casi todas las
existentes.
En el primer gabinete de Fernando
VI presidió la cartera de Estado el omnipresente Carvajal, Ensenada
se encargó de las de Hacienda, Guerra, Marina e Indias; Alfonso Muñiz,
marqués del Campo de Villas, de Gracia y Justicia; y el general Mina
(reconocido amigo de Ensenada) en reformas internas del Ejército.
El objetivo de Carvajal fue
desde siempre lograr un retorno a la católica y prestigiosa España de los Austrias,
dándole al rey Borbón Fernando (nacido en España) una legitimidad paralela a la
de grandes monarcas del pasado, como Carlos I o Felipe II.
Con Felipe V eso fue totalmente imposible a causa de la perenne influencia
francesa que tutelaba el país desde Versalles, aunque, como dijo un
embajador francés de la época:
“El gobierno de España ha sido francés en tiempo de Luis XIV,
italiano durante el resto del reinado de Felipe V, y ahora será castellano
y nacional”.
El ministerio Carvajal-Ensenada
nunca fue, a decir verdad, fuente de arduos conflictos. Si bien al final los
reyes dieron mayor preeminencia a Ensenada, siempre conservaron en un lugar de
honor a Carvajal. Siendo éste hombre discreto, humilde, enemigo de
excesivas confianzas y amigo de la austeridad, se desesperaba con el carácter
festivo y más activo del marqués. Y es que Ensenada siempre tuvo un trato
exquisito con la corte, hasta el punto de hacer célebres sus cenas, en las que
invitaba a lo mejor de Madrid. A diferencia del introspectivo Carvajal,
Ensenada no fue hombre de profundas reflexiones de autocrítica:
“Si yo discurriese y fatigase las potencias como ustedes —le decía
a su amiga, la marquesa de Salas, en 1745—
no tendría tiempo para servir mis empleos, porque no me alcanzaría para reñir
pendencias y dar suspiros, pero empléolo en lo que conduce a desempeñarme, no
permito se me hable de mi persona y tiro adelante”.
Tampoco eran Carvajal y
Ensenada del mismo parecer respecto al castrato Farinelli,
al que el marqués tenía en gran estima y simpatía mientras que, por el
contrario, Carvajal nunca pudo acabar de soportar. El célebre
cantante italiano fue amigo íntimo de la real pareja y labró su mayor fama en
España organizando espectáculos para la corte con la colaboración de Ensenada.
Por aquel entonces se podía decir que Madrid era la capital más culta de todo
el continente, aunque estaba lejos de la dinámica que gozaba París, Amsterdam,
Florencia y las ciudades alemanas, bastante más cultas. Para los festejos
reales en Aranjuez se enviaron múltiples partituras musicales a la
corte española, siendo don Fernando y su esposa conocidos melómanos
(en particular la reina, brillante alumna de Scarlatti, tocando el clave).
Es a partir de 1752 cuando
Ensenada y el castrato italiano idean la llamada escuadra del
Tajo, una flotilla de falúas reales inspirada en la música acuática
de Händel que Farinelli había presenciado en su estancia en
Inglaterra. Las naves desde donde los monarcas y sus cortesanos podían navegar
entre música y caza por las aguas del río Tajo a su paso por el Real
Sitio de Aranjuez, fueron un símbolo de este reinado de cultura y
refinamiento.
En 1748 el marqués
asume y se hace cargo definitivamente de todas las riendas del gobierno de
España. Junto al inestimable apoyo de Carvajal, que mantiene ante el rey
su política neutral de pacifismo en una Europa en guerra, Ensenada reordena y
organiza con óptimos resultados la Real Hacienda, la Justicia, los sistemas
municipales, la gobernación de Ultramar y, sobre todo, la Marina.
La Marina le interesa
enormemente, dado que es la llave del dominio colonial español y de la defensa
de las costas peninsulares ante los ataques británicos y franceses. Además de
su actividad diaria como ministro, sus proyectos experimentan una energía
incansable: en un mismo año presenta ante el Rey unas interesantes reformas
hidrológicas en el Canal de Castilla, el intercambio de sabios e
intelectuales y la promoción de visitas científicas de extranjeros a España, la
Academia de Medicina, el Observatorio Astronómico, la confección de un mapa
exacto de la geografía española, la cría de mejores caballos para el ejército
español, nuevas ordenanzas de Artillería y la supervisión de la imprescindible
defensa de costas.
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