miércoles, 25 de julio de 2012

Marqués de la Ensenada (II Parte).


    Primeros años al servicio de Fernando VI.

    Ensenada no era un gran reformista —de hecho, era más que nada un conservador—, pero impulsó con esfuerzo los cambios que sólo creía necesarios con tal de limar los problemas que afectaban al sistema político español. En esa tarea invirtió todos sus esfuerzos y sentó un precedente y favoreció la labor de otros muchos ministros ilustrados que vendrían tras él. Sin duda, Ensenada puso las bases para la creación de la potente y orgullosa armada española del siglo XVIII, que se hundiría décadas más tarde en Trafalgar.

    Ministro clave del periodo junto con José de Carvajal y Lancaster, fue apoyado por el partido de la reina Bárbara de Braganza y de la familia de los Alba. Hombre prudente, halagó a los nuevos reyes con el apoyo del confesor padre Rávago y también gracias a su seductora presencia en la corte. Si bien su protagonismo fue superior en muchos aspectos al de Carvajal, se ganó bastante animadversión por parte del partido de la reina madre Isabel de Farnesio, aunque logró la exoneración de su rival, el marqués de Villarías.

    Era hombre —según dicen las crónicas— de carácter activo, inteligente, enérgico, responsable y muy autoexigente. Parece ser que mantenía un estricto horario, levantándose muy temprano y yendo a acostarse bastante tarde, lo que le permitía aprovechar sin dilaciones su tiempo al máximo. Ministro seductor y galán, se le atribuye una sentencia que afirma:

    “Los príncipes son todos buenos mientras no se les toca en sus antojos: quien quisiera cortarlos no lo logrará y perderá crédito”.

    Estas cualidades y otras muchas le valieron el interés del nuevo rey Fernando VI —segundo hijo de Felipe V y de Luisa Gabriela de Saboya— para su promoción. También es cierto que el marqués fue amigo íntimo de la marquesa de la Torrecilla, dama de honor de la reina y amiga íntima de ésta, lo que le valió un seguro pase hacia el poder, y al año siguiente del ascenso de Fernando al trono, el marqués de la Ensenada fue nombrado secretario de la reina Bárbara de Braganza (esposa de Fernando) y capitán general. Sucesivamente ocupó las secretarías de Hacienda, Marina, Guerra y de Indias, casi todas las existentes.

    En el primer gabinete de Fernando VI presidió la cartera de Estado el omnipresente Carvajal, Ensenada se encargó de las de Hacienda, Guerra, Marina e Indias; Alfonso Muñiz, marqués del Campo de Villas, de Gracia y Justicia; y el general Mina (reconocido amigo de Ensenada) en reformas internas del Ejército.

    El objetivo de Carvajal fue desde siempre lograr un retorno a la católica y prestigiosa España de los Austrias, dándole al rey Borbón Fernando (nacido en España) una legitimidad paralela a la de grandes monarcas del pasado, como Carlos I o Felipe II. Con Felipe V eso fue totalmente imposible a causa de la perenne influencia francesa que tutelaba el país desde Versalles, aunque, como dijo un embajador francés de la época:

    “El gobierno de España ha sido francés en tiempo de Luis XIV, italiano durante el resto del reinado de Felipe V, y ahora será castellano y nacional”.

    El ministerio Carvajal-Ensenada nunca fue, a decir verdad, fuente de arduos conflictos. Si bien al final los reyes dieron mayor preeminencia a Ensenada, siempre conservaron en un lugar de honor a Carvajal. Siendo éste hombre discreto, humilde, enemigo de excesivas confianzas y amigo de la austeridad, se desesperaba con el carácter festivo y más activo del marqués. Y es que Ensenada siempre tuvo un trato exquisito con la corte, hasta el punto de hacer célebres sus cenas, en las que invitaba a lo mejor de Madrid. A diferencia del introspectivo Carvajal, Ensenada no fue hombre de profundas reflexiones de autocrítica:

    “Si yo discurriese y fatigase las potencias como ustedes —le decía a su amiga, la marquesa de Salas, en 1745— no tendría tiempo para servir mis empleos, porque no me alcanzaría para reñir pendencias y dar suspiros, pero empléolo en lo que conduce a desempeñarme, no permito se me hable de mi persona y tiro adelante”.

    Tampoco eran Carvajal y Ensenada del mismo parecer respecto al castrato Farinelli, al que el marqués tenía en gran estima y simpatía mientras que, por el contrario, Carvajal nunca pudo acabar de soportar. El célebre cantante italiano fue amigo íntimo de la real pareja y labró su mayor fama en España organizando espectáculos para la corte con la colaboración de Ensenada. Por aquel entonces se podía decir que Madrid era la capital más culta de todo el continente, aunque estaba lejos de la dinámica que gozaba París, Amsterdam, Florencia y las ciudades alemanas, bastante más cultas. Para los festejos reales en Aranjuez se enviaron múltiples partituras musicales a la corte española, siendo don Fernando y su esposa conocidos melómanos (en particular la reina, brillante alumna de Scarlatti, tocando el clave).

    Es a partir de 1752 cuando Ensenada y el castrato italiano idean la llamada escuadra del Tajo, una flotilla de falúas reales inspirada en la música acuática de Händel que Farinelli había presenciado en su estancia en Inglaterra. Las naves desde donde los monarcas y sus cortesanos podían navegar entre música y caza por las aguas del río Tajo a su paso por el Real Sitio de Aranjuez, fueron un símbolo de este reinado de cultura y refinamiento.

    En 1748 el marqués asume y se hace cargo definitivamente de todas las riendas del gobierno de España. Junto al inestimable apoyo de Carvajal, que mantiene ante el rey su política neutral de pacifismo en una Europa en guerra, Ensenada reordena y organiza con óptimos resultados la Real Hacienda, la Justicia, los sistemas municipales, la gobernación de Ultramar y, sobre todo, la Marina.

    La Marina le interesa enormemente, dado que es la llave del dominio colonial español y de la defensa de las costas peninsulares ante los ataques británicos y franceses. Además de su actividad diaria como ministro, sus proyectos experimentan una energía incansable: en un mismo año presenta ante el Rey unas interesantes reformas hidrológicas en el Canal de Castilla, el intercambio de sabios e intelectuales y la promoción de visitas científicas de extranjeros a España, la Academia de Medicina, el Observatorio Astronómico, la confección de un mapa exacto de la geografía española, la cría de mejores caballos para el ejército español, nuevas ordenanzas de Artillería y la supervisión de la imprescindible defensa de costas.

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