Reformas de Ensenada.
Apenas firmado un decreto, ya hay
otro o más de uno esperando sobre la mesa de Fernando VI. El marqués se
encarga de saberlo todo: sabe tratar con suma elegancia y picardía a los
embajadores acreditados en Madrid; conoce al dedillo el estado de las fuerzas
de infantería que están estacionadas en Nápoles o en cualquier otro
punto de la Italia borbónica; de los navíos de línea que anclan en la bahía de
Cádiz... Ensenada está en todo. Gracias a su labor, la política europea empieza
a hacerse en Madrid. Las distintas cancillerías saben que es él quien manda, y
con él negocian.
Será tras la firma de la Paz
de Aquisgrán y el Segundo Pacto de Familia (1743) con los
Borbones de Francia cuando Ensenada tendrá manos libres para dedicar todo su
tiempo a los asuntos internos de España, acometiendo sus innovadores proyectos.
Las reformas de Ensenada son
muestra perfecta de la labor de un ministro ilustrado:
- Se aprueba un nuevo modelo de Hacienda en 1749 que sustituye los impuestos tradicionales por el impuesto único del catastro (catastro de Ensenada). Sin embargo, jamás llegó a aplicarse a causa de la oposición nobiliaria a tal medida. También se redujo la subvención del Estado a las Cortes y al Ejército, pero esta reforma tampoco se dio por completada a causa de la oposición de la nobleza.
- Lógica abolición de las rentas provinciales y un nuevo decreto sobre baldíos, más reglamentos sobre casas y caballerizas reales y nuevas ordenanzas de obras y bosques. Los métodos ahorrativos de Ensenada lograron un oportuno excedente de trigo que, por ejemplo, fue vital para solucionar la mala cosecha en Andalucía en 1750.
- Mejora de la carretera del puerto de Guadarrama a la altura de San Rafael (entre Madrid y Segovia) y fijación de aranceles.
- Mejora de la navegación fluvial del Ebro hasta Tortosa y mejora, asimismo, de los puertos de Barcelona y de Palma de Mallorca.
- Creación de fábricas de jarcia y lona, del Colegio de Cirujanos de Cádiz, impresión de códices en árabe o griego, un proyecto sobre la creación de un archivo histórico en Madrid.
- Creación del Giro Real en 1752: se trata de una entidad bancaria que favorece las transferencias de fondos públicos y privados fuera del país. Todas las operaciones de intercambio con el extranjero quedan en manos de la Hacienda Real, y así sale beneficiado el Estado. El resultado fue inmejorable: al año de funcionar ya se habían recaudado 1.831.911 escudos, y sin necesitar las remesas de Indias que tanto auxiliaban la economía española con Felipe V. Sin duda éste es un claro antecedente del futuro Banco de San Carlos, que se instauró gracias a Carlos III. El desahogo de la Real Hacienda gracias a estas medidas es ya un hecho. De hecho, el marqués ya comentó en varias ocasiones:
“Las monarquías bien gobernadas cuidan con preferencia a todo del Real
Erario y de que todos los vasallos no sean pobres”.
- Se impulsa el comercio con las colonias de América. Su misión es acabar con el monopolio de Indias, así como eliminar la corrupción del comercio colonial. Así se incrementaron los ingresos y disminuyó el fraude. En los reinos de la península se eliminan las aduanas interiores y se liberaliza el comercio.
- Creación en 1752 de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, enmarcada en plena Ilustración.
A sus 44 años, el marqués alcanzó
la cima de su carrera. Había logrado que la monarquía española fuera recuperando
un esplendor que tantos años de guerras inacabables habían ensombrecido:
“Porque rica, la Monarquía respetada de todos será, y pobre, de todos
será despreciada”.
En 1750 recibe con
todos los honores la Orden del Toisón de Oro y la Gran Cruz de
Malta, pero eso no disminuye ni mucho menos su humildad y ritmo de trabajo:
tres años más tarde ya logra encauzar con resultados satisfactorios las
imprescindibles relaciones entre España y el Vaticano.
Son importantes sus relaciones
con los Banfi, Orcasitas, Francia, Mogrovejo... y altos cargos, como el
cardenal Valenti, secretario personal del Papa, y el auditor Manuel
Ventura Figueroa.
También trabó amistad con Antonio
de Ulloa y Jorge Juan, que enviaron informes, técnicos navales,
ingenieros de caminos, de canales y fabricantes textiles, vidrios, armas.
El concordato con la Santa Sede (1753) garantizaba a la monarquía
española el pleno apoyo de la Iglesia a cambio de beneficios económicos y el
reforzamiento del poder papal sobre los clérigos españoles, aunque el Estado
salía reforzado por encima del Papa. Gracias al concordato incluso se le
ofreció el cardenalato al marqués, pero éste lo rechazó.
En 1750 ya se había
firmado también el Primer Tratado de Límites entre España y Portugal,
un acuerdo que Ensenada logró paralizar solicitando el apoyo del rey de
Nápoles, el futuro Carlos III de España, porque beneficiaba en demasía
a Gran Bretaña a través de su tradicional alianza con Portugal.
Gracias al decisivo impulso de
Ensenada se construyen también los tres grandes arsenales clásicos en que
quedarán apoyadas para siempre la Marina y la flota de guerra españolas: Ferrol, Cartagena y La
Carraca.
Compitiendo en el mar contra la
poderosa flota británica, el marqués aconseja en 1748 que el experto
marino Jorge Juan y Santacilia vaya de visita a Gran Bretaña para
informarse y conocer a fondo a los mejores técnicos navales del momento. Será
así como proyecte y haga realidad la construcción para España de una flota
digna en calidad a la británica, con un aumento de por lo menos 60 navíos de
línea y 65 fragatas listas para operar. Asimismo, Ensenada eleva el Ejército de
tierra a 186.000 soldados y la Marina a 80.000.
Pese a las enormes e interesadas
presiones de Gran Bretaña para lograr la destitución de tan
competente ministro de Fernando VI, por vía del embajador español en
Londres Ricardo Wall, el marqués de la Ensenada se adelanta y presenta su
dimisión ante el Rey, aunque finalmente éste no se la acepte. El monarca se ha
acostumbrado al eficaz trabajo de su primer ministro y ya no puede prescindir
de él: leal, activo, cauto, incansable... manda un nuevo informe al Rey, previo
a las Reales Órdenes de 1751, en donde le detalla cuáles son sus próximos
proyectos:
“Proponer que Vuestra Majestad tenga iguales fuerzas de tierra que la
Francia y de mar que la Inglaterra, sería delito, porque ni la población de
España lo permite ni el Erario puede suplir tan formidables gastos; pero
proponer que no se aumente el ejército y que no se haga una marina decente
sería querer que España continuase subordinada a la Francia por tierra y a la
Inglaterra por mar. Consta el ejército de Vuestra Majestad de 133 batallones
(sin ocho de marina) y 68 escuadrones: vista la distribución por plazas y
guarniciones resulta que sólo vienen a quedar para campaña 57 batallones y 49
escuadrones. Francia tiene 377 batallones y 255 escuadrones, por lo que se
halla con 244 batallones y 167 escuadrones más que Vuestra Majestad y a
principios de 1728 llegaba su ejército a 435.000 infantes y 56.000 caballos. La
Armada naval de Vuestra Majestad sólo tiene presentemente 18 navíos y 15
embarcaciones menores; Inglaterra tiene 100 navíos de línea y 188 embarcaciones
menores. Yo estoy en el firme concepto de que no se podrá valer Vuestra
Majestad de la Francia si no tiene 100 batallones y 100 escuadrones libres para
poner en campaña, ni de la Inglaterra si no tiene 60 navíos de línea y 65
fragatas y embarcaciones menores”.
Hay que tener en cuenta que la
población española llegaba por aquel entonces a unos nueve millones cuatrocientos
mil habitantes, según los estudios de Miguel Artola basados en el catastro que
el mismo Ensenada encargó en 1756.
“Por antipatía y por interés serán siempre los franceses e ingleses
enemigos entre sí, porque unos y otros aspiran al comercio universal, y el de
España con América es el que más les interesa. Teniendo vuestra Majestad 60
navíos de línea y 65 fragatas, como propongo, y 100 batallones y 100
escuadrones, que propongo también, la Francia galanteará a nuestro gobierno
para que juntos ataquemos a la Inglaterra, y la Inglaterra nos ofrecerá su
alianza para atacar a la Francia, y de esta manera Francia y la Inglaterra
perderán su dominio en tierra y mar y se convertirá Vuestra Majestad en el
árbitro de la paz y de la guerra”.
El marqués supo desde el primer
día que lo vital para España era pues, saber con qué efectivos exactos se
disponía para la defensa militar. Una potencia europea de aquel tiempo no podía
dejar de ser menos que las poderosas Francia e Inglaterra. Decía el marqués
que: "los soldados en tiempo de paz deben estar en los campos,
trabajando y procreando".
El ministro inaugura un periodo
de "Paz con todos y guerra con nadie,
que conozcan las potencias extranjeras
que hay igual disposición en el rey para empuñar la espada que para ceñir las
sienes con oliva”.
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