Destitución y últimos años.
El marqués llegó a decantarse más
por Francia que por Gran Bretaña, aunque los británicos lograron su final
destitución en 1754 a causa de una serie de intrigas en palacio. El
clima empezó a enfriarse desde 1750-51. La razón fue su actuación al margen del
monarca, porque pretendía preparar en La Habana una flota dispuesta a
asaltar las posesiones inglesas de Campeche y Belice.
Era su política francófila la que
delataba sus intenciones, así que el Rey, mostrándose partidario de la máxima
neutralidad posible, lo destituyó. Había demasiado riesgo ante un nuevo
conflicto con Gran Bretaña en el Caribe. Las intrigas inglesas, del
embajador Keene, y francesas, del embajador Duras, intentaban forzar una
entrada en guerra de España, pues la Guerra de los Siete Años entre
Francia y Gran Bretaña no se hacía esperar. Los incidentes diplomáticos de gran
calado acabaron por afectar al mismo Ensenada, que sabía que el conflicto
internacional no tardaría en estallar y que, sin duda, España debería contar
con la flota ya lista para plantarle cara a Inglaterra.
Intentando forzar una guerra
entre España y Gran Bretaña, Francia y sus agentes en Madrid dieron apoyo a la
secreta intervención que preparaba el marqués para atacar a los colonos
ingleses instalados en Belice y la Costa de los Mosquitos (Nicaragua).
Fernando VI recomendó
a Carvajal hablar con Ensenada, mientras que la reina Bárbara sospechaba
cada vez más de él a raíz de la pugna de éste con el embajador portugués, Vilanova
de Cerveira, y sus diferencias en el conflicto con los jesuitas de Paraguay.
La retirada del último favor de la reina fue decisiva para la caída en
desgracia del marqués.
El duque de Huéscar, amigo
del soberano, presionó asimismo a Fernando, siguiendo las orientaciones
de Carvajal para mantener una opción neutral a toda costa. Sin embargo, la
repentina muerte en abril de 1754 de José de Carvajal y Lancaster propició
aún más que los hechos se acelerasen. El embajador británico, Benjamin Keene,
buscó pruebas incriminatorias contra Ensenada con la ayuda de Ricardo Wall (con
ascendencia irlandesa y sucesor de Carvajal). Finalmente, parece ser que se
hallaron las órdenes de guerra firmadas por el marqués sin conocimiento del
rey, lo que acabó por llegar a conocimiento de Fernando.
A las 12 de la noche del 20 de
julio de 1754, el marqués de la Ensenada fue arrestado en su casa de Madrid por
orden del rey, acusado de alta traición a la Corona por
ocultamiento de órdenes de guerra. Si bien no se le condenó al exilio, sí que
fue desterrado a provincias, pasando a residir "bajo vigilancia"
en Granada y, más tarde, logrando permiso regio, el 21 de diciembre
de 1757, para instalarse en El Puerto de Santa María (Cádiz). En
ambas localidades continuaría disfrutando, sin embargo, de influyentes
amistades y apoyos, lo que le hizo su retiro algo más llevadero. Los objetivos
ingleses de apartar a Ensenada del poder se habían cumplido; "no se
construirán más buques en España" anotó satisfecho el embajador
británico.
Sustituyeron al ministro el conde
de Valparaíso (en Hacienda), Sebastián de Eslava (como
Secretario de Guerra), Julián de Arriaga (en Marina) y Ricardo Wall
(en Indias).
Mientras tanto, la mayoría de los
ensenadistas de la Corte eran desterrados o apartados de los resortes del poder
en que se habían instalado. Ricardo Wall siempre tuvo temores de
posibles represalias por la conjura que había organizado junto al embajador
británico para lograr la caída en desgracia del ministro, y por ello sembró
Madrid de pasquines contra el marqués e inundó de rumores de conspiraciones con
la Farnesio todos los círculos políticos. No le fue fácil acabar con el
confesor padre Rávago, pero también éste fue apartado por orden del rey.
Únicamente Farinelli mantuvo su lugar gracias al firme apoyo de Bárbara
de Braganza, aunque nunca más quiso volver a inmiscuirse en política.
La llegada de Carlos III todavía
le supondría un fugaz retorno a la corte española (1760), aunque contra lo que
pronosticaron los ensenadistas, Carlos III jamás le hizo demasiado caso al
retornado marqués, lo que sentenció definitivamente la etapa política de éste.
El político trató de resumirle sus planes económicos en la Instrucción
Reservada a la Junta de Estado, y de alguna manera logró que algunas de sus
reformas se aplicaran hasta 1766. El estallido del célebre Motín de
Esquilache le perjudicó gravemente, dado que fue un cabeza de turco más
junto al ministro italiano. De hecho no está del todo clara su participación en
la conjura que dio lugar al motín (tal vez obra de agentes británicos en
Madrid), aunque Carlos III decidió destituirle también para acallar la protesta
popular. Perdió entonces los cargos de consejero de Estado y Hacienda y miembro
de la Junta del Catastro.
Ensenada nunca se casó, pero
fueron muchos sus aliados y amigos: desde el padre Isla hasta Torres
Villarro el pasando por Farinelli, Nicolás de Francia (marqués
de San Nicolás), el arnedano Muro y el conde de Superunda (virrey del
Perú). Tuvo fama de católico y jesuita, aunque un pasquín de 1754 decía
que “no se le conoció confesor”.
Exiliado por orden real
a Medina del Campo, el marqués de la Ensenada falleció en dicha villa
castellana el 2 de diciembre de 1781, sin poder salir jamás de allí y tras 15
años de inactividad política.
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