El corset.
La palabra corset proviene del antiguo francés “cors” que era un diminutivo de “cuerpo”. Los orígenes del corset se pierden en la antigüedad. Las mujeres de civilizaciones antiguas tales como Creta, Grecia, Roma, Egipto, Siria, usaban una especie de corset para levantar el busto, afinar la cintura o en ocasiones también para practicar ciertos deportes que requerían trajes de soporte o constrictores. Pero no fue sino hacia los siglos XVI y XVII que el uso del corset se difundió como una prenda usada por todas las mujeres, independientemente de su posición social. Como muestran los cuadros del Renacimiento, aquellos primeros corséts eran particularmente rígidos e incómodos, aunque su fin siempre fue el mismo (mantener una postura erguida, levantando o aplanando el busto, afinando la cintura) el esqueleto de la prenda se armaba con varillas de hierro o madera, también de hueso de ballena. Para entonces las mujeres ya hacían uso y “abuso” del corset: afinando sus cinturas a medidas extremas.
El primer corset, llamado en España cotilla, data de comienzos del renacimiento y se le denominaba “corset jaula” porque estaba hecho de hierro. Más tarde se reemplazó el hierro por una entretela endurecida. Esta estaba atravesada vertical y horizontalmente por varillas de madera o huesos de ballena (de ahí la palabra emballenado). El objetivo era ajustar exageradamente el torso femenino y oprimir el pecho. Posteriormente el corset sufrió transformaciones como en la era del barroco o rococó donde el escote del mismo era más redondeado (escote bote) y se ajustaba mas a la silueta femenina que el corset renacentista que era más rígido. De todas formas el objetivo era el mismo y se ajustaba de la misma manera: con unas cintas entrecruzadas en la espalda. Los problemas de salud que causaban estas prendas interiores en las mujeres no eran pocos ya que reducían la cintura alrededor de 30 cms, causando problemas respiratorios y fracturas de costillas.
La moda comenzó en España y Francia a finales del Siglo XV, aquí los corsets se volvieron más elaborados y fueron una parte esencial de la imagen femenina. En el siglo XVII la prenda ya era usada también por los hombres, los niños y niñas a partir de los 7 u 8 años, principalmente en las clases sociales más altas. La práctica de “tight lacing” (encordado ajustado) era en demasía popular, y continuó siéndolo en los años venideros. Las pinturas de la época dan cuenta gráficamente de las cinturas que aquellas damas esculpían tirando fuertemente de los cordones de sus corsés.
A mediados del siglo XVIII los corsets volvieron a ser el centro de la moda en tanto se hacía la transición hacia los famosos corsets victorianos. Contrario a las comunes concepciones acerca de los corsets victorianos, no todas las mujeres los apretaban al extremo y mucho menos a diario. Tampoco removían sus costillas quirúrgicamente, ni les provocaba tuberculosis, ni les dañaba la columna. Sin embargo, el continuo uso del corset extremadamente ajustado, les podía llegar a deformar la cavidad pulmonar, y provocar el desplazamiento de órganos. Las damas de la alta sociedad se reservaban el “tight lacing” para eventos formales tales como bailes o reuniones sociales. Y en estos momentos era cuando, si se excedían, les podría ocasionar desmayos (por la reducción de la caja torácica que privaba a los pulmones de recibir el aire necesario).
La Revolución Francesa hizo caer la prenda en desuso pues, así lo dictaba el mandato de la academia de artes y ciencias: las mujeres bien vestidas de Francia no deben llevar zapatos, calcetas, corset o medias. Esta actitud no tuvo larga vida pues, las mujeres francesas buscando el ideal de belleza griega volvieron a retomar el corset para ayudarse en el empeño. Aunque Napoleón odiaba el corset, al que llamaba “El asesino de la raza humana”, sus dos esposas usaban la prenda. El motivo de los odios de Napoleón hacia el corset era político-militar pues él consideraba que la prenda tenía efectos negativos sobre la natalidad y sus intenciones militares necesitaban de nacimientos masivos para los futuros soldados de la patria.
El tontillo.
El tontillo era una especie de armazón que usaban antiguamente las mujeres, realizado con aros de ballena o de otra materia puesta a trechos, para que ahuecase la falda.
El tontillo fue una prenda que se popularizó en España en la segunda mitad del siglo XVII bajo el reinado de Carlos II viniendo a sustituir al aparatoso guardainfante propio del reinado de Felipe IV. Su uso se extendió hasta la segunda mitad del siglo XVIII. Las mujeres llevaban el tontillo junto con el jubón y la basquiña, una falda exterior con pliegues en las caderas y de color negro. Se situaba debajo de la misma y sobre un buen número de enaguas.
Con la aparición del tontillo, la moda española conservó su originalidad frente a la influencia francesa del resto de Europa. La influencia más notable se produjo sobre el jubón que abandonó las faldillas e incorporó un pronunciado pico en su parte anterior llamado peto. Cuando esta prenda cruzó los Pirineos y se estableció en Francia en el siglo XVIII se denominó panier, nombre que derivaba de paniers, las cestas que colgaban a ambos lados de los animales de carga, convirtiéndose en una pieza importante en lo que se llamó robe à la française (vestido a la francesa).
El tontillo francés fue aumentando gradualmente de amplitud a medida que transcurría el siglo de las luces, llegando a alcanzar varios pies de largo a cada lado en la época de Marie Antoinette, por lo que se convirtió en una prenda muy poco funcional ya que había que modificar las puertas de los coches, hogares y establecimientos para que las damas pudieran ingresar.
A diferencia del miriñaque que da al cuerpo forma de campana, el tontillo sólo resalta las caderas.
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