lunes, 22 de julio de 2013

La aristócrata.

    La aristócrata inglesa victoriana era la más poderosa, rica e influyente de Europa, a pesar de lo cual las mujeres de esta clase social, que en aquella época concentraba todo el poder y el dinero, estaban apartadas de la vida pública, a no ser en funciones de mera representación social. Quizás por eso, las grandes damas se convirtieron en las auténticas dictadoras de las altas esferas inglesas, y, aunque socialmente no eran tan importantes como sus maridos, ellas decidían quién era o no era digno de pertenecer a su selectísimo círculo de amistades.



    Ni siquiera las damas de la alta nobleza victoriana se libraban de ser consideradas socialmente inferiores a sus maridos. En general, dejaban la dirección y el cuidado de sus asuntos domésticos en manos de mayordomos, amas de llaves y sirvientes para dedicarse al ocio, las labores de bordado, los paseos y la asistencia a actos culturales y sociales, como representaciones teatrales o exposiciones de arte. Incluso las grandes damas estaban apartadas de los ámbitos públicos de decisión; en la vida doméstica, donde imperaba la estricta división de funciones entre hombres y mujeres, ellas se dedicaban a la educación de los hijos varones cuando eran pequeños y solo de las chicas más tarde, pues los muchachos salían pronto del ámbito materno para ingresar en internados y colegios.

    Los matrimonios solían concertarse según la conveniencia de las familias, razón por la cual en el código de la aristocracia se daban por descontadas las aventuras extramatrimoniales; sin embargo, las damas debían llevarlas con total discreción, pues de lo contrario podían acarrear para sí el deshonor y el ostracismo social.


    El lustre de una dama de la aristocracia, sin embargo, siempre dependía del estatus social de su  marido; ellas no podían ser las herederas de los títulos nobiliarios ni de las propiedades que solían ir vinculados a ellos, y cuando contraían matrimonio, era el esposo quién administraba  y controlaba su dote y su herencia  familiar. Sin embargo, las cosas podían ser distintas si se trataba de las hijas de familias de rango y prestigio, o de tradición política; éstas no solían dejarse someter tan fácilmente y llegaban a influir en las actividades de sus maridos.

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