A pesar de las condiciones
personales y de su enfermedad, que le sumía en intermitentes y largas
demencias, supo elegir a sus ministros: desde los primeros gobiernos franceses,
seguidos por el de Julio Alberoni y, tras la aventura del barón
de Ripperdá, por los ministros españoles, entre los que destacó, por su
programa de gobierno interior y por su acción diplomática, José Patiño.
Actuaban desde las secretarías de Estado y de Despacho, el equivalente más
cercano a los ministerios posteriores, que suplantaron a los consejos del
régimen polisinodial de los Austrias, reservados para honores y consideraciones
pero vaciados de poder, a excepción del Consejo de Castilla, creciente en
sus atribuciones. Por ello, la oposición a los gobiernos de Felipe V provino
siempre de los nobles relegados.
Durante su largo reinado
consiguió cierta reconstrucción interior en lo que respecta a la Hacienda,
al Ejército y a la Armada, prácticamente recreada por exigencias de la
explotación racional de las Indias, y como medio inevitable para afrontar
las rivalidades marítimas y coloniales de Inglaterra. El logro
fundamental, no obstante, fue el de la centralización y unificación
administrativa y la creación de un Estado moderno, sin las dificultades que
supusieran antes los reinos históricos de la Corona de Aragón,
incorporados al sistema fiscal y con sus fueros y derecho público (no así el
privado) abolidos con la aplicación de los Decretos de Nueva Planta. Se
gobernó España desde Madrid.
Los Decretos de Nueva Planta (Decreto
de 1707 para Aragón y Valencia, de 1715 para
Mallorca y de 1716 para Cataluña) impusieron el modelo
jurídico, político y administrativo castellano en los territorios de la Corona
de Aragón, que habían tendido, especialmente en Cataluña, a apoyar las
pretensiones del candidato austriaco. Sólo las Provincias Vascongadas y
Navarra, así como el Valle de Arán, conservaron sus fueros y sus
instituciones forales tradicionales por su demostrada fidelidad al
nuevo rey durante la Guerra de Sucesión Española. Así, el Estado se
organizó en provincias gobernadas por un Capitán General y una audiencia, que
se encargaron de la administración con total lealtad al gobierno de Madrid.
Además, para la administración económica y financiera se establecieron
las Intendencias provinciales, siguiendo el modelo francés, lo que
conllevó la aparición de la figura de los intendentes.
Para el gobierno central se
crearon las secretarías de Estado, antecesoras de los actuales ministerios,
cuyos cargos eran ocupados por funcionarios nombrados por el rey. Se abolieron
los Consejos de los territorios desaparecidos jurídica o físicamente de la
Monarquía Católica (Consejos de Aragón, Italia y Flandes).
Quedaron pues el de Navarra, el de Indias, el de la Inquisición, el de Órdenes
(el único que ha pervivido hasta nuestros días), etc. De hecho, todo se
concentró en el Consejo de Castilla. Además se organizaron las Cortes de
Castilla en las que se integraron progresivamente representantes de los
antiguos estados aragoneses. No obstante el declive de las Cortes Castellanas
continuó como en los siglos precedentes, con un papel meramente protocolario
(como juras de los Príncipes de Asturias).
Felipe V se enfrentó a la ruinosa
situación económica y financiera del Estado, luchando contra la corrupción y
estableciendo nuevos impuestos para hacer más equitativa la carga fiscal.
Fomentó la intervención del Estado en la economía, favoreciendo la agricultura
y creando las llamadas manufacturas reales. Al final de su reinado los ingresos
de la Hacienda se habían multiplicado y la economía había mejorado
sustancialmente.
Siguiendo el ejemplo de su abuelo Luis XIV, quien consideraba la cultura y el arte como un medio para demostrar la grandeza real, Felipe V fomentó el desarrollo artístico y cultural. Ordenó la construcción del Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, inspirado en el estilo francés cuyo modelo paradigmático era Versalles, al cual se retiraba para cazar y recuperarse de su depresión. Con todo, la influencia italiana en el arte cortesano del reinado es notoria, debida principalmente a la fuerte personalidad de la reina Isabel de Farnesio. Felipe V adquirió para decorar la Granja importantes esculturas romanas de Cristina de Suecia. Su otro gran proyecto artístico fue el Palacio Real de Madrid, que ordenó construir tras el incendio del Real Alcázar de Madrid, que siempre le disgustó. Durante su reinado se amplió y reformó notablemente el Palacio de Aranjuez. Su reinado coincidió con la introducción en España el estilo rococó. Felipe V fue también el fundador de organismos culturales tan prestigiosos como la Real Academia Española y la Real Academia de la Historia, siguiendo el modelo francés.
También en el terreno del derecho
dinástico Felipe V instauró en España los usos franceses. Así, tras un intento
de establecer la Ley Sálica frustrado por la oposición de las Cortes,
el 10 de mayo de 1713 promulgó la Ley de Sucesión
Fundamental, un nuevo reglamento de sucesión en el que las mujeres sólo podrían
heredar el trono de no haber herederos varones en la línea principal (hijos) o
lateral (hermanos y sobrinos), con lo que se pretendía bloquear el acceso de
dinastías extranjeras al trono español.
Como consecuencia de las necesidades de la guerra y siguiendo el modelo francés, Felipe V realizó una profunda remodelación de la guerra, sustituyendo los antiguos tercios por un nuevo modelo militar basado en brigadas, regimientos, batallones, compañías y escuadrones. Se introdujeron novedades como los uniformes, los fusiles y la bayoneta, y se perfeccionó la artillería. Durante el reinado de Felipe V se inicia la reconstrucción de la armada española, construyéndose buques más modernos, nuevos astilleros y organizando las distintas flotillas y armadas en la Armada Española (1717). Esta política sería proseguida por sus hijos, y hasta finalizar el siglo el poder naval español siguió siendo uno de los más importantes del mundo.
Cabe destacar que, si bien Felipe
V tenía un poder absoluto, nunca gobernó como tal. La enfermedad que padecía
desde la adolescencia y que provocaba en el rey ataques transitorios de
depresión (Isabel de Farnesio pretendió curar la melancolía del
rey con el canto del castrati Farinelli) impidió que Felipe V pudiera
cumplir regularmente con sus tareas de gobierno. Por ello, el verdadero poder
lo ejercieron sus primeros ministros, algunos cortesanos como la Princesa
de los Ursinos, y posteriormente su segunda mujer, Isabel de Farnesio, con la
que se había casado en 1714.
Fuentes: Wikipedia.
Fuentes: Wikipedia.
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