Estilo
El estilo de las sonatas de Soler siempre
ha sido comparado con el de Domenico Scarlatti. Mientras que Mitjana lo
calificaba de “francamente nacional y muy original” con un espíritu “tan lejos
de Scarlatti como de Haydn”, para Joaquín Nin (promotor del revival
de la música para teclado del siglo XVIII español) la influencia scarlattiana
era “innegable y casi exclusiva”.
Casi todos los estudios admiten que Soler
fue discípulo de Scarlatti: tanto su carta al padre Martini en que se denomina
“scolare di Scarlatti” como la inscripción de Fitzwilliam sobre su ejemplar de
sonatas (“Soler se había formado con Scarlatti”) parecen apuntarlo. Aunque no
podamos confirmar una relación personal entre ambos, lo cierto es que Soler
conoció indudablemente las obras del napolitano, como prueban las copias que
hizo y las referencias que incluye en sus escritos teóricos.
Aunque pasajes puntuales de sus sonatas
puedan recordar el estilo de Domenico, en general las obras de Soler ofrecen
rasgos inconfundibles de su personal talento, tanto en la construcción melódica
de las frases y en los diseños de acompañamiento en la mano izquierda, como en
el uso de las modulaciones y la elección de las formas. A diferencia de
Scarlatti, Soler cultiva la sonata en dos, tres y cuatro movimientos, aunque
también usa el esquema bipartido, éste ya lo conoce su maestro Elías.
Soler elige con frecuencia la forma
ternaria con recapitulación, un esquema extraño en Scarlatti (lo emplea sólo en
una de sus más de 500 sonatas) y concede gran protagonismo al estilo polifónico
imitativo. La sonata de Soler resulta fresca e innovadora, en una rica combinación
del refinado estilo galante con la estilización de los ritmos populares
(seguidilla, bolero, polo), herencia del folclore mediterráneo, y que reflejan
el gusto de la aristocracia por lo castizo y el majismo que tan bien
representan los cartones de Goya (1777-1779).
Soler compuso también una abundante
producción de música sacra, tanto en latín (litúrgica y paralitúrgica) como en
romance (villancicos) y obras escénicas (autos sacramentales y comedias de
santos). Ya desde su año de llegada como novicio a El Escorial comenzó a
escribir villancicos, conservándose unos 125. En ellos se observa la práctica,
habitual desde principios del siglo XVIII en España, de mezclar rasgos
autóctonos del género (coplas y estribillo) con el estilo italiano difundido
por Europa, que incluye ritornellos, recitativos y arias da capo propios de la
ópera.
Legado
Soler escribió un tratado que le
proporcionó un destacado lugar como teórico y pensador: la Llave de la
modulación, publicado en 1762. Pese a haber contado con la aprobación de su
amigo Nebra, y de otros músicos de instituciones cercanas (Corselli, Mir y
Llusà, Antonio Ripa, Conforto y Jaime Casellas), el texto suscitó una gran
polémica. Dos años más tarde, Roel del Río publicó un panfleto en el que
criticaba seis aspectos concretos de la teoría de Soler, al que este respondió
justificándolos uno por uno (Satisfacción a los reparos precisos hechos por don
Antonio Roel a la Llave…, 1765).
La música sacra de Soler estuvo destinada a
las funciones del culto y representaciones en el Colegio y Seminario, mientras
que su repertorio instrumental le abrió las puertas a los círculos de la corte.
Consta su amistad con el duque de Medina Sidonia, así como el regalo de una
serie de sonatas a la princesa de Asturias, futura esposa de Carlos IV. Su
participación en las academias del infante Gabriel le ocupaban no sólo las
jornadas que la corte residía en El Escorial, sino que al menos en dos
ocasiones se trasladó a los Sitios de Aranjuez y El Pardo (donde llegó a
permanecer nada menos que dos meses).
La música sacra de Soler estuvo destinada a
las funciones del culto y representaciones en el Colegio y Seminario, mientras
que su repertorio instrumental le abrió las puertas a los círculos de la corte.
Consta su amistad con el duque de Medina Sidonia, así como el regalo de una
serie de sonatas a la princesa de Asturias, futura esposa de Carlos IV. Su
participación en las academias del infante Gabriel le ocupaban no sólo las
jornadas que la corte residía en El Escorial, sino que al menos en dos
ocasiones se trasladó a los Sitios de Aranjuez y El Pardo (donde llegó a
permanecer nada menos que dos meses).
La obra para órgano de Soler representa el
punto culminante de una larga tradición ibérica en el cultivo del tiento,
género que se inicia con Cabezón en el siglo XVI y llega al siglo XVIII a
través de Cabanilles y Elías. Los tientos de Soler, denominados por él pasos o
intentos, reflejan la influencia de la nueva concepción de la fuga, con rasgos
heredados de su maestro Elías. Pero la verdadera fama de Soler se debe a sus
sonatas: uno de los géneros en boga en el siglo XVIII, fruto del desarrollo de
la burguesía y de los instrumentos de teclado (clavicordio, clavecín,
pianoforte), y que sirve a los dilettanti como recurso a la vez didáctico y
recreativo.
No sabemos hasta qué punto estos estrechos
contactos con la vida cortesana tuvieron relación con la crisis que asoló al
monje en 1777, por la que solicitó su traslado al monasterio de Granada, e
incluso estimó la posibilidad de colgar los hábitos. Su petición fue denegada
por el prior, que no estaba dispuesto a perder una personalidad tan relevante
como ya era entonces el padre Soler.
Fuentes:
www.ecured.cu
Primeramente quiero felicitarte por tu nuevo blog
ResponderEliminarSiempre viene bien culturizarse y mas si se trata sobre nuestro pais.
Es historia
.. * . (\ *** /) * . Un besito
.* . * ( \(_)/ ) * * cielo
.* . * (_ /|\ _) . * que tengas
.* . * . /___\ * . . un buen día