martes, 21 de mayo de 2013

Mitología Romana.


    La mitología romana, es decir, las creencias mitológicas de los habitantes de la Antigua Roma, puede considerarse formada por partes. La primera, principalmente tardía y literaria, consiste en préstamos procedentes de la mitología griega. La otra, mayoritariamente antigua y culta, funcionaba en formas muy diferentes a las de la equivalente griega.

Naturaleza de los antiguos mitos romanos.


    Los romanos no tenían relatos secuenciales sobre sus dioses comparables a la Titanomaquia o la seducción de Zeus por Hera, hasta que sus poetas comenzaron a adoptar los modelos griegos en el último lapso de tiempo de la república romana. Sin embargo, lo que si tenían, era:

  • Un sistema muy desarrollado de rituales, escuelas sacerdotales y panteones de dioses relacionados.
  • Un rico conjunto de mitos históricos sobre la fundación y auge de su ciudad por parte de actores humanos con ocasionales intervenciones divinas.

Mitología antigua sobre los Dioses.


    El modelo romano incluía una forma muy diferente a la de los griegos de definir y concebir a los dioses. Por ejemplo, en la mitología griega Deméter era caracterizada por una historia muy conocida sobre su dolor por el rapto de su hija Perséfone a manos de Hades. Los antiguos romanos, por el contrario, concebían a su equivalente Ceres como una deidad con un sacerdote oficial llamado Flamen, subalterno de los flamines de Júpiter, Marte y Quirino, pero superior a los de Flora y Pomona. También se le consideraba agrupado en una tríada con otros dos dioses agrícolas, Liber y Libera, y se sabía la relación de dioses menores con funciones especializadas que le asistían: Sarritor (escardado), Messor  (cosecha), Convector (transporte), Conditor  (almacenaje), Insitor  (siembra) y varias docenas más.

    Así pues, la «mitología» romana arcaica, al menos en lo referente a los dioses, no estaba formada por relatos sino más bien el entrelazamiento y las complejas interrelaciones entre dioses y humanos.

    La religión original de los primeros romanos fue modificada por la adición de numerosas y contradictorias creencias en épocas posteriores, y por la asimilación de grandes porciones de la mitología griega. Lo poco que se sabe sobre la religión romana primitiva no es gracias a relatos de la época sino a escritores posteriores que buscaron preservar las viejas tradiciones del olvido en el que estaban cayendo, como el estudioso del siglo I a. C. Marco Terencio Varrón. Otros escritores clásicos, como el poeta Ovidio en sus Fastos (‘calendario’), fueron fuertemente influidos por los modelos helenísticos, y en sus obras se recurre con frecuencia a las creencias griegas para rellenar los huecos de las tradiciones romanas.

Mitología antigua sobre la historia romana.


    En contraste con la escasez del material narrativo sobre los dioses, los romanos tenían una rica panoplia de leyendas sobre la fundación y primera expansión de su propia ciudad. Además de estas tradiciones de origen mayoritariamente local, a este surtido se injertó material procedente de las leyendas heroicas griegas en una época temprana, haciendo por ejemplo a Eneas antepasado de Rómulo y Remo.

    La Eneida y los primeros libros de Livio son las mejores fuentes exhaustivas para esta mitología humana.

Dioses nativos romanos e itálicos.


    Las prácticas rituales romanas de los sacerdotes oficiales distinguían claramente dos clases de dioses: los di indigetes y los di novensides o novensiles. Los indigetes eran los dioses originales del estado romano (véase Di indigetes), y su nombre y naturaleza están indicados por los títulos de los sacerdotes más antiguos y por las fiestas fijas del calendario. Los novensides eran divinidades posteriores cuyos cultos fueron introducidos en la ciudad en el periodo histórico, normalmente en una fecha conocida y como respuesta a una crisis específica o necesidad percibida.

    Las divinidades romanas primitivas incluían, además de los di indigetes, un montón de los llamados dioses especialistas cuyos nombres eran invocados al realizar diversas actividades, como la cosecha. Los fragmentos de los viejos rituales que acompañaban a estos actos como el arado o la siembra revelan que en cada parte del proceso se invocaba a una deidad diferente, estando el nombre de cada una de ellas derivado regularmente del verbo para la operación. Estas divinidades pueden ser agrupadas bajo el término general de dioses asistentes o auxiliares, que eran invocados junto con las deidades mayores. Los antiguos cultos romanos eran más un polidemonismo que un politeísmo: los conceptos que los adoradores tenían de los seres invocados consistían en poco más que sus nombres y funciones, y el numen o ‘poder’ del ser se manifestaba en formas altamente especializadas.

    El carácter de los indigetes y sus fiestas muestran que los antiguos romanos no sólo eran miembros de una comunidad agrícola sino que también estaban orgullosos de luchar y muy involucrados con la guerra. Los dioses representaban distintivamente las necesidades prácticas de la vida diaria, como las sentía la comunidad romana a la que pertenecían. Se entregaban escrupulosamente a los ritos y ofrendas que consideraban apropiados. Así, Jano y Vesta guardaban la puerta y el hogar, los Lares protegían el campo y la casa, Pales los pastos, Saturno la siembra, Ceres el crecimiento del grano, Pomona la fruta, y Consus y Ops la cosecha. Incluso el majestuoso Júpiter, rey de los dioses, era honrado por la ayuda que sus lluvias daban a las granjas y viñedos. En su más amplio carácter era considerado, a través de su arma de rayos, el director de la actividad humana y, por su amplio dominio, el protector de los romanos en sus expediciones militares allende las fronteras de su propio país. Prominentes en la época más antigua fueron los dioses Marte y Quirino, que a menudo se identificaban entre sí. Marte era un dios de la guerra al que se honraba en marzo y octubre. Los investigadores modernos creen que Quirino fue el patrón de la comunidad militar en tiempos de paz.

    A la cabeza del panteón primitivo se encontraba la tríada Júpiter, Marte y Quirino (cuyos tres sacerdotes, o flamines, tenían el mayor rango), y Jano y Vesta. Estos dioses antiguos tenían poca individualidad, y sus historias personales carecían de matrimonios y genealogías. A diferencia de los dioses griegos, no se consideraba que funcionaban de la misma forma que los mortales, y por ello no existen muchos relatos de sus actividades. Este culto primitivo está asociado con Numa Pompilio, el segundo rey de Roma, de quien se creía que tuvo como consorte y consejera a la diosa romana de las fuentes y los partos, Egeria, a quien a menudo se identifica como una ninfa en las fuentes literarias posteriores. Sin embargo, se añadieron nuevos elementos en una época relativamente temprana. A la casa real de los Tarquinios se atribuyó en las leyendas el establecimiento de la gran Tríada Capitolina, Júpiter, Juno y Minerva, que asumió el lugar supremo en la religión romana. Otras adiciones fueron el culto a Diana en el monte Aventino y la introducción de los Libros Sibilinos, profecías de la historia del mundo que, según la leyenda, fueron compradas por Tarquinio a finales del siglo IV a. C. a la Sibila de Cumas.

Dioses extranjeros.


    La absorción de deidades locales vecinas tuvo lugar a medida que el estado romano conquistaba el territorio vecino. Los romanos solían conceder a los dioses locales del territorio conquistado los mismos honores que a los dioses antiguos que habían sido considerados propios del estado romano. En muchos casos las recién adquiridas deidades eran invitadas formalmente a llevar su domicilio a nuevos santuarios en Roma. En 203 a. C., la figura de culto representativa de Cibeles fue retirada de Pesino (Frigia) y acogida ceremoniosamente en Roma. Además, el crecimiento de la ciudad atrajo a extranjeros, a los que se permitía continuar con la adoración a sus propios dioses. De esta forma llegó Mitra a Roma y su popularidad en las legiones extendió su culto hasta tan lejos como Bretaña. Además de Cástor y Pólux, los asentamientos conquistados en Italia parecen haber contribuido al panteón romano con Diana, Minerva, Hércules, Venus y otras deidades de menor rango, algunas de la cuales eran divinidades itálicas, procediendo otras originalmente de la cultura griega de Magna Grecia. Las deidades romanas importantes fueron finalmente identificadas con los más antropomórficos dioses y diosas griegos, y asumieron muchos de sus atributos y mitos.

Los principales dioses del Panteón Romano.

Nombre
Equivalente griego
Función, características
Atributo
Júpiter
Zeus
Padre de dioses y de hombres, soberano de las alturas, el que administra la Justicia, lanza el rayo y amontona las nubes.
El águila, el rayo y el cetro.
Juno
Hera
Reina de los dioses, protectora del matrimonio y de la familia.
El pavo real y la corona.
Neptuno
Poseidón
Dios del mar, de los caballos y de los terremotos.
El tridente y el carro.
Minerva
Atenea
Diosa de la inteligencia y de la guerra justa, protectora de las instituciones políticas, de las ciencias y de las artes, patrona de los artesanos.
El casco, el escudo, la lanza, el olivo y el búho.
Marte
Ares
Dios de la guerra destructiva y de la lucha.
La espada, el escudo y el casco.
Venus
Afrodita
Diosa del amor y la belleza.
La paloma, el espejo y la concha marina.
Apolo
Apolo
Dios de la luz, de la poesía, de la música, de la profecía y de la medicina.
La lira, el arco y la flecha.
Diana
Artemisa
Diosa de la virginidad, de la caza y de la luna.
La luna, el arco de plata, la flecha y el carcaj.
Mercurio
Hermes
Dios del comercio, protector de los caminos y guía del viajero.
El Pétaso, el caduceo, las sandalias aladas y el bolso.
Baco
Dioniso
Dios del vino y de la danza, inspirador del delirio y el éxtasis.
El tirso.
Vulcano
Hefesto
Dios de los volcanes, de los incendios y de la herrería.
El yunque y el martillo.
Plutón
Hades
Dios de la muerte, señor del Inframundo.
La corona de ébano, el trono de ébano y el carro tirado por cuatro caballos negros.

4 comentarios:

  1. Mi querido Pedrete, leí con verdadera delectación esta entrada tuya. La primera parte es deliciosa pues, en efecto, los romanos tuvieron dioses y "númenes" antes de la llegada de las divinidades extranjeras a Roma. Quienes les van a dar una verdadera cohesión de religión a los romanos, van ser los misteriosos etruscos, los auténticos padres de la urbe y de su compleja sociedad. Sin la influencia etrusca, el desarrollo de Roma como sociedad es sencillamente impensable. Los estruscos civilizaron a los romanos, aunque ellos se empeñaran en negarlo. Y de ellos absorvieron muchas de las características que después asumieron como propias. Entre ellas, la religión y el carácter supersticioso y mágico que envolvía a la misma. Recuerda que si un patricio romano deseaba congraciarse con los dioses para obtener sus favores más puntualmente, la ruta más directa era el augur etrusco. Los romanos tenían sentimientos encontrados con respecto a este pueblo al que consideraban el más religioso y el más vicioso al mismo tiempo. En lo personal, me encanta el pueblo estrusco y, por supuesto, me reconozco como hija cultural de la antigua Roma. Gracias pues por haberme dado este gusto con tu entrada Pedrete.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo habitual es absorber lo que previamente ya han hecho otros, ninguna civilización sale de la nada. Roma en su expansión también absorbe parte de la cultura de aquellos países que conquistaba y la hace propia. El mérito del imperio romano radica en que no solo se imponía mediante el uso de las armas, sino que también llevaba su cultura, su religión y costumbres allí donde llegaba.

      ¡Un besote enorme, mi querida y única lectora!

      Eliminar
  2. Pues de lo que se pierden los que no te leen ;) Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, en realidad estos artículos los estoy publicando más que nada por tener información sobre la Grecia y la Roma antigua, de manera ordenada y conjunta. Espero que el número de lectores vaya incrementándose poco a poco.

      ¡Un besote!

      Eliminar