Modisto, decorador, pintor, escritor, conferenciante, fue un artista
total, un amante del color y de la vida. Su influencia en la moda ha sido
incuestionable y, todavía hoy en día, resulta imprescindible acercarse a sus
creaciones para tener una visión completa de la misma. En 2007 el Metropolitan de Nueva York le dedicó
una gran exposición: Paul Poiret. El Rey de la Moda, donde se
podían ver algunas de las grandes piezas de indumentaria creadas por este
genio.

Paul Poiret (20 de
abril de 1879, París- 30 de abril de 1944, París) nació en un ambiente propicio a los
placeres sensuales, pues sus padres eran comerciantes de telas en el barrio de Les
Halles, el célebre mercado textil parisino, en aquella época el
"ombligo" de un París embellecido gracias a las intervenciones
urbanísticas de Haussman. El
padre regentaba un negocio de paños y la madre se ocupaba del hogar que contaba
con otras tres hijas, además de Paul. Quizá ese ambiente mayoritariamente
femenino hizo que, desde muy temprana edad, Poiret manifestara un gusto notable
por las telas y los figurines de moda de los periódicos de la época. Él mismo
cuenta como disfrutaba cuando salía con su madre y visitaba las tiendas de ropa
y cosméticos.
Desde muy joven se interesó por la cultura en sus diferentes expresiones:
gran aficionado al ballet, al teatro, la pintura y la decoración, en
definitiva, una tendencia al artista completo. En una época propicia para ello,
en la que el arte fluía en París de una manera casi natural, las Exposiciones Universales de 1889 y 1900
había servido para poner en contacto propuestas y sensibilidades en muy
diferentes ámbitos. También los Salones
de Pintura de la época (sobre todo los no oficiales) tuvieron una gran
influencia en Poiret, que los visitaba de un modo asiduo y en donde conoció la
pintura impresionista y entró en contacto con artistas como Derain o Vlaminck o ilustradores como Paul
Iribe.

Terminó los estudios secundarios obligado por su padre y, acto seguido,
entró como aprendiz y chico de los recados en el taller de un fabricante de
paraguas. Su talante artístico y su convencimiento de que no había nada más
importante que la apariencia externa, le condujeron hacia su auténtica
vocación: el diseño de ropa. Así, pedía a su jefe los retales de seda que
sobraban después de confeccionar los paraguas y por las noches elaboraba
extravagantes vestidos que probaba a una de las muñecas de sus hermanas. Vendió
algunos bocetos a la diseñadora Madeleine
Cheruit, (una de las encargadas de Raudnitz-Soeurs)
que le compró doce modelos y le pagó veinte francos por cada uno, entre los
cuales estaba el diseño de una capa roja que fue un éxito total entre el
público. Su carrera en la moda había empezado, y el momento no podía ser más
propicio: Arrancaba la Belle Époque, que abarcó desde 1895 hasta el
estallido de la Primera Guerra Mundial.
A partir de este momento entró en contacto con diferentes casas de
moda, hasta que en 1896 el Sr. Doucet
le propuso trabajar en exclusiva para él, junto al cual continuó su formación
de diseño y costura, pero aprendió también algo que sería fundamental en su
trayectoria posterior: la importancia de tratar bien a sus clientes. El primer
modelo creado por Poiret para Doucet fue una esclavina con tiras de paño
recortado alrededor del cuello. Se vendió cuatrocientas veces. También realizó
gran número de trajes de chaqueta y falda ceñida a la cintura, que se llevaban
sobre corsés. Su salario llegó a ser de quinientos francos, suma muy elevada
para un joven diseñador. Fue una época de mucho aprendizaje y de contactos. Por
la casa Doucet pasaban vedettes, actrices, cantantes de ópera, etc. Todo iba
bien pero acabó siendo despedido de Doucet por cierta opinión negativa vertida
sobre una revista protagonizada por la actriz Sarah Bernhadt, para la que Poiret había diseñado en 1900 el
vestuario con que aparecía en la obra L'Aiglon (su primer
papel masculino), lo que hizo que Doucet se desprendiera de su joven ayudante.

Por esta misma época tuvo que acometer el servicio militar, donde no
encajó demasiado bien la estricta disciplina. En 1901, cuando se licenció,
volvió a entrar en contacto con la alta costura, en concreto con Gaston Worth, hijo del mítico Charles Frederick Worth, y contable de
la firma en este momento, mientras que su hermano, Jean Worth, se ocupaba de la parte creativa, aunque casi en
exclusiva dedicado a crear indumentaria de gala. Gaston veía como, cada vez con
mayor frecuencia, sus clientes, a pesar de su alcurnia, le solicitaban “ropa de
calle” más cómoda para los distintos ocios que iban surgiendo y para los que la
ropa tan engalanada no era nada práctica. Sin embargo, su hermano Jean, no
estaba dispuesto a “degradar” su arte creando tales prendas. Por esta razón
Gastón le ofrece a Poiret encargarse de esta sección más mundana de la casa
Worth. Poiret aceptó y realizó numerosos trajes sastre que se vendieron muy
bien. A pesar de la buena aceptación de las prendas, el trabajo de Poiret no
era valorado por Jean, ni por las empleadas de la casa, llegando incluso a
sufrir algún que otro desprecio. Un día llegó a la tienda la Princesa Bariatinsky, lo que produjo
gran revuelo, y Poiret, aprovechando la ocasión, mientras las modelos se
preparaban para pasarle los diferentes diseños, le enseñó un abrigo de
influencia oriental. La reacción fue de rechazo total. Ese día Poiret se guardó
su orgullo.
Poco después, en 1903, se le presentó la ocasión de abrir su propio
negocio. La tienda se situó en el número 5 de la rue Auber. En cuanto
abrió sus puertas toda la sociedad parisina desfiló por allí y una de sus
prendas estrella fue el abrigo “Confucius”, que tanto había horrorizado
a la citada princesa. Su primera cliente fue la entonces admiradísima e
imitadísima actriz Réjane. Tres
años más tarde Poiret era una celebridad conocida allá donde fuera y en cuyas
fiestas se reunía el tout París.
En 1905 se casó con Denise Boulet, que se convertiría en
su musa inspiradora y con quien tuvo sus cinco hijos (Rosine, Martine,
Colin, Perrine, y Gaspard). Años después se divorciaron en pésimos términos.
En 1906 Poiret se traslada al número 37 de la rue Pasquier, una
calle más amplia y, por tanto, más apropiada para acoger la afluencia de
público. El local, un antiguo hotel, no contaba ni con escaparates ni rótulo. A
pesar de todo, todas las grandes damas de París acudieron a su tienda, entre
ellas Mrs. Asquith, a la que conoce
en París y la que le introduce posteriormente en Londres. Es en esta época
cuando Poiret introduce sus grandes innovaciones en lo que a la moda se
refiere. Impulsó una cierta liberalización de la figura femenina, pues alargó
el corsé hasta las caderas y redujo considerablemente el número de prendas
interiores; sin embargo, seguían pareciéndole absurdas aquellas mujeres de
curvas prominentes, así que volvió los ojos hacia el siglo anterior y retomó
las líneas del Directorio francés
para crear un modelo sencillo que se entallaba debajo del pecho y caía
libremente hasta los pies. Lo llamó La Vague “la Ola”, pues
parecía rodear el cuerpo en ondas marinas. El modelo estaba concebido para su
esposa Denise Boulet, y que era, con su figura delgada y atractiva, la mejor
modelo de los diseños de su esposo. Posteriormente elimina el uso del corsé a
favor del sostén, liberando el cuerpo de la mujer y terminando de este modo con
la silueta en “S”. Al buscar restaurar la naturalidad de
los atuendos femeninos, Poiret fue responsable en parte de la
obsolescencia del corsé. El
motivo por el que Paul Poiret empezó esta batalla contra el corsé fue que
encontraba ridículas a las mujeres de busto curvo y trasero prominente. La
nueva mujer del diseñador era modesta, joven y de movimientos descaradamente
libres. Bajo sus vestidos se escondía una hermosa figura y no un buen corsé.
Pero la desaparición del corsé no era lo único que hacía parecer a las mujeres
más jóvenes y atractivas, también contribuyeron a ello los colores vivos y
estampados sencillos. Además, los densos tonos pastel propios de la belle
époque dejaron paso a bellos estampados de tipo oriental. Fue uno de
los promotores del estilo japonés, con la creación de unos vestidos tipo
kimono, exóticos y vaporosos, que lucían las bailarinas Isadora Duncan y Mata-Hari. Para rematar el efecto,
Poiret desterró las medias negras y cubrió las piernas con seda de color carne,
que hacían el efecto de llevar las piernas desnudas. Sus creaciones
solían estar adornadas con borlas, capas o chales con plumas de
colores y estolas de zorro, que concedían un aire escénico a sus diseños.
Lamentablemente su estilo pronto
comenzó a degenerar. Cada vez subía más el talle, y en consecuencia, los
pechos. Además, sus escotes eran cada vez más pronunciados y sus faldas más
estrechas.

En 1908 publicó un libro titulado Les robes de Paul Poiret,
cuyas ilustraciones, obra de Paul
Iribe, mostraban modelos elegantes y sencillos, ligeramente entallados, con
los que se había hecho famoso. De su mano llegó también en 1911 otro folleto de
moda, Les choses de Paul Poiret... vue par Georges Lepape (Las
cosas de Paul Poiret... vistas por Georges Lepape), ilustrado por Lepape, uno de los más famosos
ilustradores de su época. Ese mismo año presentó ante el público su falda tubo,
la famosa jupe entravée, conocida también como "falda de medio
paso" porque si bien liberaba las caderas, se estrechaba considerablemente
entre la rodilla y el talón, hasta el punto de que sólo permitía a las mujeres
caminar a pasitos (de ahí su nombre). El modelo desató una apasionada polémica
entre el público, que pensaba que la genialidad de Poiret empezaba a degenerar,
y no tuvo una vida demasiado larga. En esta ocasión las mujeres no siguieron
los dictados del genio. Esto no preocupó mucho a Poiret, que siguió
vistiendo a la mujer a su antojo con caftanes, quimonos y pantalones bombachos,
y cubriéndola con velos, túnicas y turbantes. El lujo en todo su esplendor,
bordados de vivos colores, puntillas de oro y plata, perlas y plumas. Paul
Poiret fue el primer modisto en lanzar su propio perfume (diez años antes que
la propia Coco Chanel) y en
1911 se aseguró un escándalo de inmejorables repercusiones publicitarias al
presentar su falda pantalón, que recibió la condenación del mismísimo Pío X.
Hacia 1909, vuelve a cambiarse de local, esta vez a la Avenida d´Antin, una casa con unos
amplios jardines que fueron testigo de numerosas fiestas, entre las más
célebres la de las mil y dos noches, todo un despliegue de creatividad en el
que Poiret disfrutaba con sus amigos y que pone de manifiesto uno de los rasgos
que han definido la personalidad de este artista: la excentricidad. También en
estos momentos se produce una ola de orientalismo y un estallido del color,
acabando con la paleta de tonos empolvados, y así, aparecían las pieles ornando
los vestidos, los pañuelos y los adornos de pedrería para el cabello. El punto
de partida de esta tendencia no sabemos si arranca con Poiret o con el Ballet Ruso. En cualquier caso, ambos
jugaron un papel decisivo. Es la época en la que Leon Bakst diseña el vestuario para Schéhérazade, Poiret
lo plasma en la ropa de calle, y surgen sus grandes creaciones de aire
oriental. Lo oriental era el último grito tras el éxito en 1909 de los Ballets
Rusos de Sergei Diaghilev en París, que influenciaron en las artes, la
moda y en definitiva, el estilo de la década. En esta misma línea exótica
llegaron sus turbantes, caftanes, airones (una especie de tocados formados por
grandes plumas de avestruz), pantalones de odalisca, etc., una serie de
opulentas prendas de seda, brocados fastuosos y lamés de colores vivos, una
pasión por todo lo oriental sin precedentes entre el público.

Hacia 1911 Poiret se traslada a la rue Faubourgh Saint-Honoré,
en el número 107. Por esta casa desfilaron durante más de quince años toda la
vida parisina, la exótica y la más refinada. La primera planta estaba dedicada
a salón de pruebas y allí tenían lugar los pases de modelos tal y como hoy los
conocemos, aunque el primero en utilizar maniquís humanos fue Charles Frederick
Worth. Este local también fue la sede de las dos empresas que Poiret creó para
sus dos hijas, para Rosine, la
mayor, un negocio de perfumes: Parfums de Rosine, y para Martine, la hija menor creó Les
Ateliers de Martine, que era un taller de artes aplicadas donde daba empleo
a jóvenes sin preparación para diseñar telas, tapices y muebles que luego eran
elaborados por expertos artesanos. Las dos tuvieron una gran aceptación, aunque
acabaron cayendo en desgracia y fueron afectadas con el crack de 1929. En esa
misma época presentó uno de sus modelos más famosos, la "pantalla":
una túnica corta armada con alambre en su parte baja (de manera que quedaba
formando un círculo), la cual se llevaba sobre una falda larga y ceñida. Por
aquel entonces sacó al mercado sus propios accesorios para vestir y para el
hogar, creando un sello estético propio. Poiret no podía calificarse únicamente
de modisto, pues era capaz de vender desde complementos hasta elementos de
interiorismo.

En 1912 emprendió un viaje por Europa acompañado de un grupo de modelos
para mostrar sus creaciones y cosechar nuevas ideas, aunque el resultado de
estas aventuras no fuera satisfactorio del todo, porque le sometían a
innumerables registros en las aduanas y no entendían el propósito de esas
visitas. Probablemente era algo demasiado moderno para la época. Estuvo en Londres, Berlín, Viena, Moscú, Marruecos,
con el que estaba fascinado, y otras ciudades europeas. Al año siguiente, se
presentó en Nueva York, aunque él mismo confesaría en sus memorias que no
terminaba de conectar con el gusto americano, llevando consigo un documental
sobre una de sus colecciones para mostrarlo a las potenciales clientes
norteamericanas, que fue confiscado por su contenido "pornográfico"
(aparecían mujeres en falda-pantalón). Durante estas incursiones fuera de
Francia tuvo ocasión de comprobar cómo, en todas partes del mundo, se copiaban
sus diseños, sus estampados y su estilo, así que, a su vuelta a Francia en 1914
se involucró en la creación del Sindicato
para la Defensa de la Alta Costura Francesa, en lo que constituyó un
intento de proteger las creaciones originales de los diseñadores de las copias
piratas.
Pero el creador no fue un visionario, simplemente vivió integrado en su
época, en los años previos a la I Guerra
Mundial. Durante ésta, el diseñador fue movilizado y, al regresar del
frente comprobó con horror que todo había cambiado. Poiret no pudo comprender
que la guerra había hecho más por la independencia de las mujeres que la moda. Decidido
a recuperar su anterior preeminencia, creyó que podría recuperar a su antigua
clientela dando lujosas fiestas y exposiciones que, lejos de volver a auparle,
le llevaron a la ruina. Amargado al ver
como otros triunfaban con sus ideas, y abandonado por su mujer, se retiró a la
Provenza y pasó sus últimos años entregado a la pintura. En 1924-25 se hizo
construir por el arquitecto Robert
Mallet-Stevens una villa llamada "El paquebote", hoy
conocida como Villa Paul Poiret en Mézy-sur-Seine,
que nunca llegó a habitar debido a la quiebra de la costurería en 1929.

Publicó en 1930 “En
habillant l'époque” (Bernard Grasset) y tres libros de
memorias. Dos años antes publicó “Pan, Annuaire du luxe à Paris” (Éditions
Devambez) con la participación de celebridades como Jean Cocteau y Raoul
Dufy. Su amigo André Derain lo
inmortalizó en un retrato.
Se cuenta que hacia el final de
su carrera Poiret encontró a Coco Chanel,
su rival y enemiga en el gusto de la moda parisina, vestida con sus severos
trajes negros preguntándole: "Perdón
señorita, ¿por quien lleva ese luto?" A lo que ella respondió:
"Por usted señor".
A su muerte en 1944 dejó un libro de memorias que, haciendo alarde de
seguridad en sí mismo, tituló “Yo vestí a mi época”.
Fuentes: Estilo y moda. Entre seda y algodón. MCN
Biografías.